Día libre [Keos & Paul]

Sus labios se abrieron un poco, sin saber bien cómo responder a eso. Realmente no lo entendía, incluso estaba en su forma híbrida, cubierto de plumas, sus oídos pasaban a una forma emplumada alargada que ni siquiera parecían orejas, y una cola de león se agitaba con lentitud, como si el grifo estuviera siendo puesto a prueba. El blanco que debería cubrir el fondo de sus ojos era ahora matizado por una profunda oscuridad de donde resaltaban sus irises olivos, sus uñas, largas como siempre, acariciaron la taza lentamente hasta dejarla un poco sobre la encimera. Necesitaba encontrar las palabras para ese momento, luego de escuchar su confesión.

—Recuerdo que mencionaste algo así —dijo por fin, y la acción del chico solo le hizo sentir cierta culpa. Se veía y actuaba como una presa asustada por su depredador, y aunque nunca supo bien como consolar a otros, intentó estirar su mano hacia su cabello, dudando un segundo antes de acariciar su cabello con suavidad—. Aún... Aún no sé cómo reaccionar a este tipo de cosas, normalmente no lo diría ante otros, pero quizá tu amabilidad hace que confíe en ti —analizó en voz alta, como normalmente hacía—. Hey, abre los ojos —el pedido fue cuidadozo al no ser agresivo, y una vez volvió a verle a los ojos su mano de nuevo acarició su cabellera, la cual desprendía un olor dulce y fresco—, no te haré daño, y no me... disgustas, no creo estar molesto.

Después de todo...

—Eres el primero que me dice algo así —admitió finalmente, suspirando al sentir cierto dolor sabiendo que Dieter jamás le dijo algo parecido, no era necesario en su relación, pero saber que lo consideraba repulsivo cambiaba totalmente el significado de las palabras de Paul—. No creí que fuera posible... pero honestamente estoy viendo lo equivocado que he estado todos estos años, lo siento, solo estoy confundido —no podía recargarse contra la barra debido a sus alas, así que lentamente fue transformándose a su forma totalmente humana, desapareciendo estas y su cola, dejando así que una cabellera completamente castaña oscuro cayera hasta abajo de sus caderas—. En mi tribu veían algo como eso innecesario, no me permitieron ver o ser visto de esa forma desde que crecí, solo mi utilidad servía y ahora... ni siquiera puedo entender tus costumbres.

Algo de culpa surcó sus ojos, volviendo a ver la taza con chocolate caliente enfriándose lejos de sus manos.

—A mis ojos tu eres más útil que yo, en este mundo puedes hacer cosas increíbles como esto, tocaste algo que desconocía en mi y comprendes mejor las cosas, igual que la niña, y ella es un cachorro —una risa cansada se le escapó de sus labios—. Además, aunque nunca he podido decirlo, creo que... si, también eres atractivo.

Aquellas caricias sobre sus mechones castaños provocaron ese sentimiento de cercanía que pocas veces sentía con otra persona. Para él, casi como una antigua creencia, su cabello significaba mucho, por lo que dudó en dejarle seguir.

—Espero no tome mucho, para lo único que sirvo es el trabajo —suspiró luego de elegir dejar pasar de nuevo la impulsividad del menor—. Incluso ahí tengo que tener al menos algo de "sentido común" —y no es que no lo tuviera, claro que lo presentaba... en las cosas básicas. Y tenía otro buen punto, en Francia había encontrado más libertad de la que estaba acostumbrado, pero no era liberador, no aún, se sentía tan abrumado que aún le sorprendía haber encontrado un empleo tan rápido—. ¿No tienen valor? —preguntó extrañado, pero entonces se sorprendió al tenerlo ya tan cerca. Su pregunta murió casi en sus labios cuando Paul se dejó caer contra él, como si quisiera ocultar su rostro. Era una persona que adoraba el contacto físico, por alguna razón—. No juego, no creo que aguantes mis juegos, y... para mi no eres nada común —sus palabras sonaron sinceras—, eres un gran Paul.