Angus
Sélénites
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Post by Angus on May 22, 2022 23:32:54 GMT
En un principio su mente no notó la vil melodía de las sirenas. Sus pies, así como los remos del marinero incauto, lo dirigían inconsciente hacia unos brazos mortales que se escondían bajo el velo de una canción. Notas prolongadas y profundas que se arrastraban por los callejones de piedra, húmedos por alguna gotera que traspasaba los oxidados tubos de cañería de algún lugar aledaño a ese monstruo gótico.
El crescendo de un coro ataviado en túnicas blancas hizo temblar su cuerpo frío y muerto, como si aquel corazón inmóvil se hubiera estremecido ante tal sonido. Un brillo rojizo corrió por el momentáneo tono esmeralda de sus ojos al alzarlos hacia lo que descubrió como la catedral. Ni más ni menos, Notre Dame se alzaba ante la criatura de la noche como un depredador que había engañado a su presa. Y es que no importa cuántas veces lo hubiera puesto a prueba o cuestionado, Angus seguía sin entender aquel terror vomitivo que le producía esa cruz tan burda y simple adornando esas magníficas torres. Era como si las gárgolas despertaran ante un enemigo, ante la paria de su Dios, y escupieran un coro que seguramente era dedicado a la última misa, pero que parecía un Réquiem para cualquiera que disidiera la según eso pureza del lugar.
Su cuerpo ataviado en prendas oscuras se mantuvo impasible, viendo con frialdad y admiración meramente arquitectónica aquel monumento gótico. Era curioso, pues aunque quisiera, no podía acercarse, sabía que era imposible entrar a menos que le invitaran. ¿Y por qué querría? Aunque alguna vez se creyó cristiano, ese Dios le había dado la espalda antes siquiera de caer ante las garras de la inmortalidad. Quizá era un impulso nacido del morbo, pero su cuerpo se quedó ahí, paranormalmente frente a la iglesia, desafiante, quizá, a una segunda muerte que lo estaba invitando a convertirlo en cenizas.
Debía de ir hacia el hospital, donde recogería la sangre con la falsa identidad de un doctor, pero sus pies lo mantenían ahí, donde sintió la presencia de alguien más. Alguien con la piel igual de pálida que la suya, y que por un momento sintió cierto aire... muerto.
— Buenas noches —saludó con cordialidad.
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Post by Carel Helland on May 23, 2022 5:45:48 GMT
¿Quién le podía quitar lo lóbrega a la noche? Inspirando temor, confusión, incertidumbre... Sin razones para que alguien se estuviera paseando por ahí luego del trabajo.
Era tan liberador despojarse de todas las prendas y accesorios para moverse por las calles de París, con solarios pasando como si no existiera hasta que la sombrilla choca contra su perspectiva, siendo el abrigo lo único que conservaba de ese disfraz; que, mejor dicho, aunque con resignación, escudo.
De nada le servía poder pasar desapercibido ahora, su maletín y la canasta con la que cargaba algunos frascos con brebajes y hierbas le hacía llamar la atención de algunas criaturas que rondaban alrededor, dando igual de quienes se tratasen. La mayoría daban el respingo que le agrandaba la sorna a su expresión burlona, asumiendo que era debido al repentino repiqueteo del vidrio contra las rejillas de la canasta de aluminio. Seguía sin pasar de moda.
Con esto en cuenta, no fue tan raro que alguien haya notado su presencia.
—Buenas noches —devolvió el gesto, inclinando la cabeza ligeramente hacia delante. Quedó un momento de pie, viendo hacia el foco de atención del extraño junto a él.
Una vez que leías y escuchabas tanto sobre un lugar, llegaba a ser menos asombroso con cada mención. Lástima para algo como esa catedral. Su pensamiento sobre ella ahora era meramente su gusto a lo gótico y...
—Bonita, ¿no? —preguntó sin más, sin esperar respuesta del contrario. Esta vez ladeó el sombrero como despedida, antes de emprender nuevamente su camino más lento de lo que estaba avanzando hace apenas unos segundos.
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Angus
Sélénites
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Post by Angus on May 24, 2022 4:33:23 GMT
— Hermosa —respondió con al encoger sus hombros, aún con esa sensación desagradable en sus entrañas—. Sin duda un monumento a la arquitectura gótica, aunque he visto más en Escocia...
Justo en el instante en que terminó de decir eso, las grandes y pesadas puertas principales del templo se abrieron, dando paso a una congregación de personas que charlaba animadamente entre ellas. Varios parecían vestir como humanos normales, o "solarios", como decidieron acunarlos en París, pero había algo raro entre estos, algo que no supo si estaba en el aire, pero volvió ese presentimiento aún más fuerte. Vio de reojo al hombre que apenas había llegado, y se preguntó si sabría de aquello que parecía estar mal en todo esto, claro, hasta que alguien más salió, con una vestimenta brillante y llamativa, y de repente esas personas los rodearon, casi naturalmente, entré pláticas extrañamente inofensivas.
— ¿Qué le pasa a estas personas? —se preguntó en voz baja, pero el oído de un vampiro puede superar a veces incluso al de un licántropo, así que el otro pudo escucharlo a la perfección—. Algo de esto no me gusta.
— ¡Mis hermanos! —exclamó aquel hombre de la sotana rojiza, abriendo sus brazos en un abrazo indirecto y con una sonrisa que hizo al lobo interno del vástago gruñir—. ¡Qué felicidad ver a nuevas caras en nuestra querida Notre Dame! De haber sabido que había buenos hombres esperando, los habría dejado pasar, ¡Pero el señor siempre está disponible ante sus fieles servidores! Pasen, pasen, no pequen de modestia.
Extrañamente aquel individuo se las apañó para poner una mano en el hombro de cada quien, y sintió que menos le gustaba esa situación.
— No es necesario, de hecho ya nos íbamos —incluyó al otro pues algo le decía que estaba disfrutando eso tanto como él.
— ¡Tonterías! Los brazos de nuestro señor estarán abiertos para todos, y se ven que no son de por aquí, díganme, ¿Ya tuvieron el placer de conocer la iglesia?
No, y por algo era.
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Post by Carel Helland on Jun 2, 2022 8:45:51 GMT
Justo cuando se creyó perdido en la inundación de presencias que se estaban amontonando, el sorpresivo agarre le hizo dar un respingo ahora a él. ¿Era posible sentirse así de intranquilo por un simple tacto?
—Disculpa, ¿qué llevas ahí?
—El cuerpo de Cristo —contestó con la misma acritud con la que le estaban tratando. Los segundos tensos que duró manteniendo contacto con la señora fueron interrumpidos por el sujeto que estaba haciendo más ruido del lugar, que también le había tomando del hombro.
La señora no puso mayor resistencia, se debió imaginar porqué, se veía en su sonrisa ladina.
Nada le estaba agradando de a dónde se dirigía esto, jamás se había sentido así de incómodo ni acosado; por más numerosos mares de seres con los que caminaba día a día, en sus casi lejanos días de viaje, o con el Magisterio pisándole los talones. Ya hasta extrañaba a los que cuestionaban su supuesto título, mientras avanzaban hacia la catedral a rastras.
—Talvez podemos pasar después, ya sabe, es tarde, debe ser la última misa y... —le comentaba lo que se le cruzaba por la mente, al padre que continuaba empujándolo. La voz de una quinta persona entre el grupo, lo hizo callar entre su búsqueda interna de sus mejores excusas.
—¿Por qué les incomoda tanto? —escupió sin más un tipo.
—... ¿"Ateísmo"? —corroboró el vampiro.
—¿Ya viste lo pálidos que están? —oyó otra voz algo retirada del origen del barullo.
Lo peor era pensar que los solarios estos le van a querer estorbar en su trabajo durante el día. Buscaba opciones mientras su, al parecer, acompañante, les daba otra serie de excusas.
Ya se estaba haciendo tarde para su segundo trabajo, por lo que fingir una cortesía forzada hacia su adusta hospitalidad y actitud caritativa de mierda, no era una opción. De todos modos, si tuviera todo el tiempo del mundo, tampoco les aceptaría su hosca oferta.
El cuchicheo de alrededor era lo que más le causaba nerviosismo, ¿ya sospechaban?
Esperaba que le entendieran de ser así.
Sacó una bolsa de sangre como las que almacenaban en los hospitales. Con un arranque repentino desprendió el extremo para abrirlo, empapando a los cercanos y, con un movimiento de mano, los hizo retroceder hacia el suelo, incluyendo al padre que insistía en mantenerse sujeto a ambos.
Conforme manejaba el líquido carmesí, podían avanzar entre las hileras e hileras de gente que terminaba mojada y, por lo tanto, alejada de ambos abruptamente. Con más razón desearían inmolarlos.
Cuando se creyó un poco más apartado, con el pendiente de asegurarse de que no le alcanzaran, notó a su acompañante junto a él. Antes de preguntar, tuvieron que correr por la turba, teniéndoles que perder entre las callejuelas, rincones y largas propiedades para perderles de vista, hasta terminar ambos en un valle cercado; siendo todavía seguido por esta otra persona. Aunque no estaba de parte de los otros tampoco, ¿debería preocuparse? Sería tirar otra bolsa de comida pero... mejor a que muerto. Repitió su acción de hace rato, menos drástico y tomando parte de la sangre para beber, como si de una golosina se tratara.
—¿Sabes? No estás nada mal para ser... lo que sea que seas —lo vio de arriba a abajo. Sus colmillos se presentaron sin miedo, y el sabor metálico de la sangre, provocaba un brillo en sus ojos, que realzaban los colores nuevamente; con más vida. Levantó otra muestra con un par de dedos, dispuesto a hacer lo que sea—. Identifícate.
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Angus
Sélénites
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Post by Angus on Jun 2, 2022 19:53:15 GMT
Fue como si de la oscuridad fueran emergiendo un grupo de manos que lograron apresarlo, provocándole repulsión ante esas falsas y vacías sonrisas impregnadas de fanatismo. Aquello rayaba en el acoso, así que apartó fríamente su brazo y mano de todos ellos con tal fuerza que los hombres lo observaron sorprendido y las mujeres con terror, como si hubiera levantado su palma en busca de lastimarlos, lo cual no estaba muy lejos de sus deseos, pero vamos, eran católicos, no esperaba buenos modales por su parte.
Al escuchar el comentario sobre su palidez, como si señalaran de repente su verdadera naturaleza, simplemente provocó que sonriera con sorna.
—¿Un hombre de piel blanca? ¿Aquí en Europa? —rió con tal profundidad que uno de ellos pareció pasar saliva. Fue acercándose cada vez más al tipo con quien se había topado momentos antes, pues parecía a punto de correr, y él estaba más que dispuesto en seguirlo—. Padre, È che l'amore di Dio si limita all'apparenza dei suoi figli? —le preguntó al de la sotana, llevando una mano a su pecho, mientras su rostro denotaba una lástima creíble. Pudo ver como la comisura de los labios del hombre tuvieron un tic y sus ojos se sorprendieron al ser su nacionalidad descubierta.
— Allora perché non entri, figlio mio? Così possiamo celebrare insieme nostro Padre e Signore.
"Buen intento".
Estuvo a punto de contestar, sintiendo que cada vez iba ganando mayor poder sobre la voluntad del hombre, pero en ese momento todo lo que pudo ver fue un manchón carmesí acompañado de un férreo aroma, seguido de varios gritos. Sus labios se abrieron en shock al ver que ese tipo estaba usando magia de sangre frente a los feligreses, como un suicidio ante el Magisterio. Claro, eran vampiros, y jamás creyó que esas burdas reglas aplicaran más allá de obedecer por mera conveniencia. ¿Debía correr con él?
...
Hizo una seña al Padre y en unos segundos desapareció, siguiendo a aquel de mechones castaños hasta detenerse en un callejón.
—Bien, eso fue más dramático de lo que espera —dijo al apartar un mechón de su rostro para acomodarla detrás de su oreja. Ni siquiera se sorprendió cuando el contrario bebió lo que obviamente era sangre, limitándose a ver si algo de eso le había caído a la ropa. Dejaba manchas terribles, lo sabía por experiencia—. Gracias, supongo... —respondió ante el inesperado halago, siendo interrumpido al instante por aquella muestra de poder nuevamente. Una de sus cejas se alzó con una pequeña sonrisa, dando un paso adelante mientras una de sus uñas alzaba esa punzante arma, sin dejar de ver a los ojos a aquel que lo amenazaba—. ¿Quieres mi nombre o de una vez te doy mi número? Porque debo decir que me estás dando mensajes algo contradictorios.
Terminó acariciando la filosa y sólida sangre, convirtiendo esta de nuevo en aquel cálido líquido carmesí para entonces llevar un poco a su boca, dejando finalmente a vista del otro ambos colmillos que fueron relamidos por su lengua al degustarla. El verde de sus ojos fue sustituido por un rojo brillante y salvaje, terminando por hacer juego con su apariencia de labios, cabello y orbes de dicho color.
—Hmmm, un sabor simple, humano, me parece —terminó por decir al saborear el alimento—. Angus Grant, ¿Y el joven de impecables modales es...?
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Post by Carel Helland on Jun 4, 2022 6:36:50 GMT
—De todos modos, no serías el primero a quien debo amarrar; en ambos sentidos —su mirada fulminante fue acompañada con una sonrisa ladina, asomándose cierta coquetería. Talvez llegaría tarde al trabajo.
Se encargó de levantar las gotas de sangre que querían formar parte de su ropa, uniéndose al cuerpo carmesí que levitaba junto a sus dedos que todavía no bajaba. Al menos no por los siguientes instantes que se dedicó a analizar al otro vampiro.
Luego de una pausa, manteniendo las miradas radiantes conectadas, terminó decidiendo finalmente en su respuesta, al momento en que terminaba de probar otro poco de sangre que mantenía levitando.
—Helland. Carel Helland —se terminó el resto de su cena de la bolsa cual bolis, retomando sus cosas en caso de tener que usar su otra muestra de sangre—. Ahora, ¿vas a esperar algo o sólo te quedarás viéndome como un trozo de carne?
Aún si estaba en guardia, sí, se mantenía expectante. Esto pasaría a ser una anécdota personal que discutiría él con sus plantas. Y si el Magisterio le iba a joder con eso, incluso si así de fácil es borrarles la memoria a los solarios, ¿por qué no ver a dónde paraba esto? De igual modo, siguió caminando hacia la entrada más alejada a Mistery City, ¿había mejor fondo que París de noche?
Quizá la señora Fujiwara lo entendería si llega con un galán digno de revista.
—¿Debo asumir que eres de aquí? Pareces más... ¿exótico? —una risilla se le salió—. No encuentro otra palabra... —y como debían ir vestidos durante los turnos de día en la superficie, no era tan descabellado que haya pasado tan desapercibido como él con toda la gente que le tocaba a ver.
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