Día libre [Keos & Paul]

—Parece ser una buena amiga —recordó a algunos de los grifos con los que cazaba, y sintió de nuevo esa nostalgia. Dudó un poco antes de caminar hacia él para ayudarle a cerrar la camisa que le había prestado, aunque pensándolo mejor—. Puedes quedártela, no me molesta regresar así realmente, nadie suele mirar mucho arriba.

Terminó por abotonar los botones restantes, dudando en si debía decir aquello.

—Cuando tu pastelería sea abierta —dijo al verlo a los ojos, con esa mirada profunda y determinada brillando en sus ojos—, ¿puedo ir a probar más?

—Tienes una curiosa forma de pensar sobre mi —opinó sobre lo primero, pues nunca había alguien que se alegrara de verle, excepto la niña, todos los demás eran neutrales.

Algo en su interior se removió al escuchar esa respuesta. Es más, algo parecido a la impaciencia comenzó a invadirlo al imaginar tener que esperar por probar más cosas así, y quizá... Paul le había agradado más de lo que imaginaba.

—Siento que eso sería abusar —aún así, lentamente, por primera vez en el día, una pequeña sonrisa apareció en el semblante de Keos, dándole una apariencia totalmente diferente—. Hacía mucho no probaba algo tan bueno, tu negocio será un éxito... si este mundo tiene estas cosas —y no señaló el brownie, sino todo en general ahí—, quizá pueda acostumbrarme.

Paul era un hombre muy noble, de eso podía estar seguro. Aún así, no pensaba aprovecharse, estaba dispuesto a pagarle cuando tuviera su tienda.

—Supongo que eso ocurre cuando haces algo que amas —opinó al ver el brownie, deseaba probar más—. ¿Cómo lo descubriste?

La pregunta podía ser ambigua, así que se rectificó.

—Quiero decir, que querías hacer eso.

—¿Los skinchanger tienen maestros? Suena a que tu raza es muy variada, me pregunto si ya he conocido a alguno sin saberlo.

Las preguntas fluyeron mientras veía con interés aquella bandeja bien servida. Jamás creyó que algo que no fuera fruta fuera tan colorido, pero realmente algunos incluso tenían moras, durazno y otros frutos que le encantaban. Curioso al ser un grifo, ya que la mayor parte de su dieta era carne.

—No pensé que hubiera tantas clases de postres, estos se ven... curiosos —dijo al tomar un macarrón rosado, se sentía duro, pero el centro era algo blancuzco y suave—. ¿Qué es?

—¿Ella te enseñó sobre plantas?

Imitó a Paul al echar aquel macarrón a su boca, masticando con cuidado para captar bien el sabor, y sorpresivamente... sabía incluso mejor que el chocolate. Era dulce y ácido a la vez de alguna forma, ¿cuánto tiempo llevó perdiéndose esto?

—Es delicioso —repitió tomando otro, esta vez de color azul, se veía más tranquilo y animado probando aquello, no podía describirlo, sólo le gustaba—. ¿Vas a vender todo esto? —con su aparente inocencia dijo aquello de forma demasiado sincera—, ojalá pudiera llevarme algunas a casa.

Aquel detalle le hizo sentir más curiosidad por su maestra, se preguntaba qué tipo de mujer sería.

—¿Algo así como un shaman? En mi tribu había expertos en lo que era herbolaria, astronomía, medicina y otras cosas, pero la Shaman era quien lideraba toda la información —comentó al asociarlos entre ellos—. No hay maestros como tal, ya que debemos enseñarnos a valernos desde pequeños, nos sobreprotegían algunas veces, pero si no eres lo suficientemente fuerte...

Dejó esa frase al aire, ya que aquello traía un recuerdo crudo que quizá era muy fuerte para Paul. Aún así lo siguió hasta ese sitio, donde algo pareció brillar en sus ojos cuando vio tantos postres. No podía creer lo que veía y ya tenía la canasta en sus manos.

—¿Lo que sea? —aún no podía entender la libertad que le daban ciertas personas, no parecía justo, pero sería grosero decir que no... y realmente no quería negarse—. Entonces... gracias, llevaré un poco para mis compañeros de trabajo —no sabía si les gustaban los dulces, pero quizá sería una buena forma de hacer las pases luego de haberlos malentendido tanto—. No sé por dónde empezar.

Veía esas mesas casi abrumado, había muchas cosas entre las que escoger. Pero entonces reconoció una que recordaba haberla visto antes, un pan que la niña miró casi un minuto desde lejos y luego fingió no tener hambre.

—Creo que me llevaré de estos —dijo al tomar unos roles de canela y otro pastelillo con chocolate—, ¿Sabes algo que pueda ir bien con el café? A mi no me gusta, pero mi compañero suele comprar todas las noches.