E3:SV Una cita de Conciertos (Priv. Keos)

Suspiró aliviado por sus palabras, realmente ya no quería beber, y se alegró de que él fuera quien lo invitara a salir. Al llegar se sorprendió de la cantidad de bebidas diferentes, todas con azúcar, y por un momento se distrajo tratando de imaginar que era una soda italiana, claro, hasta que escuchó como Paul se adelantaba en pagar.

— ... —debía admitirlo, se veía delicioso, así que mejor no dijo nada y se maravilló del tamaño de la malteada—. Gracias —aceptó antes de agacharse para sostener parte del vaso, rozando los dedos del chico y poner una de las pajillas entre sus labios, ¡Era delicioso!—. Definitivamente, es mejor que la cerveza —dijo al relamerse lentamente, el chocolate era lo mejor—. Tu turno, pruébalo.

Quería ver su reacción, y es que estaba realmente bueno.

—¿Lo harás? —la sola idea de que esto estaría en su menú lo entusiasmaba—. Lo que preparas es difícil de repetir, otros chocolates calientes no me saben igual, o los bombones —se preguntaba cómo sabría una malteada hecha por Paul, moría por probarlo, ojalá pudiera ir pronto a su pastelería.

Dieron una última probada a la bebida antes de seguir, ya sin siquiera pensar en lo demás, disfrutando lo que sea que era ese día.

—¿Habías escuchado antes a esa Hada? Oh, llegamos a tiempo —vieron que lograrían tener un buen lugar ahí frente al escenario, y al ver alrededor sintió esa espina de nostalgia—. Me recuerda a donde solía vivir —más porque en ese lugar parecía más una jungla que un bosque.

Era sencillo encontrar los lugares al trabajar como un repartidor particular, se había acostumbrado a ver la ciudad desde el cielo, sin molestar a nadie, aprendiéndose la vista desde arriba casi como la palma de su mano. Pero era distinto al estar en las calles, había más detalles de los que alguna vez imaginó. Las luces eran increíbles, había tantas que parecían grandes luciérnagas, y el olor a plantas solo le devolvía esas ganas de correr sobre la hierba, descalzo, hasta saltar de un precipicio para abrir sus alas y volar.

Sentir el abrazo lo arrancó de sus recuerdos, y entendió que quizá había parecido triste, por lo que apretó un poco más la mano ajena y suavizó su mirada. Su cuerpo estuvo a nada de devolver el abrazo, pero cuando la cantante subió al escenario todos a su alrededor gritaron con alegría. La música ahora era más animada que la anterior, ella vestía de forma vistosa y brillante, con una energía que sin duda reflejaba su naturaleza. Ambas alas brillantes aparecieron en su espalda y el show comenzó.

—Que voz tan dulce —se dijo a sí mismo. Sus coros eran más fáciles de aprender, recordando que antes solía cantar con los suyos en las fiestas, a veces incluso cantando solos en su lengua para los demás, pues era de los pocos que dirigían los rituales y su familia insistía. Parecía que aquella mujer sentía una emoción parecida, incluso más grande, y eso le hizo cerrar los ojos y disfrutar la música con una pequeña sonrisa. Al sentir que todos comenzaban a bailar miró a Paul—. Te sostendré si caes.

No esperó el ser jalado hacia el grupo de personas que estaban bailando, pero era Paul quien lo invitaba. Este tipo de baile era parecido, pero quizá un poco diferente, así que se atrevió a seguirle los pasos, con sus manos entrelazadas para no perderse entre la multitud.

—Bailas mejor de lo que imaginé —aunque él no lo hacía mal tampoco, pero no era un experto, solo se estaba dejando llevar. En una parte de la canción vio de reojo que alguien le daba vuelta a su pareja de baile, así que con cuidado hizo lo mismo con Paul, dirigiéndolo al ritmo de la música.