E3:SV Una cita de Conciertos (Priv. Keos)

Su corazón pareció detenerse en el momento en que Paul se sostuvo de él de esa manera, cuando la música se hacía lenta y la voz de la mujer subía de intensidad. Podía jurar que aun así, junto a los coros y las voces del público que igual cantaba, distinguía su voz a la perfección. Era como si cantara para él, como si la letra fuera no la repetición de un lyrics, sino algo personal. Intentó prestarle atención a sus palabras, pero cada una era... tan especial que le costaba creer que fueran hacia él. Y aun con eso quería seguir escuchándolo, tanto que al ser empujado terminó rodeando su cintura, recibiendo cada palabra con un sonrojo que iba creciendo sin que él lo notara.

—Paul... —no le salían las palabras, tan solo deseo seguir escuchándolo un poco más, sin darse cuenta de lo cerca que estaban.

—Debe ser por los bombones —admite aún algo sonrojado y atontado por el beso, ni siquiera en su compromiso se sintió así, eran sentimientos contradictorios, sentía que aquello no lo merecía, pero en ese momento no le molestó en lo absoluto. Tan solo pudo apreciar el color cambiante de su cabello, como si se pusiera del mismo color que sus mejillas, o de las luces del escenario mientras grupos de agua formaban corazones sin que se dieran cuenta, claro, hasta que volvieron a prestarle atención.

Su corazón seguía latiendo con fuerza, pero lentamente, al enfriarse, se preguntó si eso estaba bien, qué era lo que removía tanto su pecho al estar cerca de Paul. Lo miró de reojo, conflictuado, admirando como sonreía por el espectáculo de hidrokinesis. No se separaron en todo el concierto, tan solo se mantuvieron en un cómodo silencio hasta que fue tiempo de ir al Distrito Rojo.

—Este lugar es algo extraño, ¿Quién va a presentarse aquí? —le preguntó una vez entraron en él, buscando el sitio donde sería el concierto. Había demasiados locales con imágenes o letreros... muy escandalosos, e ignoró completamente el tipo de miradas que estaba recibiendo de vez en cuando.

Jamás había oído de ese cantante, pero no se iba a quejar de eso, por lo que siguió al chico hasta estar en el lugar. Era increíble como la temperatura parecía haber subido en tan solo unos segundos, no entendía al principio a qué se debía hasta que el concierto comenzó. Le tomó varios segundos procesar qué tipo de música estaba escuchando, y como rayos eso era permitido, pero todos parecían disfrutarlo, vitorear, e incluso bailar de una forma muy... muy íntima, o eso creía él.

—Creo que ya entendí el nombre —murmuró al ver las orejas salir en aquel hombre, y no es que tuviera mala voz, sino que no podía dejar de pensar en que seguramente ese hombre era todo lo que habían descrito las matriarcas que estaba mal. Alguien alguna vez le dijo que las reglas de su tribu eran monstruosas, pero no podía evitar aún sentirse extraño con toda esa... ese libertinaje, por así decirlo. Quiso preguntarle a Paul si eso era normal, pero al verlo bailar sintió un golpe de calor, sabía que podía bailar bien pero, ¿Incluso ese tipo de música?

No lo hacía nada mal, aunque no creía que pudiera seguirlo esta vez, se sentía algo apenado.

Pero aquello se fue cuando una figura se acercó demasiado a Paul, llevando una mano hacia la cintura del chico con tal descaro que toda su mente se puso en blanco.

—Hola, cariño~ Que pena verte bailando tan solo —la voz de aquel tipo fue demasiado pegajosa, incluso desagradable—, vamos a divertirn-

Su cuerpo pareció moverse antes de pensarlo, sujetando con cuidado la cadera de Paul para así alejarlo de tal manera que volvió a acomodarlo contra su pecho. El tipo comenzó a decir improperios, pero al ver la mirada del grifo pudo notar como sus ojos ahora tenían un brillo dorado amenazador, aquel que solo salía al dominar su parte felina.

Pudo escuchar perfectamente como aquel hombre chasqueaba la lengua antes de dar un paso hacia atrás, apenas sosteniéndole la mirada pues esta era demasiado fuerte e intensa. Terminó por darse la vuelta y perderse entre el mar de personas, aun sosteniendo a Paul mientras esperaba no ver rastro de él, pero esto fue interrumpido por el tacto del chico, quien le hizo desviar su vista hacia su rostro, suavizando de inmediato su mirada amenazante al ver que estaba a salvo.

Quiso decir algo, pero el beso cortó el hilo de sus pensamientos por un momento, olvidando por ese instante lo que había pasado.

—Sé que no eres débil —murmuró un poco avergonzado por haber perdido el control por un segundo, aún cerca de sus labios, y su petición le hizo dudar, sabía que si se lo pedía debía de obedecerlo—... Claro —pero sus brazos no se movieron, le costaba apartar su vista de él, tanto que peinó un poco su cabello, para apartar así algunos mechones que ocultaban sus ojos tras los lentes—. Lo siento, es solo... me cuesta soltarte.

Pero debía hacerlo, porque se lo habían pedido, por respeto. Alejó lentamente su mano, como si no quisiera.

—¿Lo son? —no podía creer lo ensimismado que estaba, parecía incluso que sus pensamientos habían sido leídos tras ese nuevo beso, pues no dejaba de ver sus labios tras descubrir que esa sensación le gustaba. Era como si por primera vez viera a Paul completamente, con su actitud coqueta, dulce y atrevida como lo que era: coqueteo. Sus dedos se entrelazaron con los de él, y ser tomado de la nuca provocó que se acercara un poco más, viendo cómo ambos estaban sonrojados. Sorprendiéndose de ver su reflejo en sus lentes, jamás creyó poder hacer una expresión así. Hambrienta, sensual y decidida—. ¿Qué es lo que harías si te liberaras?

Se acercó un poco más, dejando que su mano subiera lentamente desde si cintura hasta su espalda, escalando su columna con sus dedos. Sus alientos chocaban, y ambas miradas parecían arder bajo las luces neón del concierto.

Maldita sea con el público.

Ni siquiera él sabía lo que estaba haciendo, tan solo sus manos querían tocar más, sus labios querían volver a probar el sabor a chocolate de su boca. Le habían enseñado tantas veces a no querer algo que ahora lo único que quería era liberarse, sentirse libre por una vez. Al estar tan cerca solo puso entrecerrar sus ojos, dándose cuenta de que el pulpo estaba por acabar con su cordura.

La fuerza con la que fue impulsado le hizo gruñir contra sus labios, correspondiendo el beso con la misma energía mientras su mano lo atraía más a él. Jadeó un poco al sentir ese tacto húmedo, pero se negó a pensarlo antes de abrir un poco más sus labios y aceptar, volviendo aquel beso más profundo mientras se fundían en una pelea entre el control de sus lenguas.