|
Post by Laurent Blanc on Nov 6, 2021 3:47:17 GMT
Su madre le había dicho muchas veces al teléfono que tuviera cuidado al volver de los ensayo, que no esperara a la noche, que se mantuviera seguro siempre antes del atardecer y Laurent había sido diligente con esos consejos los primeros días, sin embargo mientras más confianza crecía en su pecho como un bello botón de rosa, más dejaba que las horas de sus paseos a casa se alargaran. Primero se convencía de que llegaría justo al crepúsculo, luego que la noche podía pasar y finalmente ese día había tentado la posibilidad de llegar a media noche. Algunos de sus compañeros del teatro habían querido conversar luego de terminar los ensayos y el veela fue incapaz de negarse a la posibilidad de conocerlos mejor, de hacer amigos en una nueva ciudad.
Bebieron un poco en un bar dentro de una zona de la ciudad que no conocía, cantaron y rieron y fue suficiente para que Laurent cediera sus barreras un poco. La rosa en su corazón abría sus pétalos suavemente, para cuando había salido del bar el hechizo se había roto. Las doce campanadas de la noche le dijeron que era hora de volver a casa. Sus compañeros se quedaron y creyéndose lo suficiente valiente decidió ir por su cuenta.
Pasó jardines, pequeños parques, calles iluminadas que luego se cerraban en oscuridad. No había migas de pan que le mostraran el camino a este joven perdido. El silencio tranquilizador se volvió sofocante, su pecho temblaba con el latir de su corazón inquieto. La sensación de ser observado le hizo ir más deprisa. Ningún coche a la vista que lo salvara.
¿De quién eran los ojos que le seguían con terrible insistencia?
|
|
|
Post by Timothée Arnaud on Nov 8, 2021 15:14:20 GMT
Sus horas de trabajo en el mundo solario le pesaban más que días enteros de patrullaje. Ocultar su naturaleza sobrenatural incluso cuando su apariencia era completamente humana era un martirio para él, sobre todo cuando le tocaba hacer rondas en el zoológico y debía pretender que no escuchaba a los cientos de animales que estaban a su alrededor.
Sobre su hombro cargaba una mochila con sus ropas humanas, la zona donde se encontraba caminando estaba tan abandonada por Dios que para él era como un perfecto limbo entre su vida solaria y selenita, además de que podía buscar comportamiento sospechoso en la madriguera de la peor calaña antes de dirigirse a casa.
Suspiró con pesadez y elevó su rostro hacia el cielo nocturno, esperando encontrarse con Deneb... porque por mucho que habituara a la soledad, estar acompañado únicamente por el sonido de tus pasos podía llegar a ser tedioso; sobre todo en una noche como esa, donde el silencio pesaba más que cualquier otra cosa.
|
|
|
Post by Laurent Blanc on Nov 10, 2021 8:18:23 GMT
Justo cuando la paranoia estaba ganando la batalla, Laurent giró por una esquina, donde la luz de un faro parpadeaba, con tanta prisa que chocó con una persona. Entre el miedo y la pena se disculpó mientras el hombre amablemente recibía sus palabras como si nada pasara. Endulzó sus intenciones, lo enredó en una seguridad que a falta de luz parecía acogedora. Y le señaló un mejor camino a tomar para ir a casa, le ofreció su compañía y lo guió por callejones de los suburbios aún más oscuros pero Laurent ya no iba solo, ya no se sentía en peligro y pensó que Dios había enviado uno de sus ángeles para acompañarlo.
Los edificios a su alrededor se volvieron más altos pero menos cuidados, el sonido de los coches ahora tan lejano que el veela apenas podía notar que algunos pasaban por la avenida principal. Se asustó cuando un indigente los interceptó pero el hombre a su lado calmó sus miedos y terrores y una sonrisa serpentina fue todo lo que necesitó para caer en su trampa.
—¿Falta mucho para llegar? —preguntaba el rubio con ingenua preocupación.
—Casi nada, casi nada —repetía el hombre desconocido tomándolo por los hombros.
Entonces cuando se acercaban a una camioneta negra, camuflegada por la oscuridad, le mostró los colmillos y el hambre del lobo fue más que evidente para Laurent. Aquel no era ningún ángel sino el mismo demonio.
Fue el último grito que dio antes de que intentaran callarlo. Con lágrimas en los ojos luchaba contra la fuerza de su captor rezando porque alguien más acudiera en su ayuda… quien sea, pensaba, quien sea ayúdeme.
|
|
|
Post by Timothée Arnaud on Nov 10, 2021 20:20:13 GMT
Rompiendo aquel silencio sepulcral un grito de auxilio le hizo reaccionar al momento y echarse a correr hacia ella para auxiliarlo, arrojó su mochila hacia uno de los callejones del camino sin importarle la integridad de sus pertenencias y sacó un silbato especial que colgaba de su cuello con una frecuencia de sonido que ni él podía escuchar, lo sopló con fuerza sin dejar de correr, suplicando para sus adentros poder llegar a tiempo.
Y como si un ángel hubiera escuchado las plegarias del rubio, del cielo bajó una lechuza que iba a gran velocidad directo al rostro del atacante, aleteando cerca de su cara e intentando rasgarlo con sus garras en un intento improvisado de separarlo del muchacho, distraerlo… lo que fuera que le diera tiempo al pelinegro para llegar; el ave dio guerra todo lo que pudo, antes de regresar volando hacia el hombro del encapuchado que había llegado al lugar.
—Déjalo.— demandó con voz hostil tras la máscara caminando hacia el sujeto cuando se detuvo en seco. Apretó con coraje el mango de su cuchillo al ver de quién se trataba, ese maldito miserable y enfermo a punto de reclamar a su presa; pero sabía que cegar su propio juicio con ira haría todo menos ayudar, por lo que intentó guardar la compostura, aunque fuera hasta asegurarse de que el chico estuviera a salvo —Debí imaginar que una escoria como tú sólo podía estar en un lugar así—.
|
|