Post by Keos on Jan 28, 2022 4:43:01 GMT
Jamás esperó ese tacto, y es que a pesar del tiempo que había pasado ya en ese país, en esa ciudad, y de las múltiples muestras de calor humano que otros le daban, aún con todo eso su cuerpo seguía saltando ante la presión de las manos ajenas. No quería verlo, quizá por pena, pero esa acción le hizo alzar la vista casi por reflejo, y por primera vez se dio cuenta de lo gentiles que realmente eran esos orbes.
¿Cómo podían las personas dar tanto por alguien como él? Era un desconocido, un forastero, una paria que fue echada por no cumplir con un propósito que ya había perdido. Su orgullo era destrozado cada que alguien buscaba consolarlo, pero no era capaz de quitar esa mano, no tenía el corazón para hacerlo. Era débil, al final era eso, débil.
Y la pequeña, tan intrépida como solo ella sabía serlo, se unió más que feliz a aquella acción, para demostrarle a su amigo que las palabras de Maret eran ciertas. Quizá, por un segundo, algo muy humano pareció inundar la mirada del grifo, como si por un instante este fuera a perder su compostura, pero no pasó. Aún no era capaz de llorar, pero agradeció el gesto con una pequeña sonrisa y un muy débil sonrojo que se perdía en su piel morena.
—No es su culpa —lo corrigió Keos con sorpresa, dudaba en siquiera culparlo por algo así—, no tiene que disculparse por sentir tristeza, Maret.
No sabía de dónde había salido eso, pero fue tan natural que hasta la propia niña se sorprendió, apurándose en asentir con él. Y ante su sonrojo y pregunta la pequeña no pude evitar sonreír, fingiendo que lo pensaba muuuy seriamente.
—Creo que son geniales —respondió con una sinceridad pura y dulce—, no sabía eso de ti, Keos, y lo… lo siento —se disculpó al reconocer ahora que había dicho algo que seguramente hirió a su amigo—. Aunque aún no entiendo todo, pero lo estoy intentando, y quiero ser tan fuerte como usted que es mago, ¡O Keos que es un caballero!
—Pero si yo no soy… —inquirió incrédulo, sin saber que la niña lo veía así porque siempre resguardaba lugares muy bonitos y sabía pelear.
—Además… —su miraba bajó un poco, con sus mejillas pálidas impregnándose de un rubor rosado mientras apretaba su vestido—, ya no me escaparé de casa… al menos no tan tarde —se corrigió, pues aún quería salir a estar con ellos—. Si me porto bien, ¿Jugarían aún conmigo?
Ni siquiera Keos, que negaba tener cualquier tipo de comprensión hacia los niños, pudo evitar caer en los ojitos de cachorro que estaba haciendo en ese momento. Se quedó helado en su asiento y miró a Maret para buscar ayuda, pero fue en vano, él parecía haber caído también. Maldita sea con su corazón.
—Por supuesto, niña —le prometió, rindiéndose al alborotar un poco el cabello de la pequeña—, cuando quieras.
—¡Y que venga Maret!
—… Si, eso estaría bien —admitió al desviar un poco su mirada por igual, no quería admitir que le había caído tan bien.
—¡Si! ¿Puedo, Maret? —volvió a hacer esos ojitos—. Por favooooooor.