|
Post by Maret Benoit on Apr 13, 2022 2:24:15 GMT
Otro inicio de semana que significaba resistir en ese lugar. ¿Hace cuántos días que había empezado con ese juego? ¿Era entonces que en verdad iba en serio? No tenía mucho que había hablado con Dagmar y, con ello, el recuerdo del por qué había querido jugar a hacerse el santo dentro de las oficinas del Magisterio, afloró, de manera irónica.
Camino a la oficina, Maret quiso comprar flores. Había visto que muchas personas adornaban los floreros en su escritorio y, si no mal recordaba, Caliope había mencionado que, de vez en cuando, lo hacía con el de Nereo. ¿Por qué no tener un lindo gesto de su parte? Seguro que le alegraría, con lo mal humorado que era. En la primera florería que encontró, tomó el tiempo suficiente para seleccionar un ramo lindo. No era alguien detallista, eso era seguro, pero incluso alguien tan soso como él podría escoger algo apropiado para iniciar la jornada.
Las flores de lis representaban la perfección y el resurgimiento de la luz pero, ¿a qué podía llamarle así? Pues claro, desde siempre se le había relacionado a la iluminación con el hallazgo de la verdad y, ¿cuál era el significado de su estadía ahí, en un sitio tan peligroso como ese? Pues encontrarla, era obvio. Pero ah, como cansaba, más de lo que pudo imaginar. Si tan sólo pudiera darle otro significado a la palabra, estaba seguro que no ocuparía verdad como un fin, sino como un medio para llegar a otra cosa, a una más grande, algo que, por ahora, deseaba pensar como cambio.
Pero todo ese mapa mental debía quedarse en su cabeza, dentro de casa, o tal vez en un salón de clases. Seguro que a Giedrè le hubiera encantado escucharle, sí. Por ahora, esa mañana tocaba jugar su parte.
Hizo el pago pertinente y con ello se dio cuenta el tiempo se le fue encima. Apresuró su caminar; odiaba llegar tarde, así que, tras deshacerse de su abrigo y saco para llevarlos bajo el brazo, aligeró su carga para llegar a tiempo del registro de su hora de entrada. Sin embargo, aquel Magistrado suyo tenía cierta fijación por el exceso de orden que seguramente llegaría tarde para presentarse con él.
Con un suspiro, Maret dejó su portafolio y demás pertenencias en su lugar de trabajo. Si el regaño era seguro, ¿qué más daba? Decidió detenerse a saludar a un par de compañeras suyas y encima a compartirles una flor de su propio ramo. Una de ellas amablemente decidió prestarle un florero y, tras arreglarle lo mejor que pudo, avanzó hasta la puerta de aquel hombre gruñón.
Además de su pequeño presente, entró con un par de carpetas para dejarlas encima de su escritorio. Ahí estaba Nereo, con el entrecejo arrugado, notablemente irritado por su tropiezo de itinerario. El de ojos dorados no pudo más que sonreírle y, en lugar de iniciar la charla rutinaria, decidió guardar silencio hasta terminar de acomodar las flores frente a él.
— De modo que si llego en punto de la hora, no me saludará. Comprendo, Magistrado. —Un suspiro acompañó sus palabras.— Quise traerte flores.
|
|
|
Post by Nereo Silvereel on Apr 13, 2022 7:58:06 GMT
Realmente no entendía por qué estaba tan molesto. En realidad, no entendía por qué siempre estaba molesto, pero eso era lo que sentía en ese momento: fastidio; molestia.
Desgraciadamente, su rostro podía llegar a ser sumamente expresivo, especialmente cuando de enojo se trataba, y ese día no fue la excepción. Llevaba el ceño fruncido y casi podía escucharsele gruñir con tan solo ver su expresión, por lo que no fue de extrañar que pocas personas le saludaran al entrar al trabajo.
Desganado, atendió los buenos deseos de sus compañeros para encerrarse lo más pronto posible en su oficina.
Tan pronto cerró la puerta tras él, un quejido y una larga exhalación salieron de lo profundo de su pecho. Sentía el estrés carcomerlo tan pronto pisaba el lugar: había tantas tareas en las que trabajar que no hacían más que apilarse, así que la llegada tardía de su secretario sí que volvió notoria.
No muchos podían ver a través del mal carácter de Nereo, pero quienes lo hacían, podían notar que era pulcro, organizado. Tal vez demasiado. Y tal vez por ello siempre esperaba ver esas cualidades en los demás, Maret incluido.
"Llegas tarde" pensó en reprocharle tan pronto lo vio entrar a la oficina, más observar lo que traía entre manos le hizo permanecer callado, por lo menos hasta que el más alto habló primero. — Sabes que considero la puntualidad una cualidad muy importante, Maret, así que no vuelvas a llegar tarde.— Recalcó con seriedad sin sin quiera cruzar miradas. Sin embargo, tan pronto expulsó aquellas palabras sus ojos reflejaron algo de culpa. Exhaló una bocanada de aire e intentó probar su bienvenida de nuevo. — Las flores... Son lindas. — Logró acomodar. Claro estaba que la amabilidad no era su fuerte, pero al menos lo intentaba. No podía dejar de pensar en que el selenita había sido amable con él, por lo que quería esforzarse en que fuera un gesto recíproco.
— Tengo una reunión con los demás magistrados en unas horas, así que deberíamos empezar a acomodar el papeleo — se apresuró a cambiar de tema. No le gustaba ser sincero con lo que sentía, especialmente si no comprendía tales sentimientos. Ciertamente, Maret entraba en esa categoría: pensar en él le causaba conflicto, por decir lo menos. Seguramente esa era la razón por la que últimamente no le dirigía la mirada, pero las cosas seguían sin estar del todo claras hasta para el propio magistrado.
— ¿Dónde estabas? — preguntó entonces, más inseguro que autoritario, cosa que pronto le pesó. — No es que me importe-... — Carraspeó para disimular — Pero si tienes problemas con algo, puedes decirme. Somos amigos ¿no? — Intentó incorporar un tono casual, además de restarle importancia al hojear los papeles de la mesa. Su cabeza, en cambio, no hacía más que darle vueltas al tema.
Casi podía sentir como comenzaba a enloquecer.
|
|
|
Post by Maret Benoit on Apr 13, 2022 20:15:34 GMT
En medio de su silencio, se encontró con el sonido de su voz y sus ojos se entrecerraron, afilandose con cada palabra que Nereo soltaba.
Evidentemente, Maret era alguien con mil y un problemas con la autoridad. Desde niño, no había sido precisamente alguien que gustara de quedarse callado ni, mucho menos, de quedarse en un sólo sitio. Un no era un completo sí para él, y viceversa. Mientras más encontrara disgusto del contrario en su hacer, más satisfacción le daba. Sus padres y su hermano menor lo sabían perfectamente y, para fortuna de ellos y de él, no tenía por qué volver a verles la cara otra vez. No, cuando todos le pensaban muerto.
El castaño no quiso responder cada una de las preguntas que el otro formuló; era preferible dirigir su atención a cualquier otra cosa que no fuera su jefe en ese momento o de verdad iba a irritarse. Tal vez se miraba despreocupado a lo que le decía pero, como adulto, estaba en su derecho a callar. Simplemente avanzó de vuelta hasta la puerta, ajustando el seguro de la misma y, de ese modo, dar fe que nadie iba a molestarles. ¿Eso le agradaba al otro selenita, o no? El silencio y el decoro conservaban las reglas de etiqueta del lugar.
— ¿Que dónde estuve, preguntas? —Una risa nasal se escuchó de pronto, siempre con ese tono intermedio entre la burla y la ironía.— Pasé mi tiempo escogiendo flores para ti, es obvio. De haber llegado antes, estaría, no sé, hablando con la chica de recepción. Es muy guapa y parece que le agrado.
Maret caminó de vuelta hasta el escritorio de su ahora jefe, deslizando los dedos encima de la madera una vez que lo alcanzó. Las carpetas estaban apiladas frente a él y la noche anterior se había asegurado de preparar lo que hoy quedaba pendiente. Un error, sí, tal vez dos, pero nada que no pudieran solucionar en ese momento, juntos. Hasta llegar detrás de uno de los costados de Nereo, descansó detrás de su cadera, ambas manos entrelazadas, lejos de la vista de ambos. No dudó en inclinar su cuerpo hacia delante para acomodar su barbilla encima del hombro del otro.
— Puedes empezar con un "Buenos días, Maret". —Continuó hablando, cerca de su oído y, en medio de sus palabras, firme y un tanto severas, golpeó el escritorio con la palma de su mano. No era difícil fingir que necesitaba coger uno de los folderes que yacía frente al otro.— No abandoné mi vida de docente para venir a encontrarme con otro Giedrè en la oficina, ¿sabes? Llegué puntual.
Reincorporándose, el de cabello largo giró frente a él, recargandose contra la orilla del mismo escritorio mientras volvía a quedarse callado. Sus ojos parecían atentos a las letras sobre el papel.
— ¿Si te hablé de Giedrè, verdad? Ahora que somos tan cercanos, podría contarte de la clase de gente que me gusta y de la que no. —Una risilla volvió a salir de entre sus labios.
|
|
|
Post by Nereo Silvereel on Apr 15, 2022 8:02:14 GMT
En un intento de mantener la discreción esperó pacientemente las respuestas de Maret. No quería verse desesperado, así que aunque pudo notar que evadió algunas respuestas, decidió no presionar.
En cambio, le pareció curioso el ver cómo enllavaba la puerta. Por una parte pensó que se trataba de un gesto considerado, aunque contrariamente, no pudo evitar sentirse inquieto.
"Pasé mi tiempo escogiendo flores para ti, es obvio. De haber llegado antes, estaría, no sé, hablando con la chica de recepción. Es muy guapa y parece que le agrado"
Hasta ese punto, Nereo había logrado mantener la compostura. Por alguna razón, ante su última frase pudo sentir una oleada de calor recorrer todo su cuerpo. Apretó los labios y los papeles en sus manos, quedando estático un par de segundos. No mucho después se dio la tarea de sonreírle a su contrario. El resultado evidenció que se trataba de un gesto forzado, pero hizo lo mejor que pudo por disimular. — Le agradas a muchas personas, Maret. Si supieras la cantidad de jóvenes que suspiran cuando te ven pasar.— Pronunció acompañando con una leve mueca, como si le disgustara recordarlo. — Incluso la recepcionista que tiene tres veces nuestra edad no para de preguntarme por ti. ¿Cómo se llamaba?... ¿Carmen? – Paseó las yemas de sus dedos sobre su sien, masajenado el área en un intento de recordar a pesar de que sus esfuerzos fueran en vano.
Fue hasta escuchar los pasos del de ojos ambarinos que se dio cuenta de lo mucho que había hablado. Solía dejarse llevar de más por sus emociones, y por más que se lo hubieran recalcado en el pasado volvía a cometer el mismo error una y otra vez. "Ignora lo que dije, Maret. Dime que no lo escuchaste" rogó para sí, presentando total atención a los movimientos de su acompañante.
Para su desgracia, eso mismo provocó que hasta el gesto más sutil se intensificara. Su cuerpo se tensó completamente al sentir al selenita tan cerca; el roce de su barbilla contra su hombro y su aliento contra sus orejas. El rubio no hizo más que enrojecer ante sus acciones, enmudeciendo por completo hasta que se reanudó la distancia entre ellos. — Lo siento. — respondió cual can bien entrenado al escuchar los reclamos del mayor. No obstante, colocó sus manos entrelazadas contra su boca, nuevamente esperando que el castaño ignorara por completo la manera en la que había reaccionado.
—¿Giedrè? — Cuestionó a su secretario, observando detenidamente como las comisuras de sus labios se elevaban — No me suena, ¿es alguien que te desagrada? — Volvió a cuestionar con genuina curiosidad.
Sin embargo, la fracción restante de su cordura le centró nuevamente en las tareas a realizar: aún tenía que acomodar las carpetas viejas, repasar el papeleo modificado y firmar nuevos documentos. "Un paso a la vez" se decía para aligerar la carga sobre sí. Finalmente se levantó de su asiento para tomar una pila de folders. Les dio una breve hojeada, asegurandose del contenido para comenzar a ordenarlos en diferentes categorías — Hiciste un buen trabajo el día de ayer. Revisé las carpetas y todo parece en orden, así que solo acomodaré las cosas y podremos revisar la carga de hoy— Retomó, aparentemente enfocado en la tarea, aún si se trataba de una historia completamente diferente dentro de su cabeza. — Sólo espero no convertirme en "el Giedrè de oficina" por hacerte trabajar. O peor, en una de esas personas que taaanto disgusto te causan— Soltó de manera sarcástica aquel par de probas que si bien parecían inofensivas, en ese contexto parecian ocultar algo detrás.
|
|
|
Post by Maret Benoit on Apr 15, 2022 9:33:17 GMT
Le gustaba la forma en la que Nereo se contradecía. Era agradable saber cómo se equivocaba frente a él, por él. Quería ver más de eso y quizás, si el otro tenía suerte, pensaría en disculparlo. Por ahora, debía conformarse con sus gestos absurdos, con su cara enrojecida y el entrecejo arrugado, intentando buscar desviar su atención con cierto desespero. Sabía que el rubio sentía agravio cuando era incapaz de controlar la situación y para su mala suerte, a Maret le encantaba tomar las riendas en cualquier asunto.
— Bien, lo sientes. —Dijo, premiando el hecho de oírlo disculparse.— Aunque no fue eso lo que te pedí que dijeras.
Con un suspiro, le miró levantarse y dirigir su atención sobre la enorme cantidad de papeles que ese lugar albergaba. Maret no pudo hacer más sino que cruzarse de brazos, esperando a que su superior comenzara a dirigirlo para él seguirle el paso después. Después de estos días de pasarlos a su lado, se había acostumbrado al innecesario perfeccionismo que la otra serpiente tenía y, en su intento por aprender a manejarlo, cedió lo necesario con tal de adaptarse.
El de ojos dorados le miró hacer los primeros movimientos de sus manos, hasta que su pregunta le hizo soltar una risa nasal nuevamente.
— Su nombre es Rosa y yo también te triplico la edad, Nereo. —Dijo, cerrando la carpeta que había tomado para devolverlo encima del escritorio.— Espero no te moleste tanto tener a este vejestorio a tu lado, tratando de contentarte.
Sin borrar la sonrisa en su rostro, Maret giró a su lado para comenzar a ayudarle. Antes de dirigir sus manos encima de las de su jefe, quiso reacomodar sus anteojos primero y prosiguió en su labor. Sus dedos chocaron contra los de Nereo, sin perder la oportunidad de rozar su meñique con el del contrario. No quiso decir nada de esto, tan sólo mantuvo su sonrisa y la mirada fija en su quehacer. Acomodó los papeles en cada una de las pilas que el otro había formado y, cuando miró que el otro estaba por llegar al último, quiso adelantarse. Necesitó hacerlo, para así sujetar la mano de Nereo y aprovechar su tacto para entrelazarla con la suya. Sus dedos largos y llenos de marcas se apretaron delicadamente contra él.
— Al contrario. Resulta que Giedrè me gustaba mucho, o aún me gusta, no lo sé. Hace semanas que rompí el contacto con él y no he sabido ni una noticia suya. —Y, siendo tan atrevido como podía, cerró su mirar antes de dirigir la mano de su compañero hasta la altura de su rostro. Maret buscó su tacto, haciendo que le acariciara con el dorso de forma gentil mientras hablaba contra su piel.— Fue mi alumno y en más de una ocasión me hizo trabajar horas extra, justo como tú. Se hacía un lío por nada y también solía molestarse por cualquier cosa; así que dime, Nereo: ¿no crees que ya eres como él?
El castaño soltó su palma con lentitud, esperando que se mantuviera cerca. Era una piel suave y sería demasiado tonto si no quisiera tocarla un poco más. Hacía mucho que no tenía una oportunidad de este tipo.— Estoy aquí para ti, tonto. No digas que es una carga.
Maret le sonrió nuevamente y acomodó el último papel encima de su lugar. De ese modo, podrían comenzar con lo que fuera que hoy los esperase de trabajo. Primero estiró la mano para tomar un par de broches y utilizarlos para mantener junto cada grupo de papeles que el rubio había separado, de ese modo mantendrían el orden de las cosas de forma segura.
— Dicho eso, es una pena que la fila para llegar a ti sea tan larga. Tantas ex parejas que se hablan de ti te convierten en alguien inalcanzable que, a mi edad, lo mejor es abstenerse a intentar algo, aunque... —Una pausa y sus ojos volvieron a buscarlo.— Dijiste que muchas personas suspiran por mí, ¿o no? ¿Por qué no me cuentas sobre eso, Nereo? Soy todo oídos.
|
|
|
Post by Nereo Silvereel on Apr 21, 2022 8:02:47 GMT
Nereo decidió pasar por alto las frases de Maret que le aceleraban el corazón. No lograba entender si todo lo decía de manera irónica, o si en realidad solo estaba jugando con él, pero podía entender que de una u otra manera se sentía molesto.
Pretendiendo que estaba enfocado, se dedicó a repasar los papeles en la mesa. Les daba hojeadas rápidas y sorteaba los folders en los archiveros de la oficina. Debido a la brevedad de la revisión y la ayuda de su secretario, la pila de papeles desapareció en algunos minutos. Normalmente aquello le brindaría alivio, más en esta ocasión había un factor que se le impedía: el tacto de Maret.
El rubio se inmovilizaba por completo cada que sus manos rozaban, e intentaba restarle importancia continuando con su trabajo. Sin embargo, una vez que la serpiente marina entrelazó sus manos no hubo vuelta atrás. El Magistrado entendió que todo aquello era a propósito, aunque no le quedó claro el motivo. —Maret-... — intentó interrumpirle, fastidiado, más el selenita continuó hablando sobre un tercero. Mientras tanto, su mano fue guiada hasta el rostro de su subordinado, quien irónicamente era quien llevaba el control de la situación.
Por un momento, el ojazul se mantuvo completamente quieto, a penas alcanzando a procesar lo que estaba pasando. La distancia entre ellos era escasa, y cada acción que llevaba a cabo el otro selenita lo incitaba a acariciarle, a romper los pocos centímetros que los separaban. Con algo de atención podía escucharse la respiración alterada del Magistrado, quien empezaba a sentir cierta tensión ante los hechos.
—Maret...— Volvió a llamarle, esta vez con más suavidad, a la par que acariciaba su mejilla con gentileza. —¿Por qué me comparas con él? ¿Quieres decirme que romperas contacto conmigo también? ¿Qué me ofenda por lo que dices?, O a caso...— Un par de segundos antes de que dijera lo que pensaba, el movimiento de sus ojos lo delató. Su mirada paseó por los labios de su contrario, evidenciando el lado travieso de tus pensamientos — ... O a caso solo me haces saber que te gustan los gruñones? — Cuestionó curzando miradas, esperando que no se percatará de tan pequeño detalle.
No mucho después, el de cabello ondulado retomó su distancia. Nereo se limitó a observarle, aunque de vez en cuando daba uno de otro paso en su dirección, como si esperara que Maret realizara "otra de sus jugadas".
Contrariamente, su secretario optó por hablar de un tema del que el rubio no estaba muy orgulloso, además de agregarle otro asunto que le resultaba agridulce: el que su acompañante fuera tan popular en el trabajo. — Esos rumores son falsos— se apresuró a decir, frunciendo el ceño nuevamente —Lo de mis ex parejas, quiero decir. O de parejas en general. No soy un casanova, ni ningún experto en el amor, y tampoco le agrado a muchos como para tener una larga fila de pretendentientes —Dijo dejando escapar una risa burlona. El comentario no le pareció más que un chiste.
Por otra parte, su rostro se endureció un poco más en cuanto a su siguiente respuesta. Burlarse de sí mismo era fácil; su pan de cada día, pero hablar de la posible vida amorosa de su secretario no le resultaba igual de sencillo. — Por dios, Maret, no me digas que no has visto como te miran las chicas al entrar al Magisterio. Pareciera como si te comieran vivo. Entero. — Espetó en conjunto a un gesto disgustado. —Margarita, Adelaide, Jean-Claude. Diría que de los pocos nombres que me sé al menos 4 sintien algo por ti — Pronunció mientras contabilizaba con los dedos. Un bufido después se tomó la libertad de acortar la distancia, tal y como lo había hecho Maret anteriormente. — Pero dime, Maret, ¿por qué el afán de hablar de Giedrè? ¿O de Rosa, o de Jean-Claude? ¿Qué pretendes haciéndome hablar de eso? — Tal vez era la costumbre de los interrogatorios policíacos, pero su tono de voz se volvió ligeramente más agresivo; intimidante, como si aquello le ayudara a conseguir una respuesta. En compás a la pregunta presionó su dedo índice contra el pecho de Maret, dedicándole una expresión entre retadora y anhelante. No solo quería una respuesta, sino que la necesitaba, y aunque no se percatara de ello, ya Nereo ya la tenía. Sus celos eran el motivo de todo. Eran la razón de ser de un juego en que no había hecho más que caer, un juego en el que Maret era el rey y Nereo un simple peón.
|
|
|
Post by Maret Benoit on Apr 25, 2022 5:10:33 GMT
La manera en la que el de cabellos rubios le miraba, hizo que sonriera. El gesto de Maret no podía ampliarse aún más sino que cada vez que lograba lo que tanto le gustaba conseguir: Hacerlo enojar. ¿Por qué Nereo tenía que ser tan dócil ante ese mal hábito suyo? Cada vez que sentía su mirada encima de la suya, de su boca, de sus acciones, sentía la urgencia de premiarle aunque fuera sólo un poco.
El ir y venir en el sonidos de sus pasos no pudieron ser más que notorios. En ocasiones, Maret se preguntaba desde qué momento había comenzado a ser tan hábil para notar ese tipo de sutilezas en las personas o, ¿sería acaso que en verdad la gente era demasiado obvia con lo que quería pero que se negaba a decir? Era probable, sí, tal vez eso era. No era mentira que las personas solían ser siempre crueles consigo mismas, limitándose a esconder tantas cosas que, en ocasiones, parecía ser que su presencia, casi siempre incorrecta, les generaba un alivio tremendo cuando ayudaba a darles un pequeño empujón.
—Con que son falsos entonces. —Repitió, suspirando mientras cerraba los ojos, con cierto alivio aunque no tardó en nada en regresar a verle.— Bueno, déjame decirte que yo no soy el detective aquí para cerciorarme que eso que me dices sea verdad o no, Nereo. —Otra risilla acompañó ese gesto gatuno con el que sus ojos se afilaban y se curvaban sus labios.
En medio de sus reclamos, el rubio finalmente se había atrevido a recortar cualquier distancia sobrante y en nada pudo sentir las pequeñas presiones de su índice contra su pecho, golpeteando en una serie de reclamos pero que, a su parecer, no eran más que llamadas de atención. El castaño le permitió terminar de hablar pero, en cuanto formuló su última pregunta, dejó los papeles que aún cargaba encima del escritorio y buscó caminar en contra suya.
Las manos de Maret sujetaron los costados de su cuerpo y se detuvieron cuando se deslizaron hasta sus caderas. Siempre pulcro y bien vestido, no le costó trabajo acorralar su cuerpo entre el suyo y la orilla de su escritorio. Era una suerte que el Magistrado del Distrito Acuático fuera tan ordenado en todo, ya que, de ese modo, no tuvo inconveniente alguno en romper con lo bien recogido que se encontraba dicho mueble cuando le levantó del suelo para sentarle encima de la madera. La serpiente dudó en retirar sus manos de tal sitio, era tan pequeño y saberlo le hizo sonreír. A cambio, se entrometió entre ambas piernas suyas para hacerse lugar.
—Nunca dejas de jugar al policía, ¿verdad? —Una serie de pequeños chasquidos de su lengua sonaron de manera reprobatoria. Volteó a verle de frente, casi a la par de su propia altura y fue su turno de aminorar la distancia con él hasta el punto de chocar su frente con la ajena. Podía sentir su respiración agitada, nerviosa; le gustaba.— Hablo de Giedrè porque es obvio que me gustan los gruñones, Nereo. —Otra risa y sus ojos se pasearon de arriba a abajo. Una de sus manos tuvo que separarse de su cuerpo para así sujetar su mentón, después de soltar un par de palmaditas en su cara, una más sonora que la anterior.— Además, me hace sentir tan especial saber que tantas personas voltean a verme pero, vamos, hay algo que estás pasando por alto, señor listillo.
Sus dedos apretaron su barbilla y la movieron de un lado a otro, con suavidad. Maret volvió a reír cuando miró sus cabellos desacomodarse ligeramente, se sentía afortunado de verle así.— Sólo a ti me dan ganas de darte cosas, ¿sí te das cuenta? Pídeme algo, lo que quieras, o voy a ser yo el que tenga que actuar antes. Me abruma lo lento que eres conmigo, Nereo, porque, en serio, con una simple orden me hubieras pedido ya que te diera, por lo menos, un beso. —La mano que permaneció debajo, acarició ahora su espalda, marcando su dedos contra él. No le fue difícil encontrar las líneas de su espalda y quiso trazarlas.— Acabo de cerrar la puerta de tu oficina y me tienes aquí, entre tus piernas, esperando.
|
|
|
Post by Nereo Silvereel on May 2, 2022 7:59:31 GMT
A pesar de sus esfuerzos por mantener una conversación, Nereo había dejado de entender el objetivo de la charla desde hacía mucho. Escuchaba, sí, pero le era difícil prestar atención mientras intentaba resolver tantas preguntas que, si eran formuladas explicitamente, no eran más que evadidas. "¿Qué es lo que ganas con esto? ¿Entretenimiento?" No dejaba de preguntarse una cosa tras otra, siempre en vano.
Aún cuando ejecutó su papel como interrogador, el mayor se escapó con facilidad, aunque no de la manera en la que el magistrado esperaba —¿Q-Qué haces...-?— Las manos de Maret aprisionaron sus caderas para levantarlo; colocarlo sobre su escritorio y acorralarlo. El rubio se aferró a los brazos del maestro como instinto, aunque tan pronto se encontró sobre la madera su rostro volvió a enrojecer. De un momento a otro, el fastidio se convirtió en sorpresa y la sorpresa en bochorno. Odiaba sentirse así: avergonzado y vulnerable, pero Maret no le dejaba otra alternativa más que lidiar con esos sentimientos.
El docente escabulló una de sus piernas entre las suyas, a lo que sintió una ligera presión sobre su entrepierna. Casi parecía un acto inocente de parte del de ojos dorados. Casi. Pues el brillo juguetón de su expresión felina le dejaba en claro que todo había sido con intención.
— Podría pedirte que te arrodilles — dijo fastidiado, aunque su voz flaqueó tan pronto sintió la caricia de Maret en su espalda. Sus músculos se tensaron y sus manos continuaron aferradas a las prendas ajenas. Agachó la mirada para evitar que viera su expresion, cubriendola en una cascada de cabellos dorados. El Magistrado se arraigaba al orgullo, pero el dominio del selenita sobre él no podía ser más que claro.
—Bésame.— Murmuró tras un breve silencio, de manera tímida; como si no pudiera resistir más a sus propios impulsos. Entonces se atrevió a cruzar miradas, revelando una expresión enrre suplicante y determinada. —Si de verdad soy el único para el que tienes ojos, demuestramelo— le murmuró al odio. Presionó ligeramente sus labios contra su oreja para después bajar hasta su cuello y repetir la misma acción. El rubio le dio un par de besos en la zona, primero suaves y después más agresivos, añadiendo pequeñas mordidas y lameteos, dejando despertar el deseo que llevaba ya varios días acumulándose dentro de sí.
Sus manos comenzaron a deslizarse hacia su pecho, deshaciendo con dulzura la corbata que no podía faltar en el atuendo del secretario. Entonces tomó distancia, observando las marcas notorias pero fáciles de esconder que había dejado en el cuello del otro. Esbozó una sonrisa brevemente; pasando de triunfal a atontada, pues para el ojiazul era como obtener un premio más que anhelado.
Su mirada se dirigió una vez más hacia la puerta, repasando el recuerdo de cómo el moreno la había enllavado antes de decir sus siguientes palabras —Cómplaceme, Maret— Murmuró antes de sellar su petición con un beso.
|
|
|
Post by Maret Benoit on May 3, 2022 6:10:35 GMT
Su voz dubitativa le hizo sonreír, nunca dejaba de resultarle una sensación increíble. Sus dedos se apretaron contra la tela de su camisa hasta hundirse contra la piel de sus costados hasta que perdió de vista su mirar. ¿Nereo podría ser más lindo? Probablemente y, para su fortuna, no le molestaba aprender a través de su insistencia. Bien podría hacer todo eso que le dijo sin preguntar, iniciar algo y dar un paso adelante, antes que él pero, de repente, no se trató únicamente de su tacto encima de su cuerpo, sino que también el rubio había decidido empezar un camino encima del suyo.
Maret no pudo ver sus ojos en ese momento, así que le buscó, con la punta de la nariz, acariciando su rostro sin borrar de él aquella sonrisa. Su entrecejo se apretó cuando se encontró con los ojos desafiantes de aquel otro; así que de ese modo era como pretendía pedirle las cosas, pues bien, tampoco mentía cuando le dijo que tenía experiencia con niños exigentes.
El castaño miró a la pared cuando su boca comenzó a moverse encima de su cuerpo. Su oreja, su cuello, sus manos sobre su cuello despojándole de su corbata. El castaño pensó en lo mucho que le había costado llegar presentable pero entonces sólo accedió a lo que quería, a ese beso que tanto debió haber estado esperando.— ¿Por cuánto tiempo quisiste esto?
Maret volvió a besarle, con mayor fuerza a sus movimientos y al agarre sutil que sus dientes dejaban. Probó su lengua, empujándola con la suya para invitarle a entrar y a tomar el beso que tanto quería. Jadeo entre espacios, cortos, con un suspiro y, mientras su labios hacían lo suyo, sus manos quisieron avanzar. Sus dedos delinearon el filo de su cinturón y se detuvieron donde la hebilla, la cual no dudó en desabrochar y tirar de él, hacia afuera. Interrumpió el movimiento de su boca con una risilla, antes de relamerse las comisuras de sus labios y le miró, dejando sobre la silla aquella prenda.
—De rodillas, entonces. —Repitió y volvió a darle otro beso. Acarició su rostro, echando su cabello hacia un lado para desordenarlo por completo y obligarle, de ese modo, a descubrir su rostro para que le mirara.— Te ves lindo así de agitado, ¿sabes?
El castaño se inclinó, levantando ambas manos mientras se colocaba de cuclillas en el suelo. Si, Maret era un criminal y Nereo era el policía que podría capturarlo; fue inevitable pensar en ser arrestado en ese instante que tuvo que emularlo, por diversión. Volvió a reír y al terminar con su broma, quiso descansar su cabeza encima de uno de sus muslos, por un breve instante.— Pero me preocupa, Nereo, y me preocupa bastante que no creas que puedo estar para ti, aquí contigo.
Acarició sus piernas y nuevamente volvió a subir con sus manos, rebuscando entre su pantalón por aquello que quiso encontrar. No le fue difícil tirar de su prenda interior tampoco, sus dedos tocaron lo suficiente para tirar de su ropa debajo lo suficiente para exponerle.— Si no te gusta, puedes echarme... Eres libre de hacer eso, Nereo; puedes desecharme si no te inspiro la suficiente confianza. —Maret sonrió, mirándolo entre sus piernas y, antes de poder decirle algo, se acercó con la boca abierta para comenzar a estimularle.
|
|
|
Post by Nereo Silvereel on May 14, 2022 5:24:56 GMT
A diferencia del estrés de hacía unos minutos, ahora entendía la sensacion de tener la cabeza entre nubes. El cúmulo de sensaciones le atontaban; le prohibían pensar, por lo que a pesar de su carácter rígido no pudo hacer mas que dejarse llevar. Podía sentir el deseo acumulándose en la punta de sus dedos, anhelando acariciar el cuerpo del castaño, al mismo tiempo que podía sentir su cuerpo cada vez más ardiente, anhelando igualmente ser acariciado.
Para su fortuna, Maret le permitió continuar con su recorrido. Se movió desde sus orejas hasta su clavícula, a lo que se dio la tarea de aflojar su corbata, además de desabrochar el cuello de su camisa. Estaba claro que dejaban los valores profesionales por un lado, y aunque no era lo más correcto, sí que era lo más emocionante.
— Más tiempo del que me gustaría — admitió el rubio una vez que la union entre sus labios culminó, aunque no por mucho tiempo. La distancia entre ellos volvió a cerrarse casi al instante, aunque la actitud de las caricias cambió de manera drastica. A diferencia de las proporcionadas por Nereo, estas eran más salvajes, más pasionales y más directas. A Nereo le fue inevitable soltar un gimoteo al sentir la lengua del más alto golpeando contra la suya, aunque pronto se niveló a su altura, batiendo sus lenguas y mordiendo sus labios de vez en cuando.
El Magistrado sintió una pizca de alivio cuando se dieron tiempo de tomar aliento. Conforme las caricias se intensifican, la cabeza le daba vueltas y su propio corazón arremetía fuertemente contra su pecho. Sentía que de continuar así explotaría en cualquier momento, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar. Al final, conseguir lo que quería siempre seria su prioridad. Tan solo un momento despues la mano de su contrario despeinó sus cabellos. El rubio frunció el ceño mientras un tono rojizo teñía sus mejillas. No dejaría pasar aquel acto. —Y tú te ves lindo cuando estás debajo de mí— Se mofó ante el comentario de la serpiente, quien sabía bien que al ojiazul le irritaba tener un aspecto desordenado. — Dejaré pasar lo de mi cabello esta vez. Puedes desordenarlo tanto como quieras, y soy taaan generoso que incluso te daré la libertad de hacer lo mismo con mi ropa. — Replicó el policía, apagándose a su rol gracias a la actuación del "delincuente". — Te dejaré ser libre el día de hoy, me estoy sintiendo como el policía bueno — bromeó portando una sonrisa ladina.
Por otra parte, cuando Maret descansó su rostro en sus muslos, Nereo acarició sus cabellos. Sus yemas se deslizaron en mociones circulares, más tan pronto sintió la mano del mayor explorar su entrepierna el rubio tiró ligeramente de su cabello. Su respiración volvió a agitarse, a lo que se mordió los labios para poder responder con algo de compostura. — No. — Negó con firmeza cuando el moreno propuso retirarse, suavizando nuevamente el agarre de su cabello — Me gusta. Me gusta mucho — Confesó un tanto avergonzado, aunque su respuesta era evidente debido a sus señales corporales. — ¿Podemos... Continuar? — Preguntó un tanto desesperado. La mano que le quedaba libre se deslizó por su mejilla, anhelando explorar más del cuerpo de su amante. — Yo tambien quiero complacerte. Dime lo que quieres y... Lo haré —. Maret mismo lo había dicho: había esperado mucho porque ese día llegara.
|
|
|
Post by Maret Benoit on May 15, 2022 12:28:26 GMT
Sus dedos tirando de su cabello fueron motivo suficiente para saber que estaba haciendo las cosas de forma correcta. Bien, incluso una basura como él tenía cierto orgullo y, mientras más movía su cabeza, empujando de arriba a abajo, más creía que no debía detenerse. Nereo era lindo, sí, demasiado. Iba a considerar la forma tan débil y dependiente en que lucía, como un premio a su labor. Sus palabras, incluso, le hacían sentirse caliente. Quizás debía premiarle por eso.
Maret sonrió de oreja a oreja en cuanto escuchó su pregunta y entonces paró. Estaba seguro que aquel hombre se encontraba lo suficiente estimulado de ese modo pero, en un momento así, ¿cómo no continuar buscando más? El castaño se separó, relamiéndose los restos de saliva que sobraban de la comisura de sus labios y, haciendo uso de tan escasa distancia de su mano y su boca, sujetó su diestra para atraer su pulgar y besarlo, mordiéndole además. Sin quitarle los ojos de encima, fue su turno de incorporarse. Supuso que se trataba de una tristeza, ¿cada cuánto alguien podía verle así? Por supuesto, nadie, y sólo por eso volvió a levantarse entre sus piernas para robarle otro beso, lento, rápido. Quería comerse esa boca suya, si era honesto, la cara tan ansiosa que el Magistrado dibujaba no podía ser comparada con alguna otra.
—Vamos a continuar pero con una simple condición: —Dijo, animoso, chocando las palabras contra sus labios. Los jadeos se mezclaron con su respiración y rió.— No te metas en lo que hago, así que no me toques. —Soltó justo antes de morder su piel. Maret se echó a reír nuevamente y se dispuso entonces a bajar de su propio pantalón, desabrochando la hebilla del cinturón para aflojar el mismo. Tan pronto estuvo listo, quiso deshacerse del calzado del rubio, lo acomodo a la orilla del escritorio antes de continuar. Sus manos tomaron las contrarias y, atrayéndole para que bajara del escritorio a paso torpe debido a la tensión muscular que suponía debía tener, hizo que le acompañara de vuelta a la silla, su silla, donde todas las mañanas le veía darle órdenes absurdas y una que otra interesante. El docente tomó asiento frente a él y, sin problema, tiró de ambas prenda inferiores del otro, hacia a abajo.— ¿No resultó una dicha traerte flores, mh? ¿Por qué no escoges la próxima vez el ramo que más te guste para que yo, no sé, me distraiga un poco y llegue ligeramente tarde? Tus castigos son tan buenos, Nereo.
Los ojos miel de la serpiente miraron sus piernas desnudas. Blancas, limpias, podía suponer lo tersas que se sentían. Maret palmeó su propia rodilla y, tirando de sus muñecas, le invitó a tomar asiento encima suyo. Sus manos subieron hasta sus codos, levantándolos para que se apoyara del filo de la silla.— Ahí, sosténte y sin tocarme, ¿Recuerdas? Dijiste que querías darme algo... Y quiero saber qué tan capaz es el Magisterio del Distrito Acuífero de resistir a lo que se le ponga enfrente.
El castaño entonces le tomó de la cintura, apegándolo a su cuerpo mientras comenzaba a restregarse. Sus ojos se cerraron un instante, concentrado en el tacto que se generaba. Su cuerpo era generoso consigo, no le fue difícil responder y, más allá de una simple estimulación en beneficio propio, pronto se convirtió en el inicio de tan importante acto. Maret clavó los dedos en cada costado suyo y, con un jadeo, comenzó a moverse dentro, saliendo y golpeando con lentitud. Su frente se apegó a su hombro, llenándolo de besos hasta alcanzar su cuello y subir por su mentón, antes de reír satisfecho por lo que había conseguido.
—Eres bueno, Nereo... Deberías ver qué lindo se curva tu cuerpo. —Dijo, mirando su rostro encima del suyo. Sus cabellos caían encima de su rostro y tal escena no pudo dejarle una mejor satisfacción. Su zurda necesitó delinear su cadera, antes de dejar un apretón.— Eres tan buen chico conmigo... ¿No crees que te hacen falta más premios de este tipo? Te los mereces, Nereo bonito... Haz trabajado tanto que no deberías recibir menos...
Su cuerpo se estremeció, así que necesitó empujarle aún más contra él. Ambos chocaron, ansiosos, y fueron sus manos las que dirigieran el ritmo necesario que ahora también requería. Maret jadeo, con fuerza, culminando aquel acto sin dejar de verle. Su cuerpo se miraba tan agitado ahora pero incluso alguien como él, reconocía el valor de dicho momento.
|
|
|
Post by Nereo Silvereel on Jun 7, 2022 8:14:13 GMT
El Magistrado no pudo evitar sentirse expuesto ante la situación. Su cuerpo lo llevaba a sucumbir ante la voluntad de su secretario, y su estricta fijación por seguir las reglas flaqueaba cada vez que Maret le daba una orden. Aunque, ya que seguía tanto las normas ¿por qué no seguir las de su amante?
El moreno procedió a deshacerse de un par de prendas, tanto propias como ajenas. Hecho esto tomó al rubio de las muñecas y tiró de las mismas hasta que ambos se acomodaron en su silla. Maret tomó asiento en la misma mientras que Nereo se mantuvo de pie al mismo tiempo que sus prendas inferiores caían al suelo. La manera en la que se había desplazado hasta dicho punto fue torpe, además de que no podía rehuir el hecho de que sus piernas temblaban. Ahora su piel se veía en su mayoría expuesta , y aunque su apariencia de porcelana era un atributo del que se sentía orgulloso, los nervios le delataban. Afortunadamente, su camisa blanca alcanzaba a cubrir lo suficiente para funcionar como una especie de cortina, aligerando esta sensación.
Desgraciadamente, no se le permitió sentir timidez por mucho tiempo más. Nuevamente, Maret tironeó de sus muñecas para indicarle que se sentara... Sobre él, a lo que el de ojos bicolor expresó su descontento. — Eres un sinvergüenza — Se quejó con las mejillas enrojecidas. Sin embargo, sus palabras y sus acciones eran contrarias; no necesitó que su contrario lo pidiera una vez más, pues tan solo unos segundos después obedeció por si solo.
Al sentir el roce entre sus cuerpos sus jadeos se intensificaron. Hizo lo posible por hacer el menor ruido posible, pero fue cuestión de tiempo para que el sonido de su respiración se volviera más evidente. Entonces los jadeos se convirtieron en gemidos, al principio casi imperceptibles, pero fueron escalando a partir de que el profesor se introdujo dentro de sí. —Maret...— gimió su nombre, no una, sino dos veces, tres veces; tantas que dejó de contarlas. Sus manos buscaron aferrarse al cuerpo ajeno, pero la voz del mayor se repetía en su cabeza, impidiéndolo. "Sin tocar. Sin tocar". Y mientras lo pensaba, su espalda se arqueaba junto al arco de sus pies y sus rodillas buscaban conectarse al sentir la presión dentro de sí.
Por otra parte, el tacto sobre sus caderas, propuesto con firmeza por las manos de la serpiente no hacía más que quemar. Cada parte en la que sus cuerpos colindaban ardía. Se estaba quemando, pero de una manera en la que sólo quería más, más y más... Y así se le concedió.
Para dicho punto le fue imposible mantener silencio. Vocalizó tantas cosas como pudo; tanto el nombre ajeno como su deseo de aumentar la intensidad, así como el hecho de estar llegando al borde de su aguante. No pasó mucho más hasta que el acto culminara, dejando como único rastro el sonido de sus respiraciones agitadas. Un prolongado silencio llenó la habitacion hasta que ambos recuperaron el alhiento. Entonces, cuando el Magistrado se percató de la fija mirada del de ojos ambarinos se decidió a hablar. —No... No me mires— Comentó avergonzado, cubriéndose el rostro con una mano a la par que se encogía. Lo había disfrutado, más de lo que le prefería admitir. Había perdido todo sentido de cordura por Maret, lo había vuelto loco y lo tenía rendido ante sus pies, y como Nereo lo entendía, le era inevitable sentirse abochornado.
|
|
|
Post by Maret Benoit on Jun 10, 2022 8:24:49 GMT
Su cuerpo se movía tan bien encima suyo, era tan lindo que no pudo evitar pensar en comérselo una segunda vez. Esta idea le hizo reír tenuemente pero, en lugar de esperar por la molestia de aquel joven de delicados gestos, quiso besarle, probarlo, sentir como su respiración se le iba cuando su boca se adueñaba de la suya. Sus manos apretaron su piel, hundiéndose en su cuerpo mientras masajeaba sus caderas con él dentro todavía. Qué sensación tan agradable, debía admitirlo. Para alguien como él, que rechazaba tanto ese tipo de actos pese a lo mucho que le gustaba incitarlos, sentir su interior apretandole aún después de terminar se sentía increíble. Era un sin vergüenza, tal y como le había llamado y, haciendo uso de aquel nuevo título, masajeo sus glúteos una vez más.
—¿Cómo no voy a mirarte cuando luces tan precioso encima mío, mi dulce y bonito Nereo? —Sus palabras rozaron contra sus labios, en un gesto tenue, íntimo.— Mírame a mí, sólo a mí. No necesitas hacer otra cosa cuando estás a mi lado.
Maret salió de él y le atrajo contra su cuerpo, recostandole encima suyo. Sus manos acariciaron sus piernas, su torso parcialmente desnudo, hasta subir a su rostro. Volvió a besarle, ésta vez lento, suave. Acomodó sus mechones de cabello detrás de la oreja y le miró, sonriente.— Castígame nuevamente un día de estos, ¿bien?
Otro beso en su frente, uno último antes de incorporarse. El castaño le apartó, gentil, ayudándole a ponerse de pie. Hacia tanto que algo así no sucedía que, en cuanto se levantó, le fue imposible no reírse. Sus músculos le dieron cosquillas.
Buscó un par de pañuelos en el mismo escritorio del rubio y, tomando su tiempo, volvió a vestirse, luciendo igual que cuando llegó. Caminó hasta las ventanas, abriendolas para que el aire entrara y su compañero pudiera sentirse un poco más fresco luego de tal acto. Hacía un buen día en aquella ciudad subterránea, una expresión bastante ridícula para quien odiaba vivir ahí, como él pero, tan pronto regresó la mirada con aquel otro, le fue imposible no ocultar la satisfacción en su rostro. Volvió a acercarse, lento. Quiso vestirle de vuelta, de la misma forma en la que se había deshecho de sus prendas, momentos atrás.
—Dime, ¿quieres un poco de agua? ¿O tal vez un café? Espero no hayas desayunado todavía, comer después de un poco de sexo por la mañana hace que la comida sepa mucho mejor. —Sus dedos pasaron el suave papel, encima de su piel. Intentó quitar el exceso de sudor y fluidos innecesarios encima suyo, sabía lo dedicado que era con su apariencia y, por más gusto que le diera romper ese orden, también le gustaba guardar el decoro.— Oh, Nereo, pero no te quedes callado. Me haces pensar que tengo que hacerte esto muchas veces hasta acostumbrarte.
Otra risa, una más fuerte que las anteriores. Le miró molestarse y sonrió, quiso besarle, morder su piel otro poco y dejar una que otra marca encima de su cuello y tan lindos hombros. Le miró, cómplice, y como quien no quisiese, acomodó su camisa antes de inclinarse a colocarle su calzado. Tomó su pie un momento y, deslizando la media fuera de su piel, le besó un par de veces mientras le miraba.— Me gustas. Te quiero conmigo, sólo para mí. ¿Eso te molesta? Porque pienso insistirte, buscarte mañana, y el día que siga, hasta que me digas que sí.
Con una sonrisa, Maret se levantó después de terminar con tan limpia labor de su parte. Su mano volvió a buscar su rostro, acariciando su mejilla con la yema de su pulgar. El rubio lucía como una muñeca de porcelana para él que le fue imposible no apretarle, poco a poco, ¿acaso iba a romperse? Con una risa nasal, se inclinó a besarle. Dio un par de palmadas en esa misma mejilla, había sido suficiente.— Ya vuelvo, no tardo.
El castaño dio una última mirada a su joven jefe, antes de partir. Una vez la puerta se cerró tras de él, su mano izquierda se elevó hasta su frente. Tuvo que sacarse los anteojos por un momento, apretar el puente de su nariz. ¿Qué había hecho ahora? ¿Eso sería suficiente para encontrar un gramo de información de su pequeña Maelia? Ni siquiera el día había comenzado y, mientras cerraba los ojos, el rostro desfigurado de placer de aquel otro volvía como un tormento, uno dulce. En verdad se miraba bien. Debía despejar su cabeza, así que respiró, debía continuar.
No había pasado mucho desde que ese día había iniciado. Una vez regresó con un pequeño aperitivo y un café en mano, le miró ahí, a Nereo, intentando ocultarse de su presencia. ¿Por qué debía ser tan deshonesto con lo que sentía? Sólo aumentaba las ganas de molestarlo, así que tomó asiento frente a él, a propósito.— Las flores te sientan bien. Déjame adornar tu oficina a partir de ahora.
Por fortuna, aquel hombre junto a esa oficina habían quedado tan impecables, que bien podría decir que nada había ocurrido ahí adentro.
|
|