Post by Idylion Durendal on Feb 23, 2022 8:10:00 GMT
El pecho de Max subía y bajaba a medida que respiraba lentamente, dormido. Idylion, aunque sabía lo poco cómodo que podía ser si era descubierto, no podía evitar observarlo dormir a veces. Le traía paz. Calma.
Y una súbita necesidad de abrazarlo tan firmemente como lo hacía el atlético muchacho.
Se atrevió a pasar una mano cerca de su rostro, apartando el cabello de su cara para revelar una constelación de pecas. No mentía cuando dijo que le parecían lo más bonito que tenía.
Sonrió, una sonrisa incontenible. Plena. Que se tiñó de pena.
Marietta dormitaba en el otro sofá individual. Se puso en pie, pesadamente usando sus muletas, y miró por la ventana a las luces de París. Al Sena bañado en fluctuantes luces.
"Una vez soñamos con libertad. Con huir hacia algún lugar. Libres de poder ser nosotros. De poder vivir sin excusas"
Fuego. Sangre. El ruido de balas. Y una sensación de furia incontenible que al recordarla solo lo llenaba de sentimientos adversos. De temor. Esa sensación lo hizo girarse, temiendo que algo estuviese detrás de él. Pero no había nada. Solo el goteo del grifo en la cocina.
Igual que el grifo, que jamás habían logrado arreglar permanentemente, sus emociones fluían y escapaban cada cierto tiempo. Pequeñas gotas, constantes, diminutas. Aparentemente insignificantes. Que eventualmente fluían en un hilo. Hoy era una de esas noches. Era tan inmenso su afecto. Y tan pequeño y débil él mismo. ¿Como podía aspirar a contener algo tan sublime como la devoción que sentía por ellos? ¿por el cariño que cargaba?
Por ese pequeño saltito de alegría que sentía al ver a Max sonreír. No. Era imposible.
Pero también se le hacía difícil contener su secreto. No decirles la verdad. Porque en cada cosa que hacía. Cada pequeña alegría y demostración de afecto, allí estaba. Su mentira. Y el Magisterio detrás de ella.
"Un día soñé con libertad. Con ser yo mismo. Sin disfraces o mentiras. Cuando eso no fue posible, soñé con un mundo sin Magisterio. Pero la violencia me hizo ver que quizás tampoco eso era posible. ¿Como atreverme a soñar ahora? ¿por que ahora? ¿por que, dioses?"
La respuesta se hizo inmediata cuando evocó una imagen de ojos grises. Un color frío siendo tan cálido.
Y esa sensación de calor que lo asfixiaba agradablemente, que ya sabía que era.
-Te amo...-murmuró apoyando la cabeza contra el vidrio, que se empañó con su hálito cálido y húmedo.
Y lo entendió.
Por mas que hubiese ido al extremo del mundo, jamás hubiese sido libre de verdad. Porque su idea de libertad era inmadura. Y ahora lo entendía. Como si al fin pudiera ver. Ser libre no era escapar a la autoridad. Ser libre era poder sacarse las cadenas de las mentiras. Ser libre era poder decir sinceramente un "Te amo". Ser libre era no sentir la pena de no ser uno más de ellos, para poder querer y reír . Sino de ser él mismo, entre ellos.
Y de verlos a los ojos y ser digno del afecto que le profesaban también.
Aunque el arpía no lo sabía, una semilla de idea comenzaba a germinar en el fondo de su cabeza. ¿Que flores traería? ¿Que nuevos aromas despediría al florecer? ¿Quién podría decirlo? El futuro no estaba escrito.
Con pasos torpes regresó al salón cerca de Max.
Era como si pudiera ver otra vez. No. Por primera vez.
Era como si pudiera ver la risa de su padre y su propia cara, limpia de cicatrices, pero llena de chocolate.
Podía ver la eternidad en unas constelaciones pecosas.