On the drive home [Priv. Giedrè] [+18] [FINALIZADO]
Jun 1, 2022 21:39:38 GMT
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Post by Giedrè Ausra on Jun 1, 2022 21:39:38 GMT
Sus palabras le hicieron guardar silencio, siendo interrumpido únicamente por el calor de sus mejillas por haberlas escuchado y saberse con él. ¿Era... Lo normal, verdad? Renan se había vuelto su apoyo ahora, su amigo, alguien que se preocupaba por él. Se había convertido en esa persona que siempre miró al lado de otros y que siempre quiso tener durante la hora del almuerzo, cuando prefería esconderse del resto y evitar que alguien se riera y le recordara lo solo que estaba, en medio de tanta gente. Su pecho se apretó, embriagándose por el recuerdo amargo de ese entonces, pero tan pronto volvió a escuchar su voz, esforzándose por recalcar sus palabras, esa sensación asfixiante se esfumó. ¿De eso se trataba la dicha, entonces?
Giedrè cubrió su boca detrás de su índice y tuvo que mirar hacia el frente, abajo, arriba, hacia cualquier otro lado donde no estuviera él porque, de lo contrario, no sabría cómo reaccionar ni mucho menos qué decirle. Era vergonzoso sentir vergüenza, incluso sonaba tonto y, para su fortuna, ambos bajaron del auto más pronto que tarde.
—Gracias. —Atinó a decir, apretando su mochila al bajar. Cerró la puerta y, absorto dentro de su propia cabeza, sus ojos se abrieron con sorpresa cuando le miró acompañarle.— ¿Re- Renan? —¿En qué momento había decidido hacer eso? Giedrè se aseguró de haber cerrado bien la puerta para alcanzarle, mirándole en verdad subir las escaleras. Aquel edificio, silencioso y austero, iba a recibirle y, en medio de su emoción, pareció olvidar dónde había guardado las llaves de la puerta.— Espera... Están- Sí, aquí. En mi bolsillo. —Sus mejillas no dejaron de colorear su piel morena, seguro que se miraba torpe. Introdujo la llave correcta en la ranura gastada de la puerta y le permitió pasar.
Sin mirarle, las manos de Giedrè apretaron las llaves de metal entre sus dedos y le escuchó entrar. El sonido de sus pasos le atrajo a él y, por inercia, avanzó como siempre, cerrando la puerta tras de él. Dejó su mochila y encima del respaldo de una de las sillas, se quitó el abrigo para depositarlo ahí. Con o sin él, el lugar se sentía frío, oscuro y en silencio pero, ahora, Renan aparecía frente a sus ojos, rompiendo con esa imagen vacía y cotidiana a la que estaba acostumbrado. Le fue imposible no abrazarlo una vez más, ayudándole a quitarse su propia gabardina para dejarla a un lado de su prenda. Esperaba que el té le gustara tanto como a él.
Giedrè cubrió su boca detrás de su índice y tuvo que mirar hacia el frente, abajo, arriba, hacia cualquier otro lado donde no estuviera él porque, de lo contrario, no sabría cómo reaccionar ni mucho menos qué decirle. Era vergonzoso sentir vergüenza, incluso sonaba tonto y, para su fortuna, ambos bajaron del auto más pronto que tarde.
—Gracias. —Atinó a decir, apretando su mochila al bajar. Cerró la puerta y, absorto dentro de su propia cabeza, sus ojos se abrieron con sorpresa cuando le miró acompañarle.— ¿Re- Renan? —¿En qué momento había decidido hacer eso? Giedrè se aseguró de haber cerrado bien la puerta para alcanzarle, mirándole en verdad subir las escaleras. Aquel edificio, silencioso y austero, iba a recibirle y, en medio de su emoción, pareció olvidar dónde había guardado las llaves de la puerta.— Espera... Están- Sí, aquí. En mi bolsillo. —Sus mejillas no dejaron de colorear su piel morena, seguro que se miraba torpe. Introdujo la llave correcta en la ranura gastada de la puerta y le permitió pasar.
Sin mirarle, las manos de Giedrè apretaron las llaves de metal entre sus dedos y le escuchó entrar. El sonido de sus pasos le atrajo a él y, por inercia, avanzó como siempre, cerrando la puerta tras de él. Dejó su mochila y encima del respaldo de una de las sillas, se quitó el abrigo para depositarlo ahí. Con o sin él, el lugar se sentía frío, oscuro y en silencio pero, ahora, Renan aparecía frente a sus ojos, rompiendo con esa imagen vacía y cotidiana a la que estaba acostumbrado. Le fue imposible no abrazarlo una vez más, ayudándole a quitarse su propia gabardina para dejarla a un lado de su prenda. Esperaba que el té le gustara tanto como a él.