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Post by Stéphane Gauthier on Oct 30, 2021 21:35:42 GMT
Aun no lo podía creer, debía ser una tonta broma o un mal chiste, ¡es que era imposible!, ¿Cómo él, Magistrado del Distrito Noche, había sido suspendido sin goce de sueldo?.. No, lo de menos era lo del sueldo, ¡había sido suspendido! Y todo por una tonta fiesta a la que no debió asistir.
Aun podía recordar a su jefe mientras le anunciaba personalmente que aquella era una sanción por un mal desempeño en el campo. “¿Perdiste forma Stéphy? Yo no te entrené así, quizás perdiste el toque”, se había burlado, con esa sonrisa que jamás quitaba y esos ojos tan abiertos, que parecían verlo todo; porque lo hacía, ¿verdad? El Supremo Magistrado había sido capaz de describir exactamente cómo es que fue abatido por la turba, ¡casi como si hubiera estado ahí!.. ¿lo estuvo? No podría decirlo, él era un maestro del disfraz.
Pero ahí estaba, sin el derecho de ir a su oficina y sabiendo qué guardias de seguridad tenían la orden de negarle la entrada en caso de querer escabullirse. ¡Su gente lo necesitaba! Él tenía que estar ahí para ellos y además, la vergüenza de haber sido suspendido… parecía un novato, tal vez si había perdido el toque.
Claro, ahora solo restaba quedarse en casa con sus cuatro amores perrunos, pero el Señor Alessio, su maestro sastre y amigo intimo, le había pedido a sus perros por unos días, para un concurso al que cada año eran inscritos.
Podía, entonces, quedarse encerrado en casa y dejar que el tiempo pasara; quizás podría recorrer ese camino al lado de la bebida, pero no deseaba tener una recaída en ese vicio. Sabía que estar a solo era algo nefasto para él, pues era junto con el abandono, lo que mas temía. Esas dos semanas serían catastróficas para su mente.
O lo hubieran sido, de no ser por él. Al tercer día, había decido ir a su departamento en el Distrito Dorado, en donde había mas vida, pero apenas entrar al edificio, se encontró con Gael.
El Skin Changer lo había invitado a quedar con él, para jugar xbox y que no pasara el tiempo solo. Claro, había querido negarse por unos días, pero al estar ahí, frente a frente, no pudo negarse a la idea. De todas formas, le gustaba pasar tiempo con su amigo.
Así que terminó por dejar sus cosas en el cuarto de invitados, un par de maletas y su portafolio con su laptop y aparatos y así inició ese tiempo juntos; que estaba seguro, a ojos de su amigo, no creyó que se alargaría tanto y él, su intención solo era estar un día o dos, pero era tan divertido estar ahí, y quizás ver si Gael se atrevía a correrlo como era debido.
Así llegó el día cuatro viviendo ahí; despertó como era su nueva costumbre a medio día, tomando una ducha y volviendo al uso de pijamas; eran vacaiones forzadas, al fin y al cabo.
Lo siguiente sería ir a la cocina e investigar si su amigo había dejado algo rico preparado en el refrigerador o vaciar las alacenas para encontrar algo delicioso. Una bolsa de frituras y un refresco fueron su elección, después fue momento de plantarse en el sofá de la casa y ver la televisión; ¿se enojaría Gael por su tiradero?, ¿y a qué hora llegaba?
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Post by Gael Chevalier on Nov 2, 2021 4:08:20 GMT
Gael deseaba tener vacaciones forzadas. Envidiaba a Steph con todas sus fuerzas, porque al menos él no era víctima del exceso de trabajo que tenían tanto él como su compañera Taylor. Todos los días, sin excepción, se sentía con ganas de escapar volando por la ventana. Un sueño o fantasía que no podía cumplir salvo en su imaginación; el Supremo Magistrado se encontraba enfadado y solo quedaba hacer caso a todas sus órdenes sino deseaba ser desempleado.
Cansado, se reclinó en su asiento y tomó un respiro. Su oficina estaba vacía, Taylor a duras penas se había ido y su secretaria ya había regresado a casa. Gael decidió que, después de tanto papeleo, su momento había llegado y cogió sus cosas para retirarse. Entre ellas su maletín, su abrigo de lana y emprendió camino a casa a una de sus panaderías favoritas, se le apetecía comprar bizcochos de vainilla con chispas de chocolate y algunos más de puro chocolate para Stéph. Sabía que no estaba viviendo solo, después de todo su compañero pareció tomar la radical decisión de quedarse unos días mas en su departamento.
A decir verdad, por lo contrario de lo que se aparenta, a Gael no le molestaba en lo más mínimo. A veces le irritaba la suciedad, el exceso de platos sucios en la cocina, tantos sartenes que limpiar pero le agradaba el ruido en casa. No sentirse solo le servía como terapia y hasta había considerado la posibilidad de adoptar un perrito si es que Stéph se iba; porque se iría en algún punto, ¿verdad? Resignado, Gael colocó su huella dactilar en la perilla e ingresó empujando con su hombo la puerta de su casa. Según el reloj, había llegado a las 8:30 p.m. y había salido 30 minutos antes del Magisterio. No había tardado tanto como él pensó.
—Hey —saludó a su amigo apenas lo vio sentado en su sillón con la bolsa de frituras, bolsas vacías de más frituras, un tupper donde antes existió espagueti con albóndigas, unos croissants de queso con jamón y lo demás eran latas de refresco o cervezas vacías.
Gael se dispuso a dejar la bolsa de papel con los bollos en la barra de la cocina, y su maletín y abrigo en una de las sillas.
Se acercó casi a saltos hasta donde Stéph y, con ayuda de su trasero, buscó aplastar a su amigo para que se recorriera, casi soltando un grito cuando aplastó lo que era un empaque de lo que fue un pastelillo con relleno de vainilla.
—¿Solo has comido porquerías? ¿No has hecho nada para comer? —Qué iluso se sentía. Era obvio que Stéph no haría tal cosa. Con sus manos, agarró toda la basurilla que encontró y la metió en el bote de basura de la cocina. Estaba casi llena y necesitaba cambiarla con una nueva bolsa. Con cuidado, sacó la que ya había, la enrredó con un nudo y miró a Stéph con ojos perezosos—. ¿Puedes llevar esto al contenedor de basura por mi? Te haré una cena decente. —Por si acaso, y porque sentía que la mirada de Stéph volaba hasta donde creía ver, retiró la bolsa de papel lejos de su alcance y la acomodó cerca de un recipiente con frutas. Ahí había desde mangos, manzanas, melón, plátanos, naranjas y algunas ciruelas—. Esto es postre. Lo probaras después de comer.
Se acercó al refrigerador y vio la alacena. Algunas cosas como el queso y el jamón parecieron haber sido abiertas. Sacó el queso, tocino, leche, huevos y algunas papas que encontró en el cajón de verduras, después sacó una tabla y con pelador comenzó con las patatas, las cortó en rodajas finas y sacó un molde que embarnizó en aceite.
Todo lo demás era para practica y solo tardó alrededor de 50 minutos para tener la receta lista. Una especie de lasaña hecha únicamente con patatas, queso y tocino. Durante ese tiempo, no desaprovechó e hizo una crema de zanahoria y un cléricot con melón, uvas y manzana picada, que decoró con rodajas de naranja aromatizando toda la cocina con ese olor.
Picó un poco de piña para los dos como aperitivo y colocó en un plato como centro de mesa.
El comedor de su casa se encontraba en un espacio amplio, con una lámpara de luz caliente en el centro para una iluminación romántica. Gael era amante de esos ambientes, aún más si eran acompañados por velas aromáticas, que igual prefirió encender después de colocar todo en su respectivo lugar apenas la mesa estuvo lista.
—Uff, uff, caliente, caliente, caliente... —Con sus guantes de cocina llevó la lasaña de patatas gratinadas y la acomodó en el centro. Buscó un cuchillo y ayudó a Stéph a servirse y él hizo lo mismo. Primero empezaría por la crema y luego por eso; necesitaba que su lasaña de papas enfriara un poco—. Aparte de jugar, ¿has hecho algo? —Gael odiaba quedarse callado cuando se tenía compañía. Miró a Steph, quien estaba a su costado, en una de las esquinas de la mesa, Gael tenía su lugar y era en la cabecera, después de todo esa era su casa—. No sé, ¿no tienes algún hobbie secreto que no hayas querido compartir? Prometo no juzgar.
Apenas notó a Stéph la intención de servirse un poco de clericot, Gael notó que olvidó las copas de vino.
—Oh, sí, sí, espera, iré por ellas —dijo, apenas se levantó de su asiento—. Mmmm... creo que hice bastante. Sacaré mis copas más grandes.
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Post by Stéphane Gauthier on Nov 2, 2021 5:32:59 GMT
Durante su tarde había considerado distintos escenarios sobre la llegada de Gael y en todos concluyó uno mismo: recogería su desorden. Y no es que él fuera alguien sucio, no, su casa siempre se mantenía impecable, pero molestar a su amigo le era divertido y si era sincero, no estaba de humor para limpiar.
Su escenario fue el correcto y tuvo que contener una risa al ver cómo Galo comenzaba a quejarse y dar ordenes sobre la limpieza; creía recordar escenas similares cuando estuvieron en la universidad.
—Y yo pensé que me extrañaste y lo primero que haces es darme ordenes. — Un suspiro largo, casi de cansancio, pero completamente fingido —. Sino me gusta la comida, volveré a sacar toda la basura del cesto. —Una amenaza completamente vacía, porque ¿a quién no le gustaba la comida de Gael?
Hizo lo que se le pidió, además de acomodar un poco los cojines del sofá y de apilar las cajas de videojuegos que había disfrutado por la tarde. Cuando terminó, rondó la cocina solo para comprobar que el skin changer efectivamente estaba preparando una cena y no el típico sándwich que él mismo ofrecía cuando algún invitado se quedaba en casa.
Así pues, decidió corresponder un poco el gesto; tomó una ducha rápida y se vistió de una manera mas propia para la cena. No portaba una de sus capas, ni sus elegantes trajes hechos a la medida, pero sí uno de los pantalones de vestir y una camisa blanca que arremangó hasta los codos para dar un aire informal; como ultimo toque, los botones superiores abiertos.
Decidió además ayudar a poner la mesa, colocando deliberadamente los cubiertos en desorden. Y aun así, el ambiente que daba aquella mesa era el se plantearía para una cena a la luz de las velas… quizás debía poner música instrumental.
—No, no, dejame a mi traerlas. —Al estar a la mesa, no era de la clase de hombres que prefería ser servido —. ¿Quieres las más grandes?, ¿planeas embriagarme, Gael?
Encontró en una de las vitrinas en la cocina las copas y fue él mismo quien sirvió el clericot, tomando la libertad de servir una mayoría de uvas a Gael con la cucharilla de la jarra.
—Los videojuegos no son mi pasatiempo, son el tuyo. —Volvió a tomar asiento, sirviendo una cantidad considerable de lasaña y dando un sorbo a su copa —. No olvides que yo no tengo una consola.
Desde su lugar podía ver perfectamente a su amigo y no era difícil notar unos ligeras ojeras por el cansancio; le daba pena admitirlo, pero su propia inutilidad había causado que la lechuza tuviera sobrecargo de trabajo. Podría al menos tratar de ser un poco mas de ayuda en casa…
Al menos podría tratar de alegrarlo un poco, hacer que dejará de pensar en el trabajo. ¿Pero por qué? Quizo convencerse de que era una manera de pegarle por dejarlo estar ahí y por todos los problemas que su ausencia le pudo causar.
—Es difícil tener un pasatiempo en un trabajo como el nuestro, ¿no? —O quizás era cosa de él —. Ya sabes que paso parte de mis fines de semana en la sastrería, quizás algún día pueda hacerte un traje u otro de tus abrigos de plumas… tendría que quitártelas, claro.
No era propiamente lo que quería decir y a sabiendas de que su amigo gustaba de llorar por todo, decidió que debía decir algo mas; no quería lastimarlo. Probó otro trozo de lasaña, esta vez con un trozo grande de carne molida; el sabor le hizo agua la boca.
Eso le dio una idea. Se vio empujando su silla hacía Gael, invadiendo su espacio e interrumpiendo el orden de aquel comedor. Jaló también su plato, pero no sus cubiertos y una sonrisa traviesa cruzó sus labios.
—También soy un gran escultor, ¿lo sabías? —Un trago de su bebida, para fingir elegancia —. Puedo usar cualquier material… te lo demostraré, así que perdóname de antemano, Gael.
Y sus manos se tomaron la lasaña en su plato; comenzó a moldear la carne y pasta, manchando sus dedos hasta formar un figura regordeta y un tanto amorfa, con lo que parecía ser un pico mal hecho.
Con el rabillo del ojo, podía ver la cara de horror de Gael al usar su comida de esa manera, así que no tardó en dejar su pequeña obra de arte, para encarlo; manchas de salsa habían salpicado su camisa, pero era poco importante.
—Eres tú, idéntico — chupó uno de sus dedos para limpiar parte de la comida —. Mira, así te ves cuando eres una lechuza, igual de regordete y afelpado… ¿te gusta? Yo sé que es una increíble habilidad y que soy mejor que tú en ello…
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Post by Gael Chevalier on Nov 2, 2021 7:50:23 GMT
Quizás las intenciones de Stéphane era de ayudarlo. Se sintió agradecido porque su amigo fuera por las copas; Gael tomó asiento, por primera vez en calma y comiendo su crema de zanahorias con un poco de pan. No tardó tanto en acabarla, al fin agradecido por el descanso después de una gran jornada laboral. Su copa de clericot era la cereza del pastel y solo hacía falta probar el platillo principal. Con tenedor en mano, tenía toda la intención de probar el primer bocado para averiguar que tan bien le quedó, sin prevenir la aberración que seguiría después.
El primer sentimiento que invadió a Gael fue aberración, asco, terror y después una ráfaga de enojo apenas vio la sonrisa prepotente de su amigo después de hacer su intento de escultura de él. Gael intentó reír, creyendo que se trataba de una broma de mal gusto. Sin embargo, sus manos no pudieron evitar tomar la escultura, embarrarse las manos con carne molida y embarrarlo en su rostro, más que nada su boca para obligarlo a comer, manchando aún más su camisa blanca de comida. ¿Cómo se atrevía a tocar su comida?, ¿a mancillar los sagrados alimentos con su intento de escultura? No fastidiado con eso, se acercó y tomó su plato para hacer una figurita. Una escultura tonta que ni siquiera tenía forma más que de montaña con dos chícharos como ojos.
—Y este eres tú —Observó bien su obra de arte y notó que había un detalle que estaba mal—. Oh, espera —comió un chicharo—. Listo, tuerto y guapo; pero tuerto a fin de cuentas.
Observó su escultura, en vista de que Gael era el único sin comer, con su mano tomó lo que sería la cabeza de Stéph y la comió, imitando a su compañero con chupar la grasa de los dedos. Apoyó su codo y con su vista fija en la ahora grasosa boca de su compañero, pasó un dedo sobre sus labios para limpiar y seguir chupando sus dedos.
—Pup —le aventó un pedazo de comida, esta vez queriendo atinar al centro de su camisa abierta—. Pup, goooool —Soltó a reír al segundo de dar en el tono y regresó a su clericot para tomar la bebida. De la comisura escurrió un poco de vino por su comisura hasta su barbilla, manchando su ropa y pantalón con alcohol—. Come bien, a la otra mejor tomemos clase de escultura en barro y ahí puedes poner a prueba tu talento, pero con mi comida no. —Última advertencia. No sé haría responsable si volvía a jugar con su cena. Tomó su tenedor, porque él no se consideraba un salvaje que comía con las manos; a menos que se tratara de pizza—. Aunque tu escultura te quedó mejor que la mía. —Dos bocados grandes más y se deshizo de la comida del plato de Stéph. Recogió sus platos para llevarlos al fregadero y solo quedó su clericot—. Necesito un baño, me duele el cuerpo y me siento sucio. Cocinar es tan agotador —Una exageración, pero era cierto que sí se sentía cansado—. Deberías hacer lo mismo. Sé que ya te habías bañado pero te manchaste de comida a lo menso, y ni creas que lavare esa camisa blanca por ti, ah-ah. Mañana la lavaras a mano, con mucho vanish y un poco de cloro; nada de echarlo a la lavadora.
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Post by Stéphane Gauthier on Nov 2, 2021 23:22:08 GMT
En su mente había imaginado a un Gael completamente indignado y con sus mejillas rojizas e infladas ante la indignación de ver cómo su comida era usada para un juego. Pero no imaginó ver un burdo montón de comida apilada, con un solo chícharo como ojo, haciendo de él; ¡Gael siempre se burlaba de eso! Y no le era molesto, pero no pudo evitar ser él quien hiciera una mueca con la boca en señal de desagrado.
Soltó un alarido cuando vio como la lechuza devoraba la cabeza de comida de su figura tuerta y peor aun, cuando comenzó a lanzarle comida a su camisa; ¡y luego él lo tachaba de ser un sucio! Pero se mantuvo estoico y fingiendo que poco le importaba, creyendo que eso causaría al menos una reacción similar en su amigo.
—Tuerto, pero guapo —accedió, sacando un trozó de comida de entre su ropa —. Tanto que te dan ganas de comerme; demoraste mi cabeza de un bocado. —Otro sorbo a su copa, notando como estaba casi vacía —. Y no iremos a clase juntos, parecerá que estamos en la Sombra del Amor.
El mismo terminó su platillo; no quería comer alimentos fríos y suficiente era con haber jugado con ellos. Además, tenía razón el skin changer o al menos en una parte; ambos necesitaban un baño, pues tenían la similitud con un niño que apenas comenzaba a usar cubiertos.
—Ve a darte un buen baño, yo limpiaré la cocina —era lo menos que podía hacer —, anda, apresúrate que no quiero oler tu plumaje impregnado de lasaña, anda, anda.
Pronto se vio solo, su amigo por primera vez en toda la semana haciendo caso. Se apresuró a hacer lo que prometió, recogiendo la mesa y encargándose de colocar los platos en el lavavajillas, ¿qué Gael había automatizado todo en esa casa? A veces creía que su amigo hacía un derroche de dinero, pero quizás era algo natural en un joven que había crecido en un ambiente acomodado.
El lavavajillas marcaba un conteo de treinta minutos, lo cuál era un tiempo suficiente para que él se diera una ducha. Las sobras ya habían sido guardadas y aunque aun había un par de cosas fuera de lugar, no era nada de qué preocuparse. ¿Y si le llevaba a Gael otra copa de clericot? Aun había suficiente para otras dos copas y por vivencias previas, sabía que el skin changer disfrutaba de esos detalles al tomar un buen baño.
Sirvió las dos copas, yendo directamente a la habitación de la lechuza. Todo estaba en penumbras, apenas siendo iluminado por la luz de la mesita de noche. Para Stéph ese no era un problema e incluso se sentía feliz ante el ambiente, quizás solo interrumpido por el suave sonido de música saliendo del baño.
Tal vez no debería interrumpirlo, tal vez debía dejar la copa sobre el tocador y marcharse al cuarto de invitados, pero también podría…bueno, estaba aburrido. Sí, dejaría las copas a un lado y haría su pequeña travesura.
Al igual que las bebidas, su ropa quedó de lado y su cuerpo comenzó a cambiar hasta unirse a la misma oscuridad; así se sentía como su yo verdadero, pues eso era y así, podía ser silencioso al desplazarse. Ni siquiera tuvo que abrir la puerta para entrar, pasando por la pequeña rendija debajo de esta.
El baño era iluminado por algunas velas y una mini bocina ya hacía sobre una repisa. Fue fácil ver a Gael en la bañera, relajándose después de un día tan pesado.
Él se movió aun siendo una sombra, acercándose primero a las velas. La luz le fue molesta, como si tuviera la mano sobre la misma flama, pero sería momentáneo; un pequeño soplido y el lugar quedó en completa oscuridad. De ahí, se movió hasta la bocina, materializando su mano sobre el botón, antes de volver a tomar su forma de sombra.
¿Gael estará sintiendo miedo? Quizás ni siquiera lo había notado, pues no había escuchado ni una sola palabra de su boca. Se deslizó hasta el borde de la tina y ahí, sus ojos que solo parecían una mancha amarilla y otra blanca, se posaron sobre su amigo. Que fuera una sombra, no significaba qué podía ver entre la oscuridad, pero si podía sentir la presencia del otro y si no se equivocaba, prácticamente estaba a su lado.
—Gael, Gael… —Comenzó a susurrar, su voz como si proviniera de la nada —. Gael…
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Post by Gael Chevalier on Nov 12, 2021 22:16:51 GMT
De regreso a au habitación, desabotonó con una mano su camisa y con la otra le hebilla de su cinturón. Poco a poco, se fue despojando de cada prenda hasta que esta cayó al suelo. La levantó con cuidado, la dobló y la metió al cesto de la ropa sucia; no sin antes escribir en un post-it una nota de "lavar a mano" sobre la camisa. Gael se consideraba un hombre pulcro y, no es que lo hubieran obligado a serlo, simplemente sabía que no podía vivir con desorden si, como hombre soltero, vivía completamente solo.
Desnudo, buscó su pijama azul de satín, bien doblada, y la dejó sobre el mármol de su enorme lavamanos que estaba casi vacío salvo por la decoración de una toalla en forma de cisne, papel de baño sin usar, un bote con jabón de manos, un cepillo de dientes y un exprimidor de pasta dental de hello Kitty.
Ruido en la habitación comenzó a escucharse por la llave del agua abierta para llenar la tina con una temperatura ideal de agua caliente. Usó solo luz caliente en su baño, su tono de luz preferido para esa clase de momentos de relajación; y de una repisa alta buscó una esfera de color con envoltura de plastico; tuvo que abrirla antes de soltar la esfera en el agua para generar burbujas con el vapor. De un bote de cristal había sal de mar rosado y espolvoreó una buena cantidad y se encargó de revolver con una de sus manos.
Gael levantó la vista, volteó con su cabeza a todos lados en busca de algo en particular y, al encontrarlo, tomó el control remoto oculto cerca del papel de baño en el lavabo y encendió una bocina cerca de las esferas de burbujas y sales de mar. Solo necesitó de su celular para anclarse al bluetooth y poner su playlist de Spotify. Se encargó de apagar la luz del cuarto y cerrar la puerta del baño y, ya dentro de la tina, tomó su celular para dar play a la primera canción: Careless Whisper de George Michael.
Cerró sus ojos por unos segundos. Seguro de que su día ya había terminado y solo encontraría relajación. Sediento, volteó para buscar su copa de cléricot, sorprendido al recordar que la dejó en el comedor y no podría volver por él hasta después de su baño. Suspiró, resignado; apoyó su cabeza en el respaldo y tarareó la canción, su voz baja para evitar que Stéph pudiera oírlo.
—Maybe it's better this way, we'd hurt each other with the things we want to say... —Las velas se apagaron en un solo soplo. Gael se enderezó con cuidado, aún podía escuchar el resto de la canción, pero solo duró unos segundos antes de escuchar silencio—. ¿Stéph? —Nada. Solo silencio.
Como un eco, su propio nombre comenzó a oírse. Gael se alejó a la zona más esquinada de su tina, miró a su alrededor pero seguía sin poder oír nada.
—Stéph, ya basta, no estoy jugando. —Los susurros no cesaron. Gael seguía sin poder ver nada en la penumbra; por lo que solo quedaba una simple opción—. Siri, enciende la luz.
Una luz blanca iluminó todo el baño y Gael fue capaz de ver la sombra de Stéph y lo notó esconderse. Creyó haberlo visto pasar por debajo de la puerta, hasta el otro lado. Gael sabía que Stéph volvería a su forma humana y, con algo de fastidio, Gael se levantó de la tina y con el cuerpo mojado y sin secar abrió la puerta.
—Ni chilles, te dije que te advertí, ¿qué rayos te pasa?, ¿acaso quieres perder el otro ojo? —No lo decía en serio, pero Steph se aprovechaba del pánico que a Gael le daba la oscuridad y lo sabía—. No está bien, bro. Me estaba dando un baño bien a gusto y ahí vas con tus bromas... ¿oye? ¿Me estás oyendo? ¿por qué siento que no me estas prestando atención...? —La cara de Gael se alargó. Estaba desnudo, ¡desnudo! Delante de su compañero y amigo forzado de casi toda la vida. Su rostro se tornó rojo y su primera reacción, en lugar de esconderse fue levantar los brazos y quedarse quieto. Levantó su cara para encontrarse con los ojos de Stéph, después bajó para ver sus propias partes bajas y de nuevo enderezaba la mirada para encontrarse con un Stéphane sorprendido y estupefacto.
La pregunta para Gael era, ¿qué se debían hacer en esos casos? Su propio cuerpo reaccionó natural:
—¿Qué? ¿No habías visto un tamaño como ese? Lo sé, lo sé... —Elevó una media sonrisa y colocó una mano en su cadera—. Colosal, ¿eh? La enfermera que ayudó en el parto le dijo a mi mamá que estaba bien dotado en cuanto vio que me dio a luz. —Estaba nervioso, ¡y no sabia como esconderlo!—. «Oh por dios, oh por dios». —era todo lo que Gael podía pensar en ese momento—. Ya, bro. Se me olvidó mi toalla, ¿ok? —En ese momento Gael recordó que en ningún momento llevó su toalla al baño. No tenía ninguna porque la había lavado pero había dejado una limpia sobre la cama, que no tomó por llevarse solo la pijama—. ¿Pu-puedes pasarme esa, por favor? Estoy sintiendo friesito.
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Post by Stéphane Gauthier on Nov 18, 2021 2:26:09 GMT
No era fácil ver en la oscuridad, pero la sombras eran parte de él y casi podía sentir a Gael en ellas, por no decir que su voz con una pizca de terror se hacía presente. Su amigo siempre había sido un poco cobarde y recordaba muchas veces haberse burlado, llamándolo gallina en lugar de lechuza.
Ahora solo tenía que extender su mano y arañar sutilmente el hombro de Gael; seguro eso lo asustaría mas, aun si Gael sospechaba que era el causante de todo.
"Siri, enciende la luz."
Eso fue suficiente para que él mismo se abalanzara hacía atrás en un chillido mudo, lleno de terror. Su instinto fue buscar cualquier rincón donde meterse; debajo de una repisa, del lavamanos o donde fuese, pero el moderno y tonto baño de Gael no tenía ni un solo lugar para ello.
Por suerte, el sistema de luz controlado por Siri encendía gradualmente para no lastimar la vista del usuario y apenas sintió su esencia siendo quemada, su cuerpo volvió a materializarse en el de un hombre, quedando en el suelo completamente aturdido y con su mirada fija al frente, de donde Gael salía de la bañera.
Claro, lo normal sería estallar en furia al casi morir a manos de Gael… quizás estaba exagerando, pero se entendía el concepto. Pero no, ahora estaba viendo a su amigo completamente desnudo ante él y lo único que pudo hacer como reacción, fue pasar sus ojos a la virilidad de la lechuza y tragar saliva; ¿no estaba muy cerca?
Sus mejillas ardían y él no era capaz de apartar la mirada. Al menos podía notar una pizca de nerviosismo en el magistrado del distrito aéreo. Solo pudo reaccionar ante la petición, bajando la mirada a las piernas un tanto velludas de su amigo.
—¿De qué enfermera hablas? Seguro naciste de un huevo, Gael —hizo uso de sus manos para ponerse de pie, mareado un poco ante la sensación de luz.
Y como no quería avergonzarse más, acató lo dicho, saliendo del baño en busca de la toalla. La sobria y casi nula iluminación en la habitación le recibió, haciendo sentir un poco mejor y siendo suficiente para hacerle centrar sus pensamientos.
Hacer una broma no fue su mejor idea, pues Gael había pasado un día duro en el trabajo y no necesitaba de un molesto inquilino para arruinarle la noche. No, debía de ayudarle. Debía comportarse. Tomó la toalla inmaculadamente blanca y volvió al baño con ella.
La razón le dijo que debía entregársela a Gael y salir de ahí, darle su espacio, pero él optó por ir a su lado y envolverla en ella, dando suaves palmadas en los hombros para generar confort.
—Ven, vamos a la habitación —y como siempre, no esperó respuesta de su amigo.
Recogió el pijama y salió con él, dejándolo sobre la cama y señalando con una mano un espacio en el colchón para que tomara asiento. Sabía que su mirada, carente de ojo, era lo suficientemente severa para que no le llevarán la contraría en acciones tan pequeñas, así que esperó a que lo hiciera.
—Eres un inconsciente, ¿qué harás sin un Stéph en tu vida? — comenzó ayudándole a secarse el pelo, sin atreverse a mirarlo —. Yo, toda amabilidad que solo iba a ofrecerte la copa de vino.
De ahí le fueron los hombros, los brazos y el pecho; bajó más y más, contemplando esa piel blanca, de un tono sano y parte de un cuerpo atlético. No había notado en todo ese tiempo lo mucho que su amigo cuidaba su apariencia, quizás porque nunca había aceptado ir al gimnasio con él. Pero no se atrevió a bajar mas allá de la cintura, dejando la toalla sobre su regazo y sin siquiera espiar un poco.
—Tú secáte ahí; tienes manos —de nuevo nervioso y atinó a dar la vuelta en busca de las copas; un trago era lo que necesitaba y estaba seguro de que el rubio también—. Y que sepas que no eres tan impresionante, yo soy más.
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Post by Gael Chevalier on Nov 26, 2021 18:31:43 GMT
Aún después de aquella clara vergüenza y momento incómodo para los dos, agradeció que Stéph no le recriminara nada desde un inicio; nervioso y claramente confundido, pensó que Stéphane se iría de su habitación apenas le pasara la toalla pero no, muy por el contrario lo jaló consigo al cuarto por no decir que casi lo empujó para tomar asiento. Desde ese punto, para Gael fue inevitable sentirse como un niño regañado por sus padres, cerró sus ojos por el frote de la toalla en su cabello, por la forma de secarlo de los hombros al abdomen y las mejillas del skin changer se tornaron rojas al creer que Stéph tuviera la clara intención de ser él quien...
Error. Y por un momento sintió un grato alivio. Tomó la toalla y comenzó a secar sus partes nobles y parte de la espalda con la toalla, cada vez sintiendo menos vergüenza porque, si ya lo había visto desnudo, ¿qué otra pena podía cargar?
Ante su comentario, fue inevitable para Gael bufar y soltar una carcajada.
—Eso diría alguien con envidia. —Se puso en pie, aun sin vestirse pero con la toalla en la cintura, caminó hasta Stéphane y pasó su mano sobre la de su amigo en un desliz tan suave como una acaricia, sus ojos apenas encontrándose con el par del shadow walker; aprovechó ese momento de distracción y agarró una nalga de Stéphane para hacerlo saltar y quitarle la copa en un arrebato rápido, sin derramar ni una sola gota—. Esta es mía, tiene más que la otra. —Dio la vuelta y comenzó a alejarse, ¿era su idea o la retaguardia de Stéphane era tonificada y redondita? Bueno, ¿importaba? Gael llevó la copa a sus labios y dio un trago, sin poder dejar de pensar en la sensación de su mano—. Y esta bien... perdón por casi matarte —dijo casi en susurro, avergonzado por eso y por el show privado que entregó, aunque eso no pensaba decirlo—, de todos modos si te asesinara, recibiría una demanda de parte de mi propia madre por crimen de odio o algo así. No puedo matar a su casi hijo favorito. —Se sentó en su cama, con la espalda pegada al respaldo y de nuevo dio otro largo trago, esta vez tomando un pedazo de melón para masticarlo. Gael soltó aire y sonrió ante la acidez y dulzor de la bebida entre sus labios—. Confesaré que tenerte aquí no es tan malo. En casa solo me aburro porque termino jugando FIFA, Warzone, veo películas de comedia romántica, me deprimo en mi propia miseria y cocino cosas que no comere pero... hacer todo eso con compañía se siente diferente. Al menos ahora no acumulo comida en el refrigerador por mi goloso roomie. —Soltó un ronroneo a modo de juego para fastidiarlo, porque eso era lo que hacían siempre, ¿no? Bromear pesado, tratarse mal y apenas tolerar al uno y el otro. Después de pensarlo un segundo, levantó el mentón y habló en alto—. Siri, apaga la luz del departamento.
El baño se quedó en penumbra al igual que el resto de la habitación y toda la casa. Era consciente que después de ser casi incinerado, Stéph estaba haciendo muecas extrañas por el reflejo de la luz del baño. Gael pensó que necesitaba un poco de oscuridad.
—No bebas con luz después de ser aturdido, te puedes marear —sonó a una petición, pero Stéph podía interpretarlo como le diera la gana. En la oscuridad Gael volvió a levantarse y se terminó su bebida en un par de tragos más, casi no tenía pedazos de fruta por lo que la copa quedó casi vacía—. Además soy una lechuza, tengo buena visión aunque no sea nocturna; estoy acostumbrado a la noche.
Pasó a lado de Stéph y palmeó su hombro, le quitó su copa apenas se cercioró que no le quedaba tanto vino y Gael se encaminó fuera de su habitación para volver a la cocina; pensó en dejar los trastes sucios y regresar a la cama. Era tarde, necesitaba dormir pues los próximos días serían difíciles. Al notar que Stéph seguía casi donde mismo, Gael creyó que no podría verlo quitarse la toalla por lo que se despojó de ella y comenzó a ponerse la pijama.
—A dormir, Stéph, a menos que... —alargó su última frase y observó a Stéph por el rabillo del ojo, o al menos creía ver su silueta, no estaba seguro—, ¿quieres hacer algo?
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Post by Stéphane Gauthier on Nov 28, 2021 2:47:42 GMT
Creyó que iba a obtener reproches por atreverse a tanto, pero bonitas palabras salir de los labios de Gael sobre "que no era tan malo" el tenerlo ahí, e incluso ofrecimiento de una copa más llena y el atenuar las luces para su comodidad.
Sintió vergüenza, porque no creía que alguien como Gael debería ser tan condecendiente con él. También sintió culpa, porque él no era ni por asomo así de considerado con su amigo y si lo pensaba, muchas veces había sido realmente molesto y prepotente con la lechiza. Incluso el casi ser quemado por luz, no parecía tan malo al lado de tantos años de peleas.
—Lo dices como si de verdad fuera tan tragón. —En la oscuridad, creía que Gael no podría notar como escondía la mirada; creía que era una exageración el que la oscuridad no le molestara a la vista —. Es solo, que en casa no hay mucha comida tan rica como esta y...
No debía balbucear. Y tampoco debía quedarse como un idiota parado en medio de la habitación. Tenía que decidir si irse a su habitación provisional o si debían hacer algo más, pero, ¿qué? La realidad es que como un buen invitado, debía dejar descansar a Gael, pero había pasado todo el día solo, aburrido, jugando… ¿cómo lo dijo Gael?, ah, sí, FIFA, Warzone, viendo películas y deprimiéndose en su propia miseria. No quería estar solo más tiempo.
Se vio acostándose al lado de Gael, como si ese momento vergonzoso de hacía un momento donde le había secado, no existiera. Y probablemente no lo volvería a mencionar en mucho tiempo.
—Una vez hicimos un fuerte, ¿lo recuerdas? —Su mirada estaba completamente fija en sus pies, como si fueran lo mas interesante en el mundo —. Uno de almohadas, una vez que me quedé a dormir en tu casa.
Habían sido los primeros años de universidad, antes de decidir rentar una de las habitaciones de estudiantes y compartirla. La madre de Gael solía invitarlo a dormir, por miedo a que viajara solo hasta el distrito noche, mas aun cuando en esa época vivía en una de las peores zonas del distrito.
—Me hablaste de la tóxica, ¿la recuerdas? La Bestia. —Quizo contener la risa, pero no salió —. Apenas la habías conocido y estabas tan enamorado de ella.
Se encogió de hombros y dio un sorbo a su bebida; no habían pasado tantos años realmente de eso, considerando lo mucho que los selenitas podían vivir, pero aun así, parecía muy lejano.
—Hablamos de experiencias después de ello y me dio tanta vergüenza admitir que yo jamás había estado con nadie, que te mentí. —De seguro si miraba a Gael habría una expresión de indignación por una mentira, o quizás ya era irrelevante; no lo miró —. Tuve el próposito de cumplir lo dicho esa semana, pero no fue fácil...
Cerró los ojos, no había mucha diferencia para él pues incluso en ese negro profundo, se sentía como en casa. ¿O era por el lugar? La realidad es que siempre se había sentido cómodo en compañía del skin changer y ese día no era la excepción.
—Yo quería contarte algo sobre mis ligues, crushes y así, pero nunca tenía nada para decirte y hoy no es la excepción —un largo suspiro, cansado de que la historia se repitiera —. Así que, ¿por qué no me cuentas de los tuyos? Tu amorcito o alguien antes, incluso de la Bestia...podemos hacer un fuerte como aquella vez.
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Post by Gael Chevalier on Nov 28, 2021 4:51:16 GMT
Notar a Stéph en cama le sorprendió, porque él creyó que sería a recostar a la habitación continua, la de invitados. No obstante, tenerlo a su lado le trajo viejos recuerdos de su juventud: de ambos en casa con pan dulce recién horneado por su mamá, con cocoa que ella misma había hecho para él y Stéph, de quien sabía que amaba el chocolate. Había aprendido que siempre que se contaba con su visita debían tener pan para él, al inicio le parecía una idea molesta sobre el porqué debian concentir tanto a ese invitado, cuando la realidad es que por su situación económica no era capaz de disfrutar de esos deleites. Desde entonces, Gael solo le dice a Stéph que es un goloso como una broma, pero la realidad es que no lo culpa.
—¿Un fuerte? —preguntó, tratando de recordar—. Ah... es verdad, hicimos un fuerte e iluminamos todo apenas con unas linternas. Ese día quitaste mi almohada favorita y yo me comi algunos de los chocolates que te regaló mi mamá. —No tenía nada en la cocina que pudiera servir como golosina, pero podían hacer un fuerte, justo como ese día—. ¿Quieres...?
Cayó en el momento en que oyó a Stéphane hablar de aquel día, de esos momentos donde ambos se sentían unos adultos y comenzaron sus platicas sobre chicas, fiestas, la universidad y el sexo, este último como tema principal la mayoría de las veces por insistencia del skin changer. Ahora no sabía que decir; ¿todas esas pláticas se habían dicho a base de mentiras? Seria mentira para Gael el decir que se siente indignado porque, de alguna manera, al igual que Stéph, la lechuza desvió la vista con vergüenza.
—Yo... —guardó silencio, no sabía por dónde empezar—. Esa vez también te mentí... —Soltó un suspiro, cerró los ojos y comenzó a hablar—. ¿Te acuerdas de Diana la rara? La que decía todo ese primer año que el mundo acabaría en el 2012. Bueno... con ella fue con quien me acosté, La Bestia no me hizo caso hasta que me creció la barba y la comencé a rasurar decente. —Eso último sucedió poco después en ese mismo año; y Gael sospechaba que realmente se fijó en el cuando notó que su abuelo era un magistrado—. Me acuerdo que me emocioné porque, bueno, quería contárselo a alguien pero no quería decir que fue con ella, claro que La Bestia se fijó en mi en algún momento, ¿quién no? Pero yo no quería que pensaran que no era tan cool. —Ya no le daba vergüenza decirlo, pero en ese tiempo se habría sentido un perdedor. Su vida diaria ya no era llena de fiestas y sexo; había crecido—. Ahora... no puedo decir que no tenga cierta popularidad pero, me he descuidado mucho, ya no me rasuro bien, ya no miro a otras mujeres... —soltó aire y se dejó caer en la almohada. Mantuvo sus manos en el pecho y siguió observando a la nada—, no he podido pensar en nadie por 2 años que no sea a mi Hester.
El recordatorio de aquella hermosa mujer vino a su mente: su cabello negro, siempre peinado al lado izquierdo con pequeñas ondas en su cabello ondulado, sus ojos tan oscuros como la noche y sus labios rosados siempre sonriendo. Aunque era sencilla a sus ojos, le parecía la mujer más encantadora del mundo y, aunque los años pasaran, seguía creyendo lo mismo.
—Lastimosamente ella me rechazó, hace años, pero quise insistir en conquistar su corazón. —Observó a Stéphane, apenas girando un poco la cabeza pero solo pudo observar bien su silueta. La realidad es que no podía verlo bien—. Pero eso no pasará —giró su cabeza, de nuevo para mirar al techo—, así que soy un hombre libre, siempre lo he sido, aunque no puedo dejar de pensar en ella. La visito todos los Jueves pero nada cambia ni cambiará, así que sí, tampoco tengo algo que contar.
Se apoyó de sus manos, buscó acomodarse para acostarse de lado y con su codo y mano apoyó su mejilla para enfocar toda su atención en Stéphane. Aunque no pudiera verlo, entre la oscuridad Gael sonreía para su amigo. Ambos habían pasado casi toda su vida juntos y tenían casi el mismo destino de una pésima vida amorosa.
—Asi que, quien sabe, quizás eso es un indicio de que lo mío posiblemente sean los hombres. —Llevó su otra mano a su cabeza, comenzó a rascarse e hizo una pequeña mueca—. Digo, en la oficina besé a Eunsoo, Taylor me parece muy atractiva y quizás he pecado un poquito buscando imágenes viejas de un joven y guapo Brad Pitt. —No quiso reírse, algo que fue imposible. Había pasado tantos años diciendo que él era heterosexual, que jamás había estado románticamente con un hombre; una gran mentira. Gael todavía tenía un secreto y se acordó justo en ese momento para contarlo—. ¿Recuerdas por qué terminé con la tóxica? —Aspiró alto y soltó un suspiro—. Si fue porque estaba loca y era una acosadora, solo que esa solo era una parte de la razón. —Trago seco y, por un momento, deseó que su copa aún tuviera vino para dar un trago—. En una fiesta de la facultad ella llevó a su hermano mayor: se llamaba Javier. El chico era agradable, muy apuesto y entre platicas una cosa llevó a la otra... terminamos en un armario. —Apretó los labios en una fina línea y continuó—. No hicimos nada. Estuvimos a punto cuando me encontró con él besándonos como bestias. Tenia mordido el labio gracias a él y aunque ella no quería creerlo, tuve que terminar la relación. Después me enteré que ella y su hermano tuvieron una horrible pelea y ambos intentaron contactarme, más tarde quisieron convencerme de tener una relación poli amorosa pero no acepté. No estoy tan loco para andar con dos dementes. —Claro, aunque las cosas se complicaron con el tiempo porque ambos se fueron contra él e hicieron parte de su vida universitaria imposible hasta que los padres de ellos los obligaron detenerse, posiblemente por amenazas de su abuelo. Gael no iba a negar que había sido un mal novio, pero tampoco pensaba hacer a nadie sufrir—. Terminé tan afectado que desde siempre he dicho que no soy gay, pero a estas alturas pienso que realmente no tiene nada de malo. —Pasó su mano por el cabello mojado para peinarse. Esa noche había confesado demasiadas cosas, algunas que ni siquiera Clara sabía de ellas—. En tu caso no sé como descubriste que eras gay; yo estaba seguro que no lo eras, pero en fin. Sé que lo eres porque estuviste de ofrecida conmigo en chat e ignoraste vilmente a una mujer como nuestra Clara, hasta crees que lo he olvidado —entrecerró los ojos, con la intención de juzgarlo aunque no pudiera verlo—. Eres una zorra.
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Post by Stéphane Gauthier on Nov 29, 2021 5:37:35 GMT
A Gael lo conocía desde su infancia; de sus primeros recuerdos era ver al niño de rubios cabellos pasear por el Magisterio en compañía de su abuelo. Entre esos recuerdos antiguos, estaba el de compartir golosinas entre los escritorios de la Flor de Lys con la lechuza y la valkiria de blancos cabellos; manos pequeñas pasando caramelos y compitiendo por quién podía comer los más picantes.
De ahí, estaba seguro que en cada etapa de su vida, sus amigos habían estado cerca y a Gael, que quizás por ser hombres y vivir el mudo código de bros que todos los chicos llegaban a tener, creía conocerlo mejor que nadie.
Así que saber esos nuevos detalles de la vida de Gael fue algo impactante, incluso sintió que se ahogaba con su bebida. Y es que sabía de la existencia de Hester o al menos, que supuestamente la lechuza tenía un amorcito con ese nombre a la que veía cada jueves; no la conocía y no sabía de nadie que la hubiera visto, pero Gael no dejaba de hablar de ella.
¿Pero lo demás? Algo completamente nuevo y que le hacía pensar que Gael era una persona completamente diferente a la que él creía. De nuevo culpa, porque sentía que esas eran cosas qué amigos se podían decir, aunque si lo pensaba, habían pasado gran parte de su peleando y jamás habían puesto en palabras que tan amigos eran; al parecer eran menos cercanos de lo que creyó.
—¿Javier? —aspiró aire, conteniendo un sonidito que reflejaba asco —. Si lo que dicen es cierto, no te perdiste de mucho; dicen que lo tiene chiquita —levantó su meñique, para ejemplificar —. Aunque lamento que lo hayas escondido durante estos años; qué hayas aparentado que eres completamente straight, por una mala experiencia. No debería así.
Quería creer que de haber sabido, habría apoyado a Gael en ese momento, pero lo cierto es que le hubiera dicho un simple “gobiernate” y lo habría incentivado a seguir con su vida, como si nada. Ahora entendía porque no eran tan buenos amigos como creía.
—Pero no soy una zorra, Gael —se movió para tomar una almohada, golpeándolo en el rostro —. Ni me ofrecí a ti; ese fuiste tú, dando tus indirectas, pero no es como que hicieras mucho… y para aclarar, ni siquiera eres mi tipo.
Dejó la copa aun lado, y terminó por abrazar la misma almohada que había usado para golpear al dueño de la casa. Olia a esos baños aromaticos que su amigo que se empeñaba a tener cada día y el tenerlo tan cerca, lo hizo sentir confort en su pecho.
—Se que Clara es de las mejores, sé que cualquiera quisiera salir con ella y que yo soy un tonto por rechazarla… pero simplemente no quiero vivir una mentira, ¿sabes? —No, no era todo —. Además… sé que ella no se aprovecharía de mi posición, pero no me puedo sacar esa idea porque… —No, no quería decirlo —. Por cosas, Gael.
Soltó un largo suspiro; no quería ni siquiera pensar en la lista de personas que lo habían hecho pensar de esa forma. Y muy en el fondo, volvió a envidiar a Gael como en su infancia, solo que esta vez, en lugar de hacerlo porque la lechuza tenía una madre, ahora lo hacía porque estaba enamorado de una manera pura. Seguro que de sentirse así, su paranoia de ser utilizado no existiría.
—¿Recuerdas a Markus? El muchacho moreno, hijo de la familia que me acogió un tiempo en la adolescencia. —Esperaba que sí, Markus muchas veces había ido a recogerlo a la casa de Gael, cuando se quedaban a estudiar hasta tarde —. Por el supe que me gustaban los hombres… te hubiera dicho en ese momento, pero no lo vi importante.
Se empujó con las piernas para acomodarse de otra manera, esta vez recostándose sobre su estomago y encarando a Gael. Desde ahí aun podía ver el cabello húmedo y se vio sonriendo al ver como no lo había secado de manera correcta; sin duda se esponjaría.
—Tengo planes, ¿sabes? —Recostó su cabeza en la almohada y jugueteó con una hebra que sobresalía del almohadón —. Algún día dejaré el Magisterio, sé que no le puedo dedicar toda mi vida y cuando así sea, me iré lejos y seré un ermitaño, donde los temas románticos no me alcancen — sonrió; sin duda parecía un anciano hablando —. ¿Quisieras ir conmigo? Eres un ave molesta y vanidosa; tengo la sospecha de que eres un pavo real y una lechuza, pero… me ha gustado vivir contigo estos días…
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Post by Gael Chevalier on Dec 2, 2021 19:13:37 GMT
Levantó sus manos para amortiguar el golpe, fue fuerte pero solo provocó que el rubio echara a reír. Pensó en devolverle el almohadazo, desistiendo a pocos segundos debido a que estaba usándola para recostar su cabeza. Después solo dedicó a mirar a Stéph detenidamente, sus ojos ahora acostumbrados a la oscuridad. Lo notó tranquilo, sus ojos fijos en la nada y con una respiración tan calmada que resultaba envidiable. A sus ojos, su compañero y casi mejor amigo le parecía ser una persona de un porte envidiable. Aunque era apuesto y atraía la mirada de sus compañeras y compañeros de trabajo, siempre se mostraba con convicción, su barbilla en alto y jamás se retractaba de sus palabras. Ese es el tipo de porte que su abuelo esperaba de él: de un hombre firme y con carácter, aquel que impusiera con su presencia así como lo hacía el Shadow Walker. Consigo habría tenido el mismo impacto que todos sienten cuando lo ven: temor y respeto. Solo que, al verlo tan tranquilo y relajado como en sus días de juventud donde hablaban bajo su fuerte de mantas y almohadas, lo volvían afortunado por ser capaz de conocer una versión de Stéph que muy pocos habían visto.
—Hey... —iba a decir algo, pero calló apenas su amigo siguió relatando su historia. Recordaba a Markus, el chico de la casa de acogida, con una sonrisa llena de soberbia pero con una mirada que parecía querer engullir lo que observaba. Gael hizo memoria de todas las veces que lo veía y como su piel se ponía de gallina, una señal de mal agüero. Jamás le cayó bien—. No sé por qué, pero un instinto mío siempre me decía que él era extraño y distinto. No era auténtico y siempre... al menos cuando estaba contigo, siempre parecía mirarme como tú a veces lo hacías conmigo: con envidia, pero también odio. Jamás sabré por qué. —No dijo más. Solo observó a Stéph, estaba vez cara a cara con su última propuesta. ¿Quería dedicar el resto de sus días en ser un ermitaño? Gael no le podía creer—. ¿Tú y yo juntos en una cabaña en medio de la nada, solos, sin hombres y mujeres, en medio de un bosque con puros animales? —Alzó ambas cejas y la comisura de sus labios comenzó a elevarse—. ¿Me quieres ahí como esposa y esclava sexual? No te conocía esas mañas —ronrroneó para él a modo de juego y soltó una risotada tan alta que seguro era suficiente justificación para ganarse otro almohadazo—. Espera, espera, no me golpees, todavía no te respondo. —Llevó una mano a su estómago. Necesitaba calmarse—. Si no encuentro una pareja para entonces, está bien, acepto. —Asintió, firme y seguro—. Pero no cocinaré todos los días, y cuando lo haga tú lavas los platos.
Después de eso, una cómoda risa y un par de silencios llenaron la habitación. Gael pateaba los pies de Stéph para que no invadiera su lado de la cama y a propósito él subía sus pies sobre las contrarias con el único fin de molestar.
—No te encabrites, yo duermo entrepiernado. —Volvía a poner su pie, una y otra vez sobre la pierna del pelinegro. Lo haría hasta que se hartara y mientras tanto, después de un bostezo, Gael prosiguió—. Y sobre la indirecta que te hice en chat, esta bien, fui yo; pero tú aceptaste experimentar conmigo "cosas de gays". —Dejó caer su cabeza sobre la almohada, sus ojos cada vez más adormilados y acercándose un poco más hacia Stéph. Gael estaba acostumbrado a dormir en medio de la cama, y sintió natural querer hacerlo aunque su amigo durmiera junto a él—. Así que si aceptaste, quiere decir que te gusto... un poquito. —Se removió en su lugar. Plumas comenzaron a aparecer en el cuello del rubio, a modo de colchón. Estas cubrían hasta el pecho, del cual salían varias de sus plumas—. Yo sabía que te traía loco.
Y durmió, a dos segundos de su última frase su cuerpo descansó, dejándose caer en un sueño profundo que haría difícil para él volver a despertar en un par de horas. Por costumbre, levantó sus brazos en busca de una almohada qué abrazar, encontrándose con el cuerpo de su amigo, a quien lo rodeó con un brazo y dejó su cara caer en su pecho.
Posiblemente al siguiente día Gael se despertaría confundido pero esa noche sabia que tendría un muy buen y relajante sueño.
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Post by Stéphane Gauthier on Dec 9, 2021 0:28:20 GMT
Gael siempre le había parecido alguien sumamente parlanchín, tanto que a veces creía que no era una lechuza, sino un perico. Porque ahí estaba, hablando y hablando sobre “cosas gays” y él no podía hacer otra cosa mas que mirarlo, mientras sentía sus mejillas calientes.
Era una lechuza habladora sí, pero había cierta verdad en sus palabras. No en el lado de que lo quería como una esposa y esclava sexual, ¡claro que no! Solo alguien como Gael podría tener semejantes ideas. Pero, no le desagradaba el escenario de Gael cocinando y él lavando platos; peor, no sentía ganas de debatir ese poquito.
¿Y si era cierto?, ¿y si de verdad lo traía..? No, no podía ser así. Seguro su tren de pensamientos iba por ese camino por los días que tenía viviendo ahí. Si seguro era por eso y era su deber debatir que no lo tría loco.
Lamentablemente, se dio cuenta que Gael ya estaba completamente dormido, como si de un bebé se tratase. Su respiración era lenta, calmada, señal de un buen sueño y las plumas de su cuello eran tan abultadas, que apenas y le dejaban ver el apacible rostro desde ahí.
Maniobró lo mejor que pudo, contando que tenía una pierna de su amigo encima, todo para tomar las cobijas y cubrirlo con ellas. Por ultimo, se empujó un poco más, para esta vez poder ver por completo toda la cara de su amigo, viéndole por unos segundos.
¿De verdad..? Nuevamente se vio negando, porque era algo que no podía ser. Gael no era nada para él más que un amigo, quizás el más antiguo que tenía, pero no podía pasar de ello. Y era así, ¿por qué le estaba dando un beso en la frente? “De buenas noches” trató de convencerse, antes de ser él quien cerrara los ojos.
Nunca había sido bueno manteniendo su forma corpórea al dormir, de hecho, tenía que estar concentrado para mantenerla por completo, quizás porque nunca tuvo a nadie que le enseñara a hacerlo. Así que momentos como aquel, era común que algunas partes de él se unieran a las sombras, como era en ese momento su mano, parte de su abdomen e incluso una de sus piernas.
Tranquilidad y completa calma, eso es lo que había en su sueños, algo que no estaba acostumbrado, pero no iba a negarse a la calidez que sentía. Su mente se negaba a dejarlo ir porque tenía tanto sin dormir tan plácidamente.
— Es hora de levantarse — una aguda voz se escuchó en toda la habitación.
Al instante, las luces comenzaron a prenderse de manera gradual, pero lo suficientemente rápido para que él no tuviera tiempo de reaccionar. Sintió la quemadura en su brazo y en un costado por culpa de la luz y con un chillido, se arrojó de la cama para arrastrarse debajo de ella, buscando la seguridad de la oscuridad.
Su cuerpo había vuelto a ser corpóreo por completo, pero ahora sentía las partes donde la luz de las lamparas habían tocado, arder. Sujetó su brazo contra su cuerpo, sabiendo que tendría quemaduras, aunque de seguro no pasaría más allá de una de segundo grado. Y con suerte, ni llegaría a eso.
—Gael. —¿Ya se había levantado? Creía que no, porque no escuchaba movimiento —. Gael, levántate y atenta las luces, ¿por favor?
Y esperaba que su amigo no notara su voz cargada de dolor, porque sentía vergüenza en admitir que una simple lampara podía lastimarlo. Quizás no había sido tan buena idea dormir en esa habitación automatizada. Estúpida Alexa.
—Gael, ya por favor, haz caso y levántate; no voy a salir a darte un beso para despertarte —un poco furioso golpeó las tablas de madera sobre él, creyendo que eso lo haría moverse.
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Post by Gael Chevalier on Dec 23, 2021 1:29:54 GMT
Sintió el sueño reparador, podía jurar que no tenía tanto espacio como antes, más su subconsciente no era capaz de entender a qué se debía eso. Solo suspiró, aferrado a algo o a alguien que tenía el cabello muy suave y con un dulce aroma que llenó su nariz: era un olor muy simple, como a jabón de baño y a crema humectante. Se aferró tanto como pudo hasta que el sitio que estaba yendo lo sintió libre y rodó a aquel lado de la cama.
Un mohín fue lo que escapó de los labios al escuchar una voz que intentaba levantarlo. Sus parpados apenas si empezaban a abrirse, notó su brazo en el área en que Stéphane debería dormir. Tuvo que apoyarse de sus codos y antebrazos para enderezarse, pues había rodado y dormido boca abajo: — ¿Stéph? —escuchó una patada y la voz de su amigo abajo de la cama. El tono de Gael era un poco soso, talló con la manga de su piyama su rostro adormilado y buscó salir de la cama—. ¿Qué haces ahí abajo? —suspiró, apenas asomándose. Levantó el rostro y en alto dijo— , Alexa, apaga la luz. —Como ordenó, la habitación se atenuó hasta quedar por completo en penumbras— . Rayos, hoy es mi día de descanso: seguro olvidé apagar el despertador. —Esta vez se arrodilló para mirar hacia abajo. Una sonrisa perezoso era lo único que podía esbozar; sentía que era demasiado temprano y había tenido una larga jornada el día anterior—. Oye, ya puedes salir. Alexa no va a matarte. —Lo dijo de broma, más al ayudarlo a salir notó como su amigo sostenía su brazo. Gael buscó no asustarse, mucho menos reaccionar de alguna manera que pudiera incomodar a Stéphane. La lechuza hizo su mayor esfuerzo por mantenerse inexpresivo. Iría por los primeros auxilios— . Quédate, ahora vuelvo. Una quemadura para un shadow walker solo podía hacerse ante el reflejo de la luz o con luz directa en su estado natural. Gael no recordaba que Stéphane no podía mantener su forma corpórea completamente, por lo que era inevitable para el skin changer sentir un poco de culpa: eso era algo que debía saber. Pasando unos minutos, regresó a su habitación. Muy por lo contrario de lo que cualquiera imaginaba, no llevó consigo ningún botiquín de primeros auxilios, solo unas gazas, toallas y miel. Dejó las cosas en el baño y tomó a Gael de su brazo sano hasta el interior donde abrió el grifo de agua fría y lo obligó a mojarse la herida. Sin importar las quejas o comentarios, Gael lo ayudó a mojarla toda el tiempo que tuvieran que durar. Cuando creyó que era suficiente, usó una suave toalla para tratar la herida. Tenía que secarla con minuciosidad para evitar hacer algún daño. Con eso listo, abrió el frasco de miel de abeja y, con una pala de madera que traía entre sus cosas, colocó encima y restregó en toda el área afectada. — La miel cauteriza heridas y quemaduras, ¿quién te hizo tan sensible? —Claro que esa era una forma de desquitarse y también para burlarse de él. En lugar de parecer molesto, sonrió a su amigo y cubrió la herida con las vendas aunque tuviera miel encima— . Dejaremos esto así... —colocó el vendaje lo mejor que pudo. No era el mejor enfermero; hacia su mayor esfuerzo— . Y listo, ya quedó. —Quizás parecía más bien el vendaje de una momia en lugar de alguien hecho por un profesional. Gael sonrió nervioso y recogió sus cosas— . No puedes quejarte, estoy siendo un buen anfitrión. —Tomó las cosas: la miel para devolverla a la cocina, las vendas que sobraron para guardarlas en un cajón, tiró la vara de madera a la basura y colgó la toalla en la regadera—. Ahora... ¿dónde dejé el ibuprofeno o tendré paracetamol?Salió de la habitación. Se encaminó directo a la cocina, recordando que encima del refrigerador había guardado unos panecillos que trajo la noche anterior; encendió el horno para calentarlo antes de meterlos y sirvió leche en dos vasos que metió al horno micro-ondas. Sirvió a su amigo los bizcochos calientes en un plato. Las chicas de chocolate parecían a nada de derretirse y seguramente el relleno volvió a ser igual de cremoso. — ¡Desayuno! —gritó y tomó asiento en la barra: su sitio favorito para desayunar. Quizás para Stéphane, que nunca había dejado de ser un tragón le parecía un desayuno muy flojo, más viniendo de Gael: no obstante, él tenía una regla inquebrantable—. Hoy es sábado de flojera y tu chef no trabaja, ¿quieres pedir algo para comer más tarde? —dio la primer mordida a su bizcocho, el sabor a chocolate inundó su boca y no podía probar algo más placentero que pan con leche en la mañana. Sus ojos descendieron a su brazo. Aunque quizás Stéphane tratara de disimular su disgusto, en el fondo Gael sabía que eso era su culpa. — Le pediré a Alexa que desactive el despertador, de todos modos lo necesitamos. —Ahí iba de nuevo. Intentar sonreír como si no fuera la gran cosa, como si él no hubiera provocado esa quemadura. Hacía lo que podía por no sentir culpabilidad; una tarea casi imposible—. ¿Entonces? —cambió el tema—. ¿Pediremos algo de comer más tarde o prefieres salir de estas paredes? Eso sí, te tocaría invitarme; es lo menos que puedes hacer.
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Post by Stéphane Gauthier on Dec 29, 2021 6:38:38 GMT
Sentado en la cama y esperando el regreso de su amigo, no podía hacer otra cosa mas que mirar la pequeña bocina circular cerca de la entrada de la habitación, aquella que albergaba el programa de Alexa y la causante de su casi prematura muerte. Tomó nota mental de deshacerse de esos pequeños aparatos en toda la casa; Alexa se había vuelto su nueva enemiga.
Pero en parte le tenía que agradecer a ese aparto, porque apenas regresar Gael, lo notó completamente preocupado por su herida. Sintió calidez en el pecho, pues pocas veces recibía atenciones como aquellas. Lo observó con atención, sin atreverse a decir nada mientras veía cómo untaba miel en su quemadura y lo envolvía con vendas; si hubiera sido por él, simplemente se habría metido debajo de agua fría durante un buen rato.
Trató de mantener el rostro más apacible que pudo conjurar, pero por la manera que arrugaba la nariz y entrecerraba los ojos, era obvio que le dolía, pero su necesidad de aparentar fortaleza era más. Bueno, de estar delante de otro habría mostrado un rostro más estoico, pero con Gael podría darse el lujo de hacer un ligero berrinche.
—Puedo quejarme. —Respondió cuando fue terminado—. Un buen anfitrión no le negaría ese derecho a su huésped; además, estoy herido, que es casi como estar enfermo… ¿le niegas cosas a un enfermo?
A pesar de ello trató de regalar una sonrisa juguetona y burlona, dando a entender que solo estaba jugando con él. Y con mayor razón al escucharlo cómo, a pesar de que el chef no trabajaba ese día, estaba dispuesto a darle un improvisado desayuno.
Lo siguió hasta la cocina, encargándose él de preparar el café y además servir unos vasos de juego de los envases del refrigerador. Luego se sentó en uno de los bancos altos en la barra de la cocina, esperando a que Gael sirviera esos panecillos recalentados; estaría de mas decir que él tomó el que tenía más chocolate.
—¿Es mi turno de invitarte? Pero Gael, recuerda que estoy enfermito —levantó su brazo, al tiempo que mostraba la venda —. Y ayer fui a comprar despensa… frituras en su mayoría; creo que te toca a ti.
La mirada nada convencida de Gael le hizo saber que su comentario no era bien recibido y claro que lo entendía, pues prácticamente él había vivido esos últimos días en esa casa sin siquiera preguntar. Debía ser más agradecido.
Devoró de un bocado su panecillo y bebió su taza de café, antes de limpiase con la servilleta. Después de ello, fue él quien se encargó de limpiar los pocos trastes que habían usado, sabiendo como a su amigo era la parte que mas le desagradaba de la cocina. Y de alguna manera, eso le traía de recuerdo su época de universidad, donde habían compartido departamento y llegado al acuerdo de que Gael cocinaría, mientras él sería el encargado de lavar la vajilla.
—Anda, vamos a salir —aceptó al fin —. ¿Te parece si paseamos, nos cansamos y después comemos? Te llevaré a ese nuevo lugar en el distrito Fauna, así que ponte bonito; anda corre.
Sabía que Gael podía ser todo un pavoreal y en cuanto a vestimenta y arreglo se trataba, siempre resaltaría, aunque fuera algo casual y de día de *flojera*. Él por su parte, no tardó en ir a cambiarse. Vistió pantalones negros y un suéter del mismo color; su cabello lo volvió a atar de la misma manera.
Al mirar por la ventana de su habitación, notó como el clima escogido para que el día dentro del domo de Mystery City había sido frio, propio de la época de invierno. Buscó entre sus cosas una chamarra, esta vez completamente informal y nada similar a las capas que solía usar. También buscó una bufanda y una boina para mantener su cabeza caliente. Y en poco tiempo estuvo listo.
Al salir se encontró con Gael y aunque sabía que la lechuza no era alguien que se le pudiera cuestionar su vestimenta, él tenía cierto complejo de madre paranoica. ¿Por qué no había usado una bufanda como él?, ¿o un gorro?, ¿qué no veía que hacía frio? Pero la idea de enviarlo a su habitación en busca de ellos fue desalentadora, creyendo que eso los demoraría más. Decidió pues, quitarse su propia bufanda y en dos largas zancadas, se puso delante de él.
—¿Quieres enfermar, Gael? —le colocó la bufanda rojiza, envolviendo su cuello en dos vueltas —. No te llevaré sopa a la cama… y tendrías que recibir inyecciones, en tus pompis, ¿eso quieres —. Luego se quitó el gorro, colocándolo y asegurándose que las orejas quedaran cubiertas —. Ya estás listo, ¿vamos?
Le dio una palmada en su hombro y regaló una sonrisa para hacerle saber que estaba bien que él lo usara; de cierta manera, se sentía feliz de ver a Gael abrigado por su propia ropa, y era suficiente satisfacción para soportar frio de ser necesario.
Ahora solo restaba pasar un largo y agradable día entre los dos. El escenario que les esperaba solo causaba emoción y por primera vez en toda esa semana, de verdad que se sintió feliz; lo que había pasado esa mañana quedado atrás. Quizás era por salir de ese autoconfinamiento, quizás por visitar un nuevo local o tal vez por la compañía de la lechuza… sin importar que fuera, nada arruinaría su día.
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