Who is in your heart now? [Duoconclusivo. Iona | Taylor]
Apr 13, 2022 15:55:13 GMT
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Post by Iona Russell on Apr 13, 2022 15:55:13 GMT
—Un, deux, trois, quatre... — la selenita murmuraba en voz baja, hablando en francés, considerándolo una oportunidad para practicar a solas. Claro, los primeros números eran fáciles; hasta que llegados a cierta cantidad las cosas comenzaban a complicarse tanto ¿Cuál era la necesidad?
Sin embargo, ahí estaba ella, en la oficina de la magistrada Sørensen, contando hojas que parecían interminables, todo a pedido de su "jefe" en RH. Suspiró con cierta pesadez, ladeando ligeramente la cabeza mientras murmuraba y seguía separando las hojas con cierta habilidad que había adquirido en las semanas. Quizá lo mejor era recordar cosas felices ¡Ir a su lugar feliz! Inconscientemente aquello provocó una sonrisa en el rostro de la selkie, pero decidió intentarlo.
Su mente fue entonces a esa mañana; se había levantado para hacer el desayuno que ella y Thomas comerían (no muy animadamente) antes de irse cada uno a su respectivo trabajo...rutinario, sencillo, la hacía sentirse alegre, pero no precisamente feliz. ¡Oh! ¿Y qué había de su camino al trabajo? Bueno, se había cruzado con unas agradables personas que habían llegado a saludarla al pasar por la calle ¡Habían sido muy amables! nuevamente, la sensación aumentó su alegría...pero no estaba segura de si era lo que buscaba identificar.
Su mente volvió a pensar, ahora en su lugar de trabajo: el magisterio. ¡Personas encantadoras! estaban Susan, la que saludaba en las mañana mientras tomaba agua, Pierre, uno de los empleados de mantenimiento que saludaba sin falta y...
—Quatre vingt d- —Se detuvo de inmediato, mientras su mente enfocaba a una persona en especifico; aquellos cabellos rubios que brillaban casi como el sol, sus manos largas y delgadas, su piel pálida, como si estuviese viendo a la luna resplandecer en el cielo, una voz tan melodiosa que era un deleite al oído, y sus ojos...tan profundos y bellos como el océano mismo. Pensar en él, en sus cualidades, era el significado de felicidad que Iona estaba buscando en su mente, comenzando a divagar en eso hasta que, de golpe, se detuvo, con un rubor notorio en el rostro, uno que la magistrada no pasó por alto, bajando sus lentes de cristal rosado para ver el rubor de la chica a todo color.
—¿Qué haber sido eso?...
Sin embargo, ahí estaba ella, en la oficina de la magistrada Sørensen, contando hojas que parecían interminables, todo a pedido de su "jefe" en RH. Suspiró con cierta pesadez, ladeando ligeramente la cabeza mientras murmuraba y seguía separando las hojas con cierta habilidad que había adquirido en las semanas. Quizá lo mejor era recordar cosas felices ¡Ir a su lugar feliz! Inconscientemente aquello provocó una sonrisa en el rostro de la selkie, pero decidió intentarlo.
Su mente fue entonces a esa mañana; se había levantado para hacer el desayuno que ella y Thomas comerían (no muy animadamente) antes de irse cada uno a su respectivo trabajo...rutinario, sencillo, la hacía sentirse alegre, pero no precisamente feliz. ¡Oh! ¿Y qué había de su camino al trabajo? Bueno, se había cruzado con unas agradables personas que habían llegado a saludarla al pasar por la calle ¡Habían sido muy amables! nuevamente, la sensación aumentó su alegría...pero no estaba segura de si era lo que buscaba identificar.
Su mente volvió a pensar, ahora en su lugar de trabajo: el magisterio. ¡Personas encantadoras! estaban Susan, la que saludaba en las mañana mientras tomaba agua, Pierre, uno de los empleados de mantenimiento que saludaba sin falta y...
—Quatre vingt d- —Se detuvo de inmediato, mientras su mente enfocaba a una persona en especifico; aquellos cabellos rubios que brillaban casi como el sol, sus manos largas y delgadas, su piel pálida, como si estuviese viendo a la luna resplandecer en el cielo, una voz tan melodiosa que era un deleite al oído, y sus ojos...tan profundos y bellos como el océano mismo. Pensar en él, en sus cualidades, era el significado de felicidad que Iona estaba buscando en su mente, comenzando a divagar en eso hasta que, de golpe, se detuvo, con un rubor notorio en el rostro, uno que la magistrada no pasó por alto, bajando sus lentes de cristal rosado para ver el rubor de la chica a todo color.
—¿Qué haber sido eso?...