E3:SV Una cita de Conciertos (Priv. Keos)

Lo mejor sería dejarlo descansar, no necesitó más que ver su mirada cansada para comprobarlo. Y aunque deseaba quedarse con él para cuidarlo, sin duda era mejor priorizar las necesidades de Paul a sus propios deseos. Asintió nuevamente, acariciando de manera suave su cabello mientras se ponía de pie.

—Buscaré algo bueno, por ahora descansa —y antes de irse se atrevió a sonreírle un poco—. No tardo.

Al salir de la habitación se encontró con una de las enfermeras, quien aprovechó (pese al rostro descontento del grifo) en cambiarle las vendas, prometiendo en llamar al doctor cuando volviera por si tenía alguna contusión cerebral. Por respeto le agradeció, y se sintió nuevamente avergonzado por su actitud hacia una dama tan responsable, así que se disculpó con ella y le encargó al chico, siendo respondido con una sonrisa y una promesa.

No le llevó mucho el encontrar una cafetería. Parecía tener una buena crítica según una de las secretarias del hospital, así que se encaminó hacia allá y pidió no solo ese pastel de 2 chocolates con fresas, del cual ordenó tres buenas rebanadas, sino que encargó un poco más de comida por si acaso Paul mostraba interés en algo más llenador. Además, él también tenía hambre, no creía haber comido desde el accidente, por lo que regresó al hospital con una buena bolsa de comida camuflada en otra de ropa. Al llegar se asomó en busca de alguna enfermera, pero solo encontró al pulpo en la camilla. Se acercó para constatar que estuviera dormido, pero le tomó por sorpresa ver que lo observó de inmediato.

—Ya volví —alzó la bolsa para mostrársela—. Traje bastante.

—Extra chocolate —añadió a su pregunta, sacando un pastel que no solo se veía delicioso, sino que olía exquisito. Como si dos días en el hospital les hubiera hecho olvidar el sabor de algo tan simple—. Espera, te traeré la mesita para esto.

Detrás de la camilla se encontraba una mesa especial para los pacientes, logrando acomodarla sobre sus piernas sin presionar estas. Prosiguió a colocar el pastel, una servilleta y una cuchara. Junto a eso colocó un batido y (por si acaso) una botella de agua.

—También traje un par de emparedados, al parecer son la especialidad aparte de los pasteles —colocó con cuidado las almohadas detrás de Paul para darle soporte, viendo con detenimiento si mostraba alguna señal de dolor—. ¿Cómo te sientes?

—¿Brujas? —preguntó al verlas, y todas parecieron ofendidas por tal término—. No parecen brujas...

Su corazón dio un vuelco al escuchar esas palabras, alzando la vista hacia él con la ligera sospecha de a lo que se estaba refiriendo. Estuvo por decir algo cuando él pareció corregirse, y el sonrojo en sus mejillas se aligeró un poco.

—Oh... ¿En serio? —incluso si era así, le costaba creerlo—. ¿No te parezco... desagradable? —antes de obtener una respuesta, la enfermera se acercó para coser su herida, jadeando con sorpresa al ver lo profunda que era esta—. Es más normal de lo que cree.

—Su piel está muy maltratada —lo regañó al ver que había sido culpa de sus garras, pero lo trató en silencio hasta vendar de nuevo sus manos—. Le traeremos un analgésico pronto.

—Gracias —su mirada no se despegó de Paul, quien se había vuelto a acostar—. No me iré —le repitió—, estaré aquí cuando despiertes.