Post by Kenji Kenzo on May 2, 2022 17:14:03 GMT
El día estaba demasiado tranquilo, hacía tan solo unos días el kitsune había regresado de aquel tortuoso viaje que realizo para calmar sus demonios internos, ahora estaba una vez más en aquel local de antigüedades completamente sólo pues su ayudante ese día tuvo que salir a dejar unos encargos por su cuenta.
El local se encontraba en una tortuosa paz, el único sonido era el tic tac de un reloj viejo en la pared y el sonido de las aspas de aquel abanico en el techo, sabía que tenía que remodelar su tienda pero dejar atrás aquel pintoresco ambiente antiguo le daba pesar, era como si borrará toda la historia de aquellas paredes, el hombre dejó salir un suspiro y se acomodo en la silla, no había señales de nuevos clientes por lo que tranquilamente tomó una caja que había detrás de él en aquel anaquel, con cuidado dejo la caja alargada en el mostrador, no había ni una mota de polvo, una leve sonrisa se dibujo en sus labios al abrir dicho paquete, dentro de este había una flauta algo vieja pero en perfectas condiciones.
Tomo aquel instrumento como si fuese lo más frágil del mundo, dio una última mirada al local y después a la ventana, veía a las personas pasar y está vez agradeció que ninguna entrará, volvió a sentarse y puso sus labios sobre la boquilla de aquel instrumento, de pronto todo el local se lleno de aquella música, la tonada era tranquila y algo nostálgica ¿Qué estaría pensando este al tocar dichas notas? O... ¿En quién? Sus dedos se movían con gracia haciendo que cada nota fuese exquisita, estaba a punto de terminar la canción cuando las campanadas de la puerta le hicieron abrir los ojos de golpe e interrumpir la canción "Maldición" pensó en aquella última nota desafinada y con la mejor cara que pudo poner le dio la bienvenida al extraño cliente
—Bienvenido al mejor local de antigüedades de la ciudad... ¿En qué puedo servirle? —
El local se encontraba en una tortuosa paz, el único sonido era el tic tac de un reloj viejo en la pared y el sonido de las aspas de aquel abanico en el techo, sabía que tenía que remodelar su tienda pero dejar atrás aquel pintoresco ambiente antiguo le daba pesar, era como si borrará toda la historia de aquellas paredes, el hombre dejó salir un suspiro y se acomodo en la silla, no había señales de nuevos clientes por lo que tranquilamente tomó una caja que había detrás de él en aquel anaquel, con cuidado dejo la caja alargada en el mostrador, no había ni una mota de polvo, una leve sonrisa se dibujo en sus labios al abrir dicho paquete, dentro de este había una flauta algo vieja pero en perfectas condiciones.
Tomo aquel instrumento como si fuese lo más frágil del mundo, dio una última mirada al local y después a la ventana, veía a las personas pasar y está vez agradeció que ninguna entrará, volvió a sentarse y puso sus labios sobre la boquilla de aquel instrumento, de pronto todo el local se lleno de aquella música, la tonada era tranquila y algo nostálgica ¿Qué estaría pensando este al tocar dichas notas? O... ¿En quién? Sus dedos se movían con gracia haciendo que cada nota fuese exquisita, estaba a punto de terminar la canción cuando las campanadas de la puerta le hicieron abrir los ojos de golpe e interrumpir la canción "Maldición" pensó en aquella última nota desafinada y con la mejor cara que pudo poner le dio la bienvenida al extraño cliente
—Bienvenido al mejor local de antigüedades de la ciudad... ¿En qué puedo servirle? —