Post by Stéphane Gauthier on Oct 22, 2021 23:46:50 GMT
Mallas y un curioso bigote en forma de manecillas; una horrible botarga que, aunque le permitía movilidad, debía mover todo el cuerpo para girar la cabeza. Pero todo era por su encomienda, ¡él cumpliría cualquier cosa que su amada profesión se lo pidiera!
Pero, ¿por qué de Din Don?, ¡ese reloj gruñón y prepotente no tenía nada que ver con él!.. Quizás un poco, pero no era el personaje más parecido a él de La Bella y la Bestia. Y todo por un pésimo error en la compañía de disfraces, ¡se supone que él vestiría de Gastón y Gael de la Bestia!, en honor a esas veces cuando niños habían vestido en conjunto. ¿Él habría recibido el disfraz correcto?, ¡quedarían como patrón y peón!, ¡oh, seguro se burlaría de él por siempre!
Las luces neones le incomodaban, producto de su propia naturaleza; tenía el deseo de huir a una zona oscura, refugiarse entre las sombras y hacerse una con ellas; ese era su lugar, lejos de todo ese ambiente festivo, lejos de todos.
Las puntas de sus dedos comenzaron a hacerse intangibles, prueba de su deseo interno. Dió un paso atrás, seguro de seguir lo que su mente reclamaba como algo lógico; seguro sus compañeros podrían solos sin él. Sus pensamientos se vieron detenidos cuando alguien tras él lo empujó para que avanzara en la fila.
Respiró hondo para centrar sus pensamientos y ganar valor; él era el Magistrado del Distrito Noche y una fiesta no lo iba a asustar; además, no es como que todas las miradas estuvieran sobre él por su ridículo disfraz y no es como que el guardia lo barría de arriba a abajo, sin creer que alguien se hubiera atrevido a ir como si personaje de una obra se tratase.
Se vio obligado a entrar, no sin antes mirar por ultima vez afuera, pensando que si su amigo se encontraría entre los presentes; no podía dejarlo plantado, él no era así. Bueno, de todas formas otros compañeros de trabajo estarían dentro. Todo saldría bien y ante todo, era un político y debía pertenecer al pueblo… ¿a quién trataba de engañar? Necesitaba algunos tragos para enfrentar todo eso.
El lugar estaba a rebosar y era difícil moverse; no distinguía a nadie salvo a los cuatrillizos y sí era sincero, nada parecía fuera de lo normal. Las luces eran más tenues, para mantener un ambiente intimo, pero el ruido era tanto, que de cierta manera, aturdía.
Se abrió paso hasta la barra, levantando una mano para pedir lo que sea; con la otra buscó su celular, subiendo el brillo al máximo para poder distinguir las imágenes en la pantalla y se vio cerrando su ojo faltante para poder enfocar, costumbre que tenía cada que observaba su teléfono.
¿Dónde estás? Son las 21:33 y quedamos de vernos a las 21:30; ¿desde cuándo te volviste impuntual?