Post by Ioan Zugravescu on Feb 12, 2022 3:34:58 GMT
Su vida había dado un giro de 180 grados en muy poco tiempo. El mudarse a la ciudad subterránea había sido un encargo de parte de su padre, a fungir como parte de los guardias de la catedral de Notre Dame durante el turno de mañana. Era pertinente tener la vivienda en una zona segura para su verdadera naturaleza, y el palacete que le hacía de departamento en la parte más lujosa de aquella urbe escondida resultaba perfecto para que un hombre joven y soltero viviera allí. Incluso si era demasiado espacio.
Ioan se había pasado esas primeras semanas yendo y viniendo en su horario, regresando a la casa sola, dorada y luminosa cuando se encendían las luces, pero que nunca acaba de calentarse, y había sido en un día común, un sábado en que el destino había decidido tenderle una mano amiga y la había conocido a ella, a Eva.
Desde el inicio le había traído una sonrisa a la cara, sin forzar y sin pretenderlo había acabado mirándola toda esa tarde y durante la cita y durante todos los días siguientes. Era su risa y sus ojos y la caída de su cabello. La libertad con la que bailaba y la misma libertad con la que vivía ajena a todas las ataduras que él tenía por nombre y por expectativa.
Y antes de la fatídica noche de disfraces en el magisterio, Eva había llegado a su casa y las paredes se habían calentado sólo con su mirada. Eran cosas que Ioan podía sentir, ¿pero cómo podía expresarlo? La conocía de hacía tan poco como para dejarla entrar en su casa y quedarse y aún así, la voz de la razón quedó opacada por la corazonada de que aquello era lo correcto, y cada noche que ella le había buscado para dormir había encontrado refugio en sus brazos.
Y los días se iban haciendo semanas. De inicio ella iba y venía a voluntad de su antigua casa en la zona roja a su departamento, decidió darle un juego de llaves y antes de que ninguno de los dos recordaba ella ya estaba viviendo allí. No por sí sola, habían sido constantes invitaciones de su parte, de que dejara aquella zona riesgosa para ella, no tenía que encadenarse a él si no quería, podía ir y venir a su placer, pero que al menos tuviese un sitio seguro donde dormir.
Habían sido otras cosas, pertenecientes a otra vena, esa que tiene que ver con su piel canela y sus labios dulces y que se iba haciendo más difícil ignorar las reacciones de su cuerpo al sentirla cerca, y los pequeños deslices accidentales que habían ocurrido con más y más frecuencia. Ioan sería muchas cosas, pero cuando menos sabía bien a dónde iba, y lo último que quería era que ella se sintiera presionada a algo físico. Con una relación formalizada de por medio, las paredes de su casa pasando de un blanco escueto a murales y cenefas de flores, soles, hojas y color, y un perro hiperactivo que no dejaba de correr de un lado a otro persiguiendo con los ojos y el hocico a las palomas que revoloteaban desde la plazuela, su vida había cambiado por completo. Para bien.
Por primera vez en mucho tiempo sentía un impulso distinto en su caminar y los mensajes durante su turno le alegraban el día, toda ella llenaba de vida sus horas, incluso si era en cuestiones pequeñas como sus lecciones de lectura y escritura, pausar la película para que ella pudiera leer los subtítulos, cocinar y comer juntos los fines de semana. Apreciaba cada pequeña cosa de esa nueva vida que se le ofrecía y que se paseaba frente a su rostro.
Y así como había llegado…
Su padre había enviado una nota a su correo para que hiciera acto de presencia con uno de sus allegados. El señor Gvozden, un lord de Croacia, muy devoto y que hacía poco había perdido a su esposa estaría en la capital de Francia por unas semanas y necesitaba a alguien que cuidara de su único hijo mientras estaba allí, sobre todo durante las tardes y las noches. Su padre teniendo control completo de su horario, sabía que esas horas estaban disponibles para Ioan y ni pronto ni perezoso lo enlistó en la labor.
Por suerte, Eva había aceptado acompañarlo en ese pequeño encargo, pero las cosas no habían ido sin problemas. Ahora ella sabía que su familia no era del todo cálida con personas que no fuesen de acuerdo a su idea de la norma y lo peor, es que ella se había sentido mal con ello. Ioan sentía necesidad de hacérselo saber, de que ella no tenía que encajar con esas ideas arcaicas, que él tampoco tenía porqué, y que podían ser felices juntos sin importar lo que su familia tuviese que decir. Pero entendiblemente, Eva siendo ella, tan empática, tan dulce, había visto a mal causar problemas en la relación con su familia. ¿Cómo podía explicarle que esos problemas no eran a causa de ella?, que eran más viejos, que su infancia no había sido… en general, feliz?... no podía quejarse, la vida que había tenido había sido privilegiada y aún así, constantemente sentía que siempre le había faltado algo, siempre había vivido dentro de una jaula dorada, y ahora que sentía los vientos de la libertad, no quería regresar a ella.
Por eso había decidido, tal como había dicho a su novia, hablar con su familia. Al menos decirles previamente de su relación, de la que no les había avisado en un inicio, como era esperado de él siendo el único hijo varón. Esa noche realizó una video-llamada a sus padres para verlos a la cara, en la soledad del balcón. Las expresiones ausentes no eran novedad, pero a pesar de ello explicó su situación, que se había enamorado inesperadamente, que no pensaba terminar su relación y que la persona con la que estaba era alguien de buen corazón e intenciones y que realmente lo que pudieran decir no iba a cambiar sus sentimientos por ella.
Sus señores padres se miraron entre sí, nada divertidos con ese pequeño atrevimiento.
“¿Entonces para qué nos llamas?” preguntaron con cierta frialdad.
Ioan suspiró.
“Ella quiere conocerlos, y de llevarla, quiero que la reciban acorde y se comporten”
Sus padres no tomaron bien aquello. ¿Quién se creía él? ahora libre, no podía vivir fuera unos meses porque ya les hablaba así como así, como un igual. Ioan tragó saliva, en la oscuridad de la noche, en la ausencia de la pantalla, quizás había actuado impulsivamente, pero al menos ya sabían de su estatus, sabían que su opinion y palabras no afectarían su relación, y sabía que quería proteger y cuidar lo que tenía con Eva. Si para ella era importante conocer a su familia para que supiera bien a bien que él iba en serio con los dos, entonces lo haría, pero también quería poder actuar en caso de que las cosas dieran un giro inesperado.
Se talló los ojos para quitarse un poco del estrés antes de volver adentro, donde los murales, cristales y ladridos le esperaban.
Se talló los ojos para quitarse un poco del estrés antes de volver adentro, donde los murales, cristales y ladridos le esperaban.