Día libre [Keos & Paul]

—El aire más limpio —confirmó con cierta añoranza interna, su voz sonaba pausada gracias a la nostalgia, pero se negó a mostrar debilidad y solo cerró los ojos, mientras una corriente de viento removía tanto las plumas como los cabellos del otro.

Escucharle hablar de su historia le hizo recapacitar en que debió vivir siempre como un pulpo desde el principio. Era algo parecido a su tribu, donde apenas usaban su forma humanoide debido a las tradiciones conservadoras. Jamás creyó que lo fueran hasta que alguien más resaltó esto, era su forma de vivir y ya, por lo que entendía ser removido de eso tan abruptamente.

—No tienes cadenas —fue lo que dijo a continuación, y la criatura de ojos olivos y brillantes observó al chico—,y si el mar es tan amplio como el cielo, entonces creo que podrás cumplirlo.

Sus alas se estiraron un poco, recostándose junto a él mientras veían pasar bajo ellos a los selenitas.

—Tener una resolución... es algo que he encontrado imposible desde que llegué. Siempre lo ponen como algo importante, no sé porqué, pero si tu lo tienes —fijó su mirada en él, diciendo lo siguiente con toda seguridad—: búscalo.

Algo en su interior dio un brinco al no esperar ese acercamiento. Desde que dejó su tribu, su mana, el único contacto físico que había tenido fue la niña, quien había hecho lo mismo para protegerse del frío de esa noche.

Quizá Paul tenía frío también.

—Ya somos dos —respondió a la broma, por primera vez entendiendo una de estas. Lentamente puso su ala alrededor del chico para abrigarlo, sin saber exactamente porqué lo hacía, quizá imitando lo que hizo aquella noche, y parecía funcionar—. Pastelería, pasteles... ¿Esas cosas esponjadas y que huelen dulce?

Jamás había probado algo así, sólo lo había visto de lejos, como el sushi.

—Soy un guardia privado —no daría muchos detalles sobre ambos trabajos—. Y aquí hago entregas, de todo tipo, no hago preguntas, solo entrego... Pagan bien.

—Una vez vi unos color café, estaban siendo servidos y tenían algo blanco encima, como un polvo, olían bien —recordó esa vez de camino al trabajo, pero nunca pensó en probarlos por alguna razón. No solía comprarse tantas cosas incluso si podía—. Pero si no traje dinero conmigo.

No podía pagarle sin su billetera, después de todo era un servicio.

—Tampoco me involucró mucho con mis clientes, por su seguridad y la mía —se acomodó mejor para que el otro pudiera recargarse correctamente contra sus plumas—. Eres el primer selenita que habla conmigo así —su pregunta le hizo extrañarse, y la gran bestia negó—. No eres pesado, además... no se siente mal, eres diferente de mis compañeros de trabajo, ellos presionan mucho —sobre todo Connan, siempre quería abrazarlo y terminaba en el piso cuando lo pateaba lejos.

—— Entonces iré a tu pastelería ——prometió, y estaba dispuesto a cumplir su promesa——, tu trabajo suena honesto y por tu expresión se nota que lo disfrutas.

¿Qué sería algo que provocara lo mismo en él? Se preguntaba si aquello existía, pero quizá algo así ya lo había perdido y ahora solo le quedaba vivir con ello.

——Oh, ellos ——incluso en su forma animal se notó como el rostro del águila hizo una mueca de confusión——. No los entiendo, Marks jala la comisura de mis labios muy fuerte, o presiona mi frente cuando hacemos guardia juntos, sin razón alguna ——realmente lo hacía cada que parecía molesto, o sea siempre——. Shelton también suele tirarse a mi espalda para intentar derribarme, o insiste en luchar, pero siempre que lo tiro al piso vuelve a insistir...

En ese momento recordó algo: así jugaba cuando era un cachorro. Era la manera en que aprendían a cazar en esa forma.

—— ¿Están intentando cazarme? ——habló con tal seriedad que por un segundo que incluso él pudo ver en la expresión de Paul que ese no era el caso.

El ceño del grifo, irónicamente, se frunció más ante su explicación. Él podía sonreír, ¡Claro que podía! Y no era consciente de que su expresión fuera tan... aterradora, según ellos. Solo estaba relajado, ¿qué uno no se ve así cuando está relajado?

—Pudieron haberlo dicho —se defendió, pero realmente su voz denotó cierta culpa al haber malentendido todo eso. Era difícil cuando en un punto de su vida fue alejado de sus propios amigos, si es que los podía llamar así—. Tu eres... muy gentil, incluso con un extraño como yo.

Y es que la mano del contrario no dejaba de acariciarlo. Había algo que parecía mantener su atención en sus plumas y pelaje, era un nuevo tipo de atención que le hizo detenerse sin saber cómo reaccionar, pero en el momento en que acarició su pico sintió como su propia cola se movía por reflejo. Las orejas emplumadas del grifo se hicieron para atrás, y no pudo resistirse a cerrar los ojos, volviendo a soltar ese tenue gorjeo profundo.

—Haces cosquillas —y por primera vez sus ojos mostraron cierta suavidad en ellos.

"Ser como quisiera que fueran conmigo" repitió en su cabeza, para él era casi una revelación. ¿Cómo sería eso? Cada que intentaba pensar en sí mismo volvía a recaer en alguien más, en considerar a otros. Hacer algo así parecía complicado, ¿Cómo lo hacía él chico?

—Entonces lo que buscas es... —intentó traducir todas las acciones que había tenido hacia él en esos breves momentos en que se habían conocido, quizá no era muy bueno en eso, pero quería intentarlo—. Amabilidad, respeto y...

No sabía cómo llamar a aquello. Sus palabras se perdieron con su siguiente acción, aquella caricia que le hizo incluso bajar un poco su cabeza como acto reflejo. El gorjeo se volvió a escuchar esta vez con más fuerza, y su melena de plumas se fue esponjando gracias a lo bien que se sentía eso. Dejó su mente en blanco por completo, y sin darse cuenta acercó aún más su cabeza hacia él, posandola suavemente sobre su hombro.

—Hmmmm... ¿Qué haces? —obviamente no se quitó, su cuerpo seguía incluso buscando un poco más de ese tacto, a pesar de que una voz interior suya le decía que esa era una forma no digna de comportarse.