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Post by Soma Al-Jamil on Nov 11, 2021 23:58:06 GMT
Vivir en Paris no era su ideal, al menos no en esas fechas de otoño. Las ciudad se pintaba de tonos ocres y una esencia que todos catalogarían como mágica se esparcía por el ambiente, pero las tardes y noches eran frías y húmedas, presagiando un futuro invierno helado.
Soma siempre había repudiado el frio, su cuerpo rechazándolo e implorando la calidez de su tierra natal. Por suerte y para su contento, el herpetario era un lugar de clima controlado, lo cual le hacía sentir en calma y conforte.
Lo único que iluminaba el lugar era la luz tenue arriba de los hábitats de los reptiles; no podía ser apagadas y era su deber asegurarse que todo estuviera en orden. Avanzó entre los pasillos, comprobando que que ya no había ni un alma en el herpetario y aunque era alguien por naturaleza sociable, prefería que así fuera; era tarde y pronto debía ir a casa.
Comprobó que el letrero de “Cerrado” se mostrara exhibido y que la puerta, aun sin llave, impidiera el acceso al lugar. Todo ahí afuera estaba perfecto y ahora solo tenía que revisar a los reptiles de la parte de atrás, aquellos que no estaban exhibidos por diferentes razones y que era su deber atender.
En la habitación posterior o la bodega, como era llamada coloquialmente, había una mesa de metal, pesada e impecable. Normalmente era ahí donde atendía a sus pequeñas; y eso fue lo que se dispuso a hacer. Cargó uno de los pequeños hábitats donde se encontraba un pitón de birmana; el animal ni siquiera se inmuto cuando él metió las manos para sacarlo.
Por alguna razón, siempre había así; ese tipo de reptiles nunca le habían hecho daño… bueno, a veces sí, pero era un porcentaje insignificante de incidentes. Y él no podía sentirse mas cómodo en su presencia; estar con ellas le hacía feliz.
—Pequeña niña, ¿cómo va tu herida? —Entre sus escamas, se podía ver una mordida hecha por un ejemplar de su misma especia; no era común, pero llegaba a pasar—. Eso es, ya casi…
El crujir de la madera, ¿de qué era ese ruido? Estaba casi seguro que era la puerta, pero ¿a esas horas? Dejó a la pitón de nuevo en su hábitat y quizás como una acción sin mucho fundamento, tomó un bisturí localizado en su escritorio.
El recinto principal parecía completamente vacío, tal cual como lo había dejado. Los pequeños ojos de los reptiles observándolo detrás de los gruesos cristales que los separaban de manos curiosas. Pero salvo por los animales, él parecía estar completamente solo.
—¿Hay alguien ahí? —Preguntarlo era tonto, considerando que si era un ladrón, seguro no le diría que efectivamente, estaba escondido; apretó con mas fuerza el bisturí —. ¡Ya sé dónde estás… ahora sal! —Y eso tampoco era su comentario mas inteligente; con razón su hermana se burlaba de él —… ¿por favor?
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Post by Maret Benoit on Nov 12, 2021 8:10:24 GMT
En ocasiones sucedía y justamente esa tarde decidió ser una de ellas. Al despertar, Maret lo hizo sintiéndose ligeramente mal y amargado por el recuerdo, intentó revisar la cicatriz que partía su rostro. Mirándose al espejo y abriendo la boca para mirar dentro de su cavidad bucal, pareció no encontrar razón alguna para el dolor que a veces regresaba cada tanto y hacía sangrar sus encías.
Lo lamento, Doctor. Me hice cicatriz al intentar proteger a mi familia del Magisterio, hace más ocho décadas. Desde entonces, sigue sangrando aquí adentro, de vez en cuando. O eso es lo que suponía debía decirle a cualquier médico del hospital pero, con una herida tan extraña, difícilmente intentarían no encontrar la causa y eso implicaría más problemas que soluciones como, por ejemplo, volver al ojo público cuando había tratado de esconderse lo mejor que podía hasta ahora.
Maret intentó detener la hemorragia con algunas hierbas con las que anteriormente había experimentado y eso fue suficiente para asistir a las clases que debía atender en la Biblioteca de la capital. Sin embargo, una vez bajó las escaleras de la Biblioteca, se sintió ligeramente mareado y el sangrado volvió. Intentando llegar a cualquier brazo del Río Sena para nadar de vuelta a casa, terminó en algún punto de la ciudad que no conocía, pero su camino se vio desviado de forma casi hipnótica por lo que algunos llamarían "instinto". A buena hora decidía permitir tal tontería, pero era tarde y aunque algo le hubiera dicho que se dirigiera a un sitio que no conocía, se sentía lo suficiente desorientado.
Contra toda promesa de mantener un perfil bajo, el selenita irrumpió en aquel lugar y con cada paso que daba, los poros de su piel comenzaban a sentirse más y más relajados. No estaba seguro si su glamour estaba fallando ese día pero al mirar la palma de su mano y encontrarse con un par de escamas, supo que estaba en graves problemas. Intentó parar su andar, el sitio estaba oscuro a nivel del suelo y la única iluminación provenía de los bulbos de luz que se encontraban dentro de varias peceras apiladas con orden y cuidado. Por un segundo creyó que había terminado dentro de un acuario pero, al escuchar la voz de la primera congénere que deseaba hablar con él, supo que no era así.
— Hey, ¿qué tal? Lamento no haberme puesto un mejor traje para esta tarde. —Murmuró con una sonrisa que no pudo sostener por mucho, gracias al dolor. Aún así, le mostró su lengua como señal de saludo aunque dejara un rastro de sangre sobre sus labios.
El profesor caminó sobre la duela a paso lento pero lamentablemente la acústica de la habitación haría lo suyo. Se encontraba frente a un ejemplar de serpiente del que estaba seguro haber visto en alguna enciclopedia, pero que ahora no podía recordar. ¿Qué iba a hacer si necesitaba exponer acerca de los seres con los que más compartía? Iba a morir de vergüenza aunque, más allá de la pena que ahora le embargara, cometió el error de darse cuenta que estaba acompañado de otra persona. Era la primera vez que, además de estarlo, se sentía tan vulnerable. Había pasado demasiado tiempo desde el momento en que la puerta de su casa fue tocada y tras abrirla, el Magisterio-
Maret se dobló frente a él, escupiendo sangre de la boca. Intentó cubrirse con la manga de su abrigo pero estaba seguro que sus ojos deberían estar reflejando las luces a su alrededor, como las demás serpientes, y su intento por reincorporarse del suelo no fue lo suficientemente benéfico. Su mirada se volvía a nublarse, debía hacer todo lo posible por salir de ahí.
— ¡No te acerques, por favor...! —Le pidió, ¿aunque con qué derecho?— Escucha... Debí haberme confundido al llegar aquí pero, yo... Estoy por irme, ¿bien?
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Post by Soma Al-Jamil on Nov 13, 2021 4:51:51 GMT
Despacio, despacio. Quizás solo estaba exagerando y el ruido había sido cosa de su cabeza; no sería la primera vez que su propia mente jugaba con él, creando escenarios irreales. Seguro no habría nadie y volvería su camino a la bodega, ante la mirada de desaprobación de sus amigos reptiles.
Pero la atención de los animales no estaba en él, ni siquiera un poco; todas parecían estar mirando a un punto en la oscuridad. Con cuidado, trató de acercarse, escondiendo el bisturí tras su espalda.
Un hombre. Uno que parecía no prestarle atención estaba delante de él, pero su presencia no duró ni un segundo oculta. Claro que se girara para verlo no le intimidó, ¿cómo podía hacerlo? Aquella persona no parecía ser realmente una amenaza, no cuando tosía sangre y parecía débil como para tratar de hacer algo.
No se acercó de inmediato; caminó primero contorneando un perímetro al rededor del desconocido para poder observarlo y asegurarse por completo de que no representaba una amenaza. Tal vez no debió hacerlo, tal vez debió permanecer firme y señalar la puerta para que se fuera, porque de haber sido así, no habría notado las particularidades en el hombre.
Se vió tallando sus ojos con su mano libre, creyendo que quizás era el cansancio el causante de todo aquello; estudiar y trabajar podía ser agotador. Pero, ¿por qué su mirada parecía ser la de una serpiente? Quizás el pasar tanto tiempo rodeado de ellas le ocasionaba esas alucinaciones.
Espera. Prácticamente una vocecita susurró en su cabeza, como si le alentara a no sacar conclusiones precipitadas. Y es que a su memoria comenzaron a llegar los recuerdos de aquella fiesta de Halloween… ¿no había visto otros ojos de serpiente?
No. Debía dejar de pensar disparates y ayudar al hombre, quién obviamente estaba herido. Pero, ¿si llamaba a una ambulancia no avisarían a las autoridades de las heridas de aquel sujeto y quizás lo inculparían? Por muy libre y moderno que fuera Paris, existía un deje de discriminación a países menos desarrollados que aquel lugar y él, para su desgracia, era parte de esa minoría migrante.
—Atrás tengo equipo médico, te revisaré y detendré la sangre para que puedas ir por tu cuenta a un hospital. —Sí, esa era la mejor estrategia.
Buscó el ayudarle, el ser un apoyo para que caminara; no fue la mejor idea, porque de nuevo, sentía que su cabeza jugaba con él, creyendo notar escamas y aun esa mirada peculiar. Todo el camino mantuvo la mirada al frente y trató de disimular el desconcierto que eso generaba.
Por suerte, la bodega eran sus dominios y se sentía completamente a salvo de lo que sea y por ello al llegar, no fue difícil soltarlo y desplazarse con naturalidad por el lugar en busca de su botiquín e instrumentos quirúrgicos; iba a desinfectarlos antes de usarlos, pero antes, buscó ponerse su bata blanca que tenía bordado su nombre, "Soma".
—Toma asiento. —Bueno quizás no se sentía completamente en control, pero un poquito más seguro sí —. No te preocupes, soy médico… veterinario — que era casi lo mismo a sus ojos —. Estoy capacitado para atenderte, no temas… he atendido a otros reptilianos — una especie de broma, que quizás no era tan broma; salió tan natural que creyó que era su subconsciente manejándolo, invitándolo a dar teorías que explicarán lo que veía —. ¿Cómo te hiciste eso?
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Post by Maret Benoit on Nov 13, 2021 6:23:41 GMT
Por un momento creyó que iba a ser echado de ese sitio, eso era lo que esperaba y lo mejor que podría pasarle pero, cuando se dio cuenta, aquella persona que parecía ser el encargo de ese sitio hacía todo lo posible por ayudarle a incorporarse. Le hubiera gustado ver en ese momento la apariencia de la persona que hacía ese gesto tan noble pero no pudo.
Hizo todo lo posible para no ser una carga mayor y caminó a su lado, confiando en la dirección a donde esa persona le llevaba. Las serpientes detrás de él parecían decirle palabras de reconforte pero poco les pudo entender. La única cosa que le quedó claro era que aquel que le tendía la mano no se trataba de alguien malo ya que, de no ser así, estaba seguro que el tono de sus mensajes serían distintos.
Maret tomó asiento con lentitud y le miró moverse por todo el lugar, recogiendo todos los utensilios que pensaba utilizar.
— Siento esto, en verdad... No me di cuenta el sitio a donde estaba llegando. —Dijo cuando el otro se acercaba a su lado.— Veterinario, ¿dices? Debe ser mi día de- ¿Repti qué-? Oh, dios santísimo.
Aunque su estado fuera vulnerable, no pudo evitar echarse a reír como si no tuviera una hemorragia en una de sus encías. El selenita se abrazó a su portafolio, intentando ocultarse junto a sus carcajadas pero pronto la sangre se mezcló con su saliva y lo único que pudo escucharse fue una tos bien merecida. Maret necesitó un segundo para tranquilizarse y se limpió la boca nuevamente con la manga de su abrigo. Necesitaba tomar un poco de aire, así que levantó la cabeza nuevamente con una sonrisa con restos de sangre. Estaba seguro que esa imagen era la peor que pudo haberle dado a alguien en mucho, mucho tiempo.
— ¿En verdad has atendido a otros... De ellos? —Una palabra bordada sobre la bata del otro llamó su atención y tuvo que acercarse un poco para leerla, muy a su pesar de llevar sus lentes puestos.— ¿Doctor Soma? ¿Puedo llamarte así? Pues verás... Quizás tengo algunos problemas con esto desde hace bastante tiempo pero, tal vez no fue una buena idea de mi parte ignorar el sangrado desde que empezó, por la mañana.
Con su mano derecha tomó su propia barbilla, levantándola un poco para que el otro pudiera mirar mejor cuando abriera su boca. Usando su dedo índice, estiró ligeramente la comisura de sus labios hacia arriba y por segunda vez en su vida estaba mostrando sus afilados colmillos a quien no debía. Su encía superior estaba enrojecida y a simple vista lucía hinchada.
El profesor miró hacia el techo, ligeramente impaciente por escuchar algo del otro. Por su cabeza, miles de ideas comenzaban a revolverse pero en todas ellas, cierta organización no estaba para nada contento de lo que ahora se suscitaba.
— Quizás tuve una riña con alguien muy fuerte y golpeó mi cara con todas sus fuerzas. —Empezó, tanteando sus palabras. Algo dentro de él le decía que parara de hablar pero si había aceptado ayudarle era porque no le temía, ¿cierto?— Esta cicatriz... Bueno, no recuerdo del todo los detalles porque debí haberme quedado inconsciente en algún punto pero, cuando desperté, estoy seguro que con lo que me golpeó habrá fracturado algo por dentro y quizás no sanó del todo... Cuando las temperaturas descienden suele dolerme pero el problema empeora cuando descuido mi alimentación y mis horarios de sueño... ¿Y bien? ¿Cuántos días me quedan a partir de ahora?
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Post by Soma Al-Jamil on Nov 18, 2021 2:23:54 GMT
Estaba nervioso, completamente, porque aún no entendía del todo lo que ocurría. Quizás fue una ventaja el decir aquel intento de broma, porque al escucharlo reír, sintió que un peso menos se le quitaba de encima; o al menos así fue por un pequeño momento.
Lo vio toser sangre por el esfuerzo y Soma no pudo mas que desviar la mirada en un intento de ignorarlo. Eso le hizo recordar el porqué había estudiado veterinaria y no medicina. Dejando del lado su afición por los animales, no era el mejor al tratar personas; de serlo, habría sabido que hacerlo reír en ese momento no era la mejor de las opciones.
Calma; al menos eso había sido suficiente para hacerlo saber que el hombre lo tomó como una broma y no como una confirmación de un hecho imposible; los reptilianos no existían.
Terminó de esterilizar su equipo quirúrgico y buscó entre sus cosas el botiquín de primeros auxilios, en donde tenía alcohol, gasas, vendas y demás material. Sabía que ahí no podía hacer mucho y que lo que hiciera, solo serían parches para algo que debía ser tratado por expertos; su especialidad eran los animales, específicamente los reptiles, no humanos.
"¿En verdad has atendido a otros… De ellos?"
Un gritito de pánico se ahogo en su garganta; ¿lo decía en serio? Porque sonaba serio; quizás era bueno manteniendo apariencias y quizás él debía seguir la broma y decir que había atendido a la Reina Isabel II, líder de todos los reptilianos. Eso fue suficiente para hacerlo recobrar la compostura y saber que su mente estaba delirando.
Se acercó a él, dejando todo sobre la mesa y escuchando con atención lo que tenía que decir sobre su herida. Era fundamental saber qué es lo que estaba tratando e incredulidad le llenó al saber que esa herida era tan antigua y peor, que el hombre había aguantado el sangrado todo el día.
—¿Nunca has ido a consulta? —suficiente charla; un poco brusco, lo sujetó de las mejillas para mantener su rostro en alto y su boca abierta—. Y es Soma, si me llamas doctor, me siento un anciano.
Con unas pinzas tomó una bola una bola de algodón, introduciéndola a la boca para limpiar el exceso de sangre; fue necesario mas de una. No parecía haber infección, aunque sin estudios correspondientes le era imposible saberlo con seguridad.
—Es una herida que no ha cicatrizado correctamente —al menos, era lo que creía a simple vista —. Tu falta alimentación y sueño contribuyen a ello —no era tan común, pero al final del día, una cicatriz mal tratada podía abrirse de no haber sanado por completo, aun menos si la atención recibida era nula.
Una pequeña montaña de algodón se formó sobre la mesa, pero no sería necesario por el momento mas, habiendo limpiado el exceso de sangre. Con ello, buscó la pequeña linterna en su bata para alumbrar la cavidad bucal y darse una mejor idea de qué es lo que veía.
Había una zona aun abierta y supuso que era la causante de todo. Dos puntas bastarían para cerrarla y un cuidado correcto; aun así, Soma sabía que sería mejor ser tratado por un experto y no un veterinario. Como fuera, las dos puntadas serían suficiente para que esa noche estuviera bien.
—No tengo anestesia, así que va a doler; no pido perdón de antemano por la falta de ella, porque bueno... debiste atenderte antes —. Bueno, sí tenía, pero no era lo suficientemente fuerte para un humano y no podía gastarla en un desconocido, ¿cómo le iba a explicar a su jefe que se había acabado? No. Terminaría sin trabajo —. Pero será rápido.
Al menos estaba orgulloso de su habilidad para hacer puntadas; atendiendo a animales tan pequeños, había adquirido la capacidad de hacerlas finas y de igual manera, rápidas. Así que básicamente tardó mas en preparar hilo y aguja que en hacer la curación. Al menos podría darle unas pastillas para el dolor.
—Ya está… ¿señor..? — dejó las cosas de un lado, buscando algún analgésico en su botiquín —. Ahora, dices que fue hace tiempo, pero… tu herida es por fuera — señaló su propia cara, justo en la zona donde tenía el hombre la cicatriz—. ¿Quién pudo ser tan fuerte para dejar una herida de tal magnitud?, ¿Hulk? — de nueva cuenta, la idea de alguna criatura fantástica o alienígena se hizo presente.
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Post by Maret Benoit on Nov 18, 2021 22:57:42 GMT
Sus ojos dorados le siguieron como si se tratara de su presa. No despegó la mirada ni un segundo desde que buscó sus instrumentos de trabajo y los esterilizó. Parecía alguien que tenía demasiada experiencia o que sólo estaba acostumbrado a lo que hacía. Tal vez ambas, pero en ese momento no le interesó cuál de las dos era con tal de que le echara una mano encima.
Pero aún así, conforme preparaba las pinzas y le hacía abrir la boca, lo suficiente, para hacerse espacio, e introducir el algodón, se dio cuenta que si no tenía más cuidado, podría involucrarle en algo de lo que iba a arrepentirse, por siempre.
— Soma, entonces. —Dijo, repitiendo su nombre una vez que su boca se miró libre de algodones. Ahora venía, tal vez, lo más difícil.— Es mi culpa por venir sin avisar.
Maret no iba a ocultar que la idea de unas puntadas le parecía desagradable pero, ya había irrumpido en ese sitio y estaba seguro que de no hacer algo, la pérdida de sangre iba a marear lo y ya no estaba en sus veinte como para andar como si los mareos fueran poca cosa. Quizás estaba exagerando, un poquito, ya que entre los selenitas continuaba siendo alguien muy joven con tan sólo un siglo de edad.
No pudo evitar cerrar los ojos con fuerza, en espera del primer pinchazo que pareció nunca llegar. El profesor imaginaba lo desagradable que sería la sensación de la aguja, entrando y saliendo, junto con el hilillo, pero no fue así. Incluso por un segundo creyó que no había comenzado todavía pero, una palabra suya le confirmó que todo había pasado.
— ¿En verdad terminaste? —Su mano tocó su propia mejilla con cuidado, del lado donde le había tratado.— Soma, ¡pero qué manos tan delicadas tienes contigo!
Por un segundo se dio cuenta que no había agradecido lo suficiente por sentirse mejor, y con una mínima de dolor. Finalmente el sangrado iba a parar y eso le restaba un peso muy importante de encima, hasta que entonces, quiso mencionar de la cicatriz que le había acompañado desde que era joven.
— Oh, esto... Antes que nada, llámame Maret, por favor. Aunque sería mucho mejor si lo olvidaras...
Un silencio notorio se formó de su parte y la mirada con la que le veía, endureció ligeramente. La diestra que ahora palpaba su rostro, avanzó sobre su rostro hasta trazar aquella cicatriz, utilizando solamente su dedo índice. Llegó a su boca y simulando a una indicación de guardar silencio, regresó entonces a hablar.
— Ojalá hubiera sido un super héroe quien me encontrara primero ese día... Pero es así como las cosas pasan. Los héroes no pueden estar en todos lados y mucho menos salvar a todas las personas... —Su mirada se entrecerró por un momento, divagando, recordando sin querer hacerlo. Sus ojos terminaron viendo el piso y cuando se dio cuenta de lo que hacía, decidió voltear a mirarle con una sonrisa amplia.— Y yo, bueno, tenía tu edad cuando quise jugar por encima de las reglas del juego. ¿No crees que me merecía esto como castigo? Estoy bastante seguro que quien me hizo ésta herida hubiera preferido que fuera mi causa de muerte en lugar de una fea cicatriz. Aunque bueno, las heridas están hechas para recordar y lo hago cada que me miro al espejo, al despertar todos los días.
Maret bajó su mano de encima de su rostro y en lugar de eso, decidió rebuscar entre el bolsillo de su pecho para sacar su billetera. Un suspiro salió de boca cuando tomó todos los billetes que tenía, mirándolos por última vez antes de ofrecerlos. Era una suerte que previniera por alguna emergencia, aunque no estaba seguro si con el dinero que llevaba encima iba a ser suficiente.
— Lamento haber interrumpido de este modo en tu local. Espero no haber provocado algún daño y espero que esto compense, por lo menos, el susto que te he dado esta noche.
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