Gata vs Gata (Priv Angus)

Debía admitirlo, se había sentido aliviado al escuchar su respuesta más allá de tener una oportunidad de convertirse a esa forma, y es que se notaba como la pantera se restregaba con emoción contra Lilith, pues pocas veces alguien aceptaba a jugar con ella. Si, se sentía como un padre en ese momento, así que fue hacia la mujer y lamió con gratitud su mano, meneando un poco la cola en respuesta.

"Espera aquí", le indicó a Lass antes de ir por su ropa, pues quería hablar como era debido. No tardó ni cinco minutos cuando regresó en su forma normal, aunque mantenía las orejas largas y afiladas, junto con unos labios naturalmente rojizos y carnosos.

— Listo, creo que así no molestaremos tanto a Lass para que sea nuestra traductora —habló finalmente con una suave sonrisa, plantándose frente a ella—. Me presento otra vez, mi nombre es Angus, y es un placer conocerla, señorita Lilith.

El felino gruñó al coincidir, recibiendo contenta algunos mimos en su oreja por parte del vástago.

— Y gracias por jugar con nosotros, honestamente extrañaba algo así.

— ¿Es por los colmillos? —preguntó con una sonrisa más amplia y juguetona—. Antes de que supongas algo, la que muerde es ella.

Lass gruñó molesta por esa acusación, un "¡Oye!" bastante claro fue escuchado por ambos, y provocó que el pelirrojo riera un poco.

— Pocos se atreven a acercarse a ella, así que agradezco bastante lo que hiciste, no entiendo a los demás cuando Lass es la dama más bonita —dijo con un tono tierno hacia el felino, quien gruñó otra vez por la ofensa inicial, pero no pudo resistir cuando el hombre tomó sus mejillas y las masajeó, ronroneando otra vez—. Tu especie es hermosa, por cierto, hace años que no veo un ejemplar de leopardo de las nieves.

— Biólogos —sus ojos se abrieron con cierta admiración, pero pronto esta se convirtió en pena al escuchar lo siguiente. Suspiró con una pequeña sonrisa, aún acariciando a Lass mientras esta parecía querer reconfortarla al empujar su pierna con suavidad—. Suena a que eran buenas personas, no veo como vida el vivir para siempre escondido en un lugar así —mencionó al volver a pasar su mirada por la ciudad subterránea—. Pocas veces he visto que los... "selenitas", como los llaman aquí, se escondan de tal manera, pero muchas cosas han cambiado con los años, no es igual que hace 20, incluso 50 años.

Y no era como si fuera de aquellos que solo se preocupaban por los de su misma especie. No, jamás fue así. Se sentía fascinado por toda la gama de criaturas y animales que había en el mundo, y odiaba que otros se aprovecharan de ello. La sanrge que mantenía su negocio (por mera diversión) no era conseguida de formas tan bajas, contrario a lo que otros pensaban.

— Quizá sea tiempo de que te des la oportunidad —le dijo intentando animarla—. Quizá no para siempre, pero un día de paseo suena genial comparado a estar aquí, aunque estas reglas son algo... —torció los labios con una mueca de inconformidad—. No me gustan, ¿Quién siquiera vino con la idea de solo vivir así aquí?

Sin poderlo evitar, un gruñido profundo salió de entre sus labios al escuchar eso. Y es que siempre odió a las personas que hacían cosas así, su trabajo, aunque no le gustara, muchas veces lo encaminaba a personas de esa clase, y es que se trataba de una venganza personal no solo por su parte, sino por el lado de Bríet, la vampiresa que lo salvó.

— Lo siento —se disculpó debido a aquel sonido, pues parecía que incluso Lass parecía preocupada por ambos—. Jamás entendí a ese tipo de... —bufó con sorna—, nos dicen monstruos, lo he escuchado toda mi existencia, pero al menos yo no encierro en jaulas a otros por el mero placer del dinero y la crueldad.

La pantera gruñó bajito, como si recordara algo, y se dejó abrazar por la mujer.

— Yo..., encontré a Lass cuando era tan solo un cachorro —le explicó—. Una persona tenía una red de tráfico ilegal, di con ella y la pobre estaba enferma, desnutrida y parecía que no lo lograría, no pude dejarla, ni a los demás —y es que fueron varios animales, y detestó el hecho de que no pudo ayudar a todos—. Por suerte alcancé a curarla a tiempo, y mírala ahora, no puedo dejarla.

Recibió una lamida por parte del felino, mirándola con un profundo cariño.

— Solía tener un territorio allá en América, una montaña donde no había cazadores y los animales corrían libres, como merecían —terminó por contarle—. Si algún día quieres ir, serás bienvenida con tu hermano para que puedan correr, sin miedo, como antes.