E3:SV Una cita de Conciertos (Priv. Keos)

La espera fue un infierno.

Cada minuto, cada hora, cada instante pasaba como si estuviera envuelto en una niebla que volvía todo difuso. No quería hablar con nadie, era difícil contestar a todas las preguntas que los doctores y enfermeras formulaban, pero no fue necesario cuando la noticia del accidente fue transmitida por televisión. Tampoco supo que nombre dar cuando le preguntaron sobre los familiares o personas cercanas a Paul, no podía dar el de Shion, era una serpiente, y no sabía como contactar a su tutora, la científica. Al final terminó firmando cada responsiva, incluso pagó su traslado a aquel hospital en el Distrito Acuífero, hizo todo lo posible para que lo trataran como se debía, e incluso se tranquilizó un poco al verle volver a su forma animal, confiaba en que eso era una buena señal.

Fue una molestia el momento en que volvieron a insistir sobre sus heridas, realmente estaba bien, la sangre ya había secado y la sangre que salió por el golpe en su cabeza le ayudó a tener más clara esta al momento de seguir instrucciones y dar información. Aun así, no pudo impedirles el vendarle la cabeza y sus brazos, además sus manos habían quedado destrozadas por buscarlo sin pensar entre las rocas, incluso se habían despegado dos de sus uñas, pero en ese instante no le dolió, seguro debido al miedo. Cuando los doctores le dijeron que Paul debía quedarse la noche era obvio que iba a quedarse con él, lo malo fue cuando el hombre le preguntó si él tenía alguien con quien quería comunicarse, y en ese momento recordó su celular.

Menos mal le permitieron usar un teléfono del hospital para marcar a su trabajo, su jefe pareció preocupado al revelarle que había estado en el accidente del evento, solo que mintió y dijo que había estado del lado parisino. Le dieron unos días libres, y tenía que admitir que eso no le gustó, pero no podía dejar a Paul, así que le agradeció. En la mañana, viendo que el pulpo aún no despertaba aprovechó para ir a comprarle un cambio de ropa nuevo, y cuando por fin estuvo de nuevo en la habitación se sorprendió de verlo..., consciente.

Dejó las bolsas de compra caer y se acercó apresurado, como si temiera que de nuevo esto fuera un sueño y volvería a encontrarlo dormido y en su otra forma al despertar.

—¿Estás bien? Espera, no te muevas tanto —le dijo al verle tambalearse—. Debo llamar a la enfermera.

Pero no se fue de su lado, tan solo verle ahí, vivo, fue suficiente para que (sin darse cuenta) una pequeña lágrima corriera por su mejilla.

—Eso aún no lo sé, dijeron que tan pronto despertaras iban a evaluarlo... —aun así, él también quería irse, tampoco le gustaban ese tipo de lugares, por lo mismo aún seguía con las primeras vendas que le habían puesto, incluso varias seguían manchadas de sangre. No, no lo vieron bien en la tienda, pero eso era lo de menos—. No me iré, Paul —le prometió, acercándose aún más hasta tomarlo en brazos como pedía—, no pienso dejarte aquí.

Le ayudó a salir de ese estanque con cuidado, sin importarle el que sus manos siguieran adoloridas o si aquello producía que quedaran hormigueando unos segundos. Sentirlo de nuevo en sus brazos le trajo cierta tranquilidad, así que lo llevó a un sillón que estaba en el cuarto para sentarlo ahí.

—Te traje ropa, pero primero... —lo miró detenidamente, pasándole una de las toallas que había en la habitación hasta cubrirlo para que no se enfriara, y entonces sus manos temblaron sobre esta—. Lo siento, debí ser más rápido, intenté llegar a ti, pero no fui capaz y ahora estás aquí —sus ojos se llenaron con cierto dolor—. Esto es mi culpa, lo... lo siento.

Estuvo a nada de aceptar su pedido cuando la enfermera intervino entre ambos. Estaba al tanto de que aquello no estaba permitido, pero por primera vez pensó en ello de forma serie. Era raro, demasiado inusual que él cuestionara la autoridad, peor era que la ignorara tan directamente como en esos últimos días. Sabía muy bien que Paul debía quedarse ahí, deseaba especialmente que se recuperara sobre todas las cosas, pero algo en su interior no recibió bien aquellas palabras, como si el pedirle más respeto a su palabra que a la de Paul le ofendiera.

— Iba a cuidarlo —y era verdad, pero dicho en ese momento sonaba como una excusa, pero debía recordar sus modales a la mujer—. ¿Se pondrá bien?

—Necesita reposo, y a menos que no quiera ser echado del hospital —su mirada fue severa—, será mejor que cuide sus acciones, o llamaré a los guardias.

Verla marcharse fue un alivio, y por lo dicho el Grifo hizo una expresión extrañamente burlona. Como si esos guardias pudieran ponerle un alto.

—Lo siento —volvió a ver hacia el chico—. Pero... tiene razón en algo—entrecerró un poco sus ojos, lo había sentido, estaba aún muy débil—. Deseo que estés bien, Paul.

Negó suavemente a su pregunta, tomando asiento al lado de la camilla para acompañarlo.

—Le expliqué a mi jefe que había estado en el accidente, me dio unos días para recuperarme —aunque sus heridas no eran severas, no como las de Paul—. Aun así puedo salir por algo que desees de tu casa, de todos modos la enfermera me dijo que quería cambiar mis vendajes.

Aunque él podía hacerlo sin ayuda, prácticamente tocó aquel grupo de vendas en su cabeza con el ceño algo fruncido. Le parecía una exageración.

—Te puedo traer lo que quieras —ofreció al intentar animarle—. Además, no quiero dejarte aquí solo —y era la palabra clave: no "quería" hacerlo, iba más allá del deber, de alguna obligación impulsada por la culpa—. Oh, cierto —recordó aquello de repente, alzando su vista hacia él—, intenté grabar el concierto para Shion, pero... creo que mi celular se rompió —y era lamentable, porque había hecho buenas tomas, incluso si no sabía como usar la cámara del celular, después de la fotografía 50 confiaba en que habían sido decentes—. Creo que se crea una especie de respaldo en algún lugar, cuando las tenga te las daré.

Encontrarse a sí mismo intentando subir sus ánimos fue extraño, pero estaba feliz de verlo mejor, despierto al menos, y vio como sus ojos se cerraban con pesadez.

—¿Quieres dormir? Puedo dejarte si quieres descansar, vendré después.

Suspiró un poco al ver que parecía tener las suficientes fuerzas como para reaccionar de esa manera con la sola idea de dejarlo. Entendía que estuviera asustado, pero no a tal nivel. Realmente fue sincero al decirle que lo cuidaría, sentía que era su responsabilidad, además, no creía poder dormir tranquilo sabiendo que lo había dejado en un lugar como ese, así que asintió a su primera petición.

—Tranquilo, aquí estoy —aseguró con un tono suave y profundo, y se felicitó internamente al notar como Paul parecía relajarse al saber que no se iría. Eso si, su siguiente pedido lo sorprendió un poco, no creía que eso estuviera permitido. Observó hacia la puerta cerrada de la habitación y supuso que los doctores tardarían en llegar, por lo que luego de meditarlo un poco volvió a asentir—. Pero con una condición, si en algún momento te lastimo debes decirme —le pidió con cierta autoridad—, no sé si puedas descansar conmigo a tu lado.

Y aún diciendo esto se sentó a su lado, sintiéndose algo extraño pues la última vez que compartió un lecho fue hace demasiado tiempo, cuando había estado atado a aquella mujer.

—¿Así está bien? —le preguntó al acostarse ambos en la camilla, encarándolo al ver como se acurrucaba contra su cuerpo—. ¿No te duele?

Un quedo suspiro escapó de sus labios al verlo tan satisfecho por estar junto a él, era extraño, jamás había compartido tal nivel de intimidad, y menos en ese escenario. Su brazo estaba acomodado como almohada para Paul, y con el otro solo supo rodearlo para protegerlo, pues aún lo sentía frío contra su piel. No lo entendía, ¿Por qué deseaba protegerlo tanto? ¿Por qué ignoraba las reglas, dejando de lado la lógica para seguir algo tan arbitrario como su instinto? Pensar tanto era inevitable, pero pronto notó que en medio de todo el ambiente médico podía oler a Paul, como si no hubiera percibido su olor en días. Dejó de pensar y se quedó ahí, distrayéndose con su respiración y la nueva calma en su rostro hasta que el sueño estuvo a punto de vencerlo.

Claro, si no fuera por las enfermeras.

Debía admitir que su mano fue hacia el cabello de Paul cuando las vio acercarse, fingiendo que dormía mientras sentía cierta molestia hacia aquello. ¿Y si lo despertaban? Apenas pudieron tocarlo cuando un pequeño gruñido escapó de su pecho, ronco y profundo, lo suficientemente amenazador como para que ellas hicieran rápido su trabajo y se apresuraran a irse. Ya no estaba pensando con claridad, el cansancio, el sueño y el dolor le impedían comprender que estaban ahí para ayudarlos. Caer dormido fue lo mejor, tanto que no se dio cuenta cuando terminó así, abrazando a Paul y en un profundo sueño, hasta que luego de varias horas por fin fue capaz de despertar. No supo en qué momento pasó, pero ahora incluso él se encontraba algo aletargado, sin saber exactamente dónde se encontraba, hasta que vio al chico en la misma posición, con su rostro apretado contra su corazón.

Con un pequeño sonrojo pensó en despertarlo, ni siquiera sabía cuánto habían dormido, por lo que comenzó a moverlo suavemente.

—Paul —lo llamó en voz baja, asegurándose que respiraba (porque aún la escena de él muerto lo perseguía)—. Paul, despierta —verle entreabrir los ojos volvió a darle alivio, y fue mejor cuando lo observó alzar la vista hacia él—. ¿Cómo te sientes?