Día libre [Keos & Paul]

Se estremeció sutilmente por esa posibilidad, solo había cortejado por obligación una vez, y no había terminado nada bien. Pero ese era un lugar distinto, por lo tanto no pasaría lo mismo que en su manada, ¿cierto?

—Pero aquí debe ser diferente —dijo convencido—, no sé cómo lo hacen sin... reglas, la opción de elegir es...

Extraña, por decir poco.

—Eso tiene sentido, esa niña me dijo que podía ser menos aterrador si halagaba a otros, pero no me explicó lo del cortejo —después tendría unas palabras con ella. No esperó, aún así, que volvieran a tomarlo de esa manera para buscar más contacto. Al chico realmente le gustaba tocarlo, empero, no hizo nada para evitarlo, quería ver a dónde iba con eso—... Tres corazones —dijo visiblemente asombrado, abriendo incluso un poco más esos ojos férreos de un olivo casi metálico mientras veía el pecho donde estaba su mano. Los sentía latir casi desvocados, y se acercó un poco más con la intención de intentar distinguir el latido de cada uno—. Fascinante —¿él realmente estaba provocando eso?

Con curiosidad tocó con su otra mano su propio pecho, y se sorprendió al ver que su corazón latía más rápido de lo normal. ¿Sería por ese nuevo descubrimiento? Quería saber más.

Sin darse cuenta de lo que era, el grifo se encontraba emocionado.

—Laten muy rápido —señaló moviendo sus dedos por la piel prístina del contrario—. ¿Es normal?

Tuvo que detenerse un segundo para no perder el hilo con tantas formas de cortejo. Había libros que hablaban sobre la manera en que los Grifos solían hacer el cortejo entre los suyos, pero las matriarcas se deshicieron de ellos y tuvo que crecer con algo totalmente diferente. A veces creía que no estaban haciendo lo correcto. Estaban perdiendo demasiadas cosas al perderse entre ellos. Pero hubo un detalle.

"¿Un cortejo para solo sexo? ¿No es al revés?" se preguntó confundido, sabiendo que no hizo nada de esas cosas con Dieter.

—No creo haber hecho algo así antes —admitió seriamente—. Pero creo entender un poco, no sé hacía nada de eso en mi tierra, así que es... difícil.

Quería golpearse por sentirse así.

—Hormonas y adrenalina, es parecido a volar —asoció eso con alivio de estar entendiendo—. Cuando volamos la adrenalina sube, no estoy seguro de las hormonas, eso pasa cada cierto tiempo —en períodos de apareamiento, pero eso se podía evitar—. No puedo imaginar 3 corazones...

Lo pensó un segundo antes de acercarse lentamente hacia su pecho, pegando su oreja en la fresca piel para captar el sonido que lo tenía muriendo de intriga. Sus ojos volvieron a abrirse lentamente al captar el repiqueteo abrasador de los tres órganos, era distinto a lo que conocía, incluso parecía que iban más rápido, provocando calor en esa zona.

—Es como escuchar un galopar —sus ojos se cerraron para captarlo mejor, imaginándose las garras de Grifos chocando contra el suelo en una carrera antes de volar.

Era increíble como la fuerza de sus latidos era tan que los sentía contra su mejilla. Se dio cuenta que incluso era cálido, quizá por la sangre que bombeaba tan rápido en las venas del menor. Aquello le intrigaba en demasía, quien iba a esperar que dichas criaturas existían, ¿por qué nunca lo supo? ¿Por qué era tan mal visto dejar la manada si había personas así ahí afuera?

Paul era un nuevo enigma que el grifo observaba con fascinación, igual que la niña, pero aunque fuera injusto veía al skinchanger con más emoción, incluso si su rostro no lo expresaba así.

—Es asombroso —le dijo al despegarse poco a poco, volviendo a conectar sus miradas con una expresión más relajada, parecía ensimismado por la experiencia—. Permiteme compensarte, siento que hice algo muy atrevido —pensó en lo que dijo y tuvo una idea—. Puedo mostrarte como es volar.

Había olvidado por completo que estaban desnudos.

Se despegó un poco para verse a sí mismo, no había querido romper su ropa por una salida casual, pero con lo imprevisto era hasta extraño que el otro no dijera nada al respecto. No era quien para hablar, claro.

—Espera —le dijo levantándose para ir hacia un árbol cercano donde había puesto su ropa. Tomó lo que podía y se vistió con sus pantalones pata así poner sobre los hombros de Paul su camisa abotonada y un saco—. ¿Con eso será suficiente?

Se felicitó internamente por la idea de prestarle la ropa, tampoco quería ser detenido por exhibicionismo después de todo, y no creía que hubiera tanto revuelo por solo su torso al descubierto.

—Puedo llevarte en mis brazos —sugirió la opción, pero había una mejor para comodidad de ambos—. O puedo llevarte en mi otra forma.

Y como demostración a esto dio unos pasos hacia atrás, viendo cómo iba transformándose en un grifo completamente. La cabeza del águila filipina se agitó, dando un picotazo al aire para disfrutar esa nueva forma. Las plumas ahora alborotadas formaban una melena blanca, marrón y negra, así como sus alas. Su pecho era completamente cubierto por plumas blancas, y el resto de su cuerpo mostraba la anatomía de un león dorado y fuerte. Sus alas se agitaron con una envergadura inmensa, y cuando por fin volteó hacia el chico, sus ojos mantuvieron un profundo color olivo.

—Listo —habló la criatura hacia él—. Puedes poner tus pies aferrados a la curva de mis alas —caminó lentamente a su dirección, inclinándose un poco para que subiera—. Nunca he hecho esto, así que sujetate bien.

E incluso si no era un caballo como para estar haciendo eso, curiosamente su orgullo no lo molestó en ese instante, después de todo le debía una por tanta información.

Parecía que Paul disfrutaba mucho de acariciar sus plumas, cosa que le extrañó, pero no se sentía mal. De hecho era... extrañamente agradable.

La criatura dejó salir un gorjeo suave, incapaz de no vocalizar su comodidad en esa forma. Estar así provocaba ser guiado más por un lado animal que humano, pero seguía en control, así que al verme batallar con subir lo ayudó con una de sus alas.

—Tendrás que sostenerte fuerte —le avisó, comenzando a desplegar sus alas—. Esta bien si abrazas mi cuello —cuando por fin sintió sus brazos fue que dio un salto y emprendió vuelo. El viento inmediatamente acarició sus caras, pasando de forma increíble por sus alas. De pronto sintió esa emoción característica al surcar los cielos, haciendo que se elevara más—. Mira.

Ante ellos, allá abajo, se extendía toda la tierra de los selenitas. Podían ver desde las residencias cielo hasta la zona dorada y roja. Todo cubierto por luces, casi como un cielo estrellado terrestre.

El Grifo no podía estar más en su elemento que en ese lugar, en el aire, surcando los altos techos del lugar subterráneo a donde habían dado a parar. Añoraba los espacios libres, las montañas y selvas llenas de vegetación, pero había dejado eso atrás, y "esto"... no lo admitiría, pero era hermoso. Diferente, pero hermoso.

—Si —dijo viéndolo de reojo, volando ahora sobre el distrito terrestre, donde podían ver a ciertos selenitas caminando por las calles, muy pequeños a esa distancia—. Es bastante tranquilo aquí arriba.

No esperaba esa acción, ese... abrazo. Había sugerido aquello como forma de demostrar su gratitud, no al revés, pero la emoción de ese chico era difícil de negar. Terminó disfrutando un poco la forma en que pasaba sus dedos por sus plumas, y terminó por contestar:

—No es nada —aleteó un poco más para ir algo más arriba—. ¿Te gusta?