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Post by Nereo Silvereel on Jul 27, 2022 7:59:11 GMT
Eran pocas las veces que lograba consumar el sueño, pero cuando lo hacía, dormía profundamente.
Al sentir las caricias de Maret sobre su piel únicamente soltó un par de quejidos como respuesta. Su cometido, en cambio, se había logrado, pues poco fue recobrando la conciencia.
Para cuando sus ojos comenzaron a abrirse pudo notar la figura del castaño desplazándose por la habitación. El sonido de la regadera le hizo saber que tomaba un baño, y el chillido de la puerta principal le hizo saber que se marchaba del cuarto. Dejó escapar un pesado suspiro cuando la madera crujió, esclareciendo que tenía la recamara sólo para él. "Buenos días, bello durmiente" se dijo a sí mismo antes de empezar el día.
Imitando lo que Maret había hecho, tomó una ducha y se vistió para salir de la habitación. Su conjunto consistía en pantalones cortos y una camisa con estampado veraniego, además de un sombrero de paja y unas gafas de sol; estas últimas adquisiciones de tiendas locales.
Así, decidió que, contrario a la rutina, desayunaría al aire libre para disfrutar del paisaje. Intentó seleccionar sus platillos de acuerdo a los consejos de su secretario, ya que sabía que de no comer adecuadamente le reprendería hasta el cansancio.
Pasaron un par de horas más en lo que terminaba de desayunar y recorrer la playa en compañía del par de guardaespaldas que le habían asignado. Para entonces estaba lo suficientemente fastidiado de no tener privacidad, así que dijo la primera excusa que se le vino a la cabeza. — Ah. Olvidé el bloqueador en la habitación. ¿podrían ir a traermelo? —. Dijo esbozando una sonrisa, aunque el par no la recibió con la misma gracia; ninguno se movió si quiera un poco.
No era secreto que Nereo era pésimo mintiendo, por lo que ante la imperturbabilidad del dúo se puso nervioso inmediatamente. — Uh-... Bueno... Yo-...—. Dejó escapar uno que otro balbuceo antes de fruncir el ceño, pues el que no tuviera el suficiente ingenio como para idear una nueva mentira logró enfurecerle.—¡No importa! Váyanse antes de que los haga pedazos—. Espetó empujando a ambos por la espalda. Después de un par de señas que los invitaban a marcharse, finalmente logró su cometido. Su humor, por el contrario, permaneció perturbado algunos minutos más. "Como si necesitara de guardias en primer lugar".
No fue hasta que avistó una silueta que le resultaba familiar que su humor dio un inesperado vuelco. —¡Mareeet!— Gritó su nombre mientras agitaba ligeramente una de sus manos, intentando llamar su atencion. Sin embargo, solo hasta que la distancia fue escasa el otro se dio cuenta de su presencia.
En un principio, no prestó atención a sus palabras al ver la toalla en sus manos cubierta de sangre. Apretó los labios en un gesto de preocupación, pensando si debía perturbarse, o bien, reprenderlo. Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera tomar la decisión más cuerda.
—¡Maret! ¿En qué te metiste ahora? No me digas que intentaste entrar en terreno prohibido o algo así. — Pues de cierta manera, era un hecho que se había vuelto una extraña costumbre suya. De tal manera, entrecerró sus ojos para juzgarle en silencio, más pronto envolvió la mano del susodicho para ejercer presión en la herida. —Debes dejar de lastimarte si no quieres acabar en un hospital, tonto. — Suspiró para despues inspeccionar el corte. Gracias a su experiencia policíaca, le fue fácil adivinar que el objeto punzocortante era irregular, por lo que descartó el hecho de algún arma blanca. "Parece que podemos descartar una pelea" pensó, aunque estaba medianamente equivocado. —Iré por un botiquín. Puedo cerrar la herida en el baño si no quieres ir a ver un doctor. O cuando menos, haré que la limpies bien. Eres tan Impulsivo que tengo que asegurarme de que seas paciente con eso —. Antes de recibir respuesta, le dio un ligero golpecito en la cabeza. Su mano envuelta en un puño daba la impresión de que le golpeaba con un martillo; uno de juguete.
Sin más que decir, el rubio dejó el sombrero de paja en una de las sillas y se marchó en busca de las herramientas necesarias. Tras unos minutos, se le pudo observar caminando en esa direccion para retomar su antigua posición. —Ven aquí—. Ordenó sin si quiera tomar asiento. Le tomó de la muñeca y lo arrastró al baño más cercano ignorando cualquier posible queja. Una vez dentro, trabó la puerta para asegurarse de que nadie entrara, pues no quería que le interrumpieran; o peor, que los metieran en problemas. —Puede que duela un poco, pero no quiero escuchar que te quejes, porque es tu culpa. En serio tienes que dejar de meterte en problemas—. Le miró con firmeza entrelazada con severidad, esperando que así entendiera el peso de sus palabras. No le gustaba verlo herido, y aunque estaba seguro de que no le diría qué era lo que había pasado, al menos esperaba que aquella frase le quedara grabada.
Nereo continuó sujetando con fuerza la palma de la Serpiente; el sangrado seguía corriendo, aunque menos, manchando su piel de porcelana. Abrió el botiquín para continuar con el procedimiento. Sacó un spray desinfectante y lo colocó en la herida, limpiando la zona con algodón y un poco de alcohol. Al final, ya que el torniquete había hecho su función, envolvió la herida con una gasa, finalizando temporalmente el trabajo.
Ya que su hiperfijación se habia disipado, volvió a enfocar su mirada en el rostro de su paciente. —¿Y bien? ¿Confesarás tus pecados o te los llevarás a la tumba?— Bromeó esbozando una sonrisa torcida al tiempo que colocaba ambos brazos a costados del otro, acorralándolo contra los azulejos. Tras saborear aquellas palabras logró entender por qué el selenita disfrutaba tanto usar ese tipo de palabrería: Era divertido. Muy divertido.
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Post by Nereo Silvereel on Jun 18, 2022 7:55:18 GMT
Nereo se mantenía apenado ante la naturaleza de sus propias acciones. Se encontraba disperso; con la cabeza en otro lado, así que por más que quisiese prestarle total atención al albino, tenía otros pensamientos en mente.
Para su fortuna, su contrario no mencionó que algo andaba fuera de lugar. Sintió una leve extrañeza ante la usual perspicacia del vampiro, pero prefirió pensar que no eran señales tan evidentes. En su lugar, el rubio se limitó a arquear una ceja ante la dubitativa de Renan — No. Siempre estás a tiempo —. Dijo para después observar el reloj de su muñeca — De hecho, llegas diez minutos antes —. Puntualizó.
De repente, un par de bolsas decoradas fueron plantadas en la mesa. El envoltorio era de colores blancos y dorados, gama que les representaba bien a él y Alphonse. Su rostro se ilumimó mientras esbozaba una sonrisa genuina. Por un momento, todo gesto de cansancio se esfumó.— No puedo esperar a verla. Fran siempre está pensando en los demás, debió enfocarse en descansar ahora que está enferma — Mientras se asomaba entre el decorado de los obsequios varios recuerdos llegaron a su mente. Nereo era bastante joven cuando entró a trabajar en el DAS; fue eso mismo lo que le llevó a entablar una amistad con Fran y Emil, los padres de Renan, a quienes ahora les tenía sumo cariño debido a las atenciones que le dieron en su momento -y que seguían dándole-. —¿Puedo abrirlo?— preguntó respecto al obsequio que le correspondía. — Espero que me hayas traido ese reloj cucú o me decepcionaré — Comentó en un tono sarcástico mientras abría la bolsa. En ella pudo encontrar una caja de galletas, justo como Renan había descrito, cosa que llenó a la serpiente marina de emoción, aún si trataba de ocultarlo. —¿Por qué no las comemos junto al café? Son mi combinación preferida— Invitó al agente a tomar algunas.
Poco después, el ojiazul sacó también una pequeña caja de regalo que había estado ocultando hasta entonces. La caja era lisa y de color rojo, a excepción de una pequeña nota: "Para Renan". Dentro contenía una bufanda con estampado de cuadros y unos lentes de sol; ambos de buena calidad pues, ahora que era Magistrado, podía permitirse ese tipo de obsequios.
— También quise traerte algo. No solo Fran piensa mucho en los demás, sino que tú también lo haces, ¿lo sabes, no? — Cruzó miradas con su acompañante. Esta vez, procedió con más discreción, pues sabía que el vampiro no era fan de ese tipo de comentarios. Sin embargo, sentía que era algo importante de recalcar en ese momento, en esa reunión. Al final de día, Nereo podía ser muchas cosas, pero no era tonto. Era consciente de que muchos estaban preocupados de su situación, incluyendo a Renan y su madre. — Gracias. A ambos-... Dale las gracias de mi parte y... — Entonces enmudeció, manteniéndose atento a las palabras de Renan. Dejó escapar una risilla, incrédula de que la susodicha estuviera al tanto. — Bueno, sería raro si no lo supiera, ¿verdad? Siempre ha tenido una especie de "sexto sentido" para estas cosas. Aunque para este punto, todo mundo sabe al respecto. — El brillo en su mirada volvió a desaparecer, aunque no hubo mucho tiempo para pensar al respecto ya que el mesero se acercó a tomarles la orden.
Nereo aprovechó el momento para repasar la conversación hasta entonces. Su amigo había mantenido total serenidad, además de haber evitado hacer abruptas menciones sobre detalles que podrían resultarle hirientes al rubio. "¿Está siendo cuidadoso?" Se dijo a sí mismo, observando de pies a cabeza al menor. No le fue difícil atar los cabos para percatarse de ello, pero eso no evitó que se sorprendiera. Las comisuras de sus labios se levantaron, a lo que llevó una de sus manos sobre su boca para disimular. Lo encontró adorable; se estaba esforzando por él. Así que, como el ejemplo a seguir que siempre pretendía ser, el Magistrado también debía hacerlo.
"Gobiérnate, Nereo". Pensó al percatarse de su extrema sensibilidad, contrastante a su usual porte rígido. Sabía que si continuaba así, no podrían abordar el tema de conversación principal, así que hizo todo en su poder por retomar la compostura. Respiró pronfundamente y se acomodó con rectitud en su silla para después darle un largo sorbo a su respectiva bebida. Al colocarla nuevamente en la mesa, su gesto también se presentaba impasible, mostrando la faceta crítica y fría que solía poner en los interrogatorios policíacos.
— Tampoco estoy aquí para limpiarme las manos y fingir que no pasa nada. — Una leve risilla volvió a interrumpirle, prescindiendo sus siguientes palabras. — Sé que me encuentro mal, y que es evidente que no estoy en mi mejor momento. Imagino que lo notaste, porque como tu colega y amigo sé perfectamente que eres un gran observador, así que agradezco también que no lo mencionaras — Porque odiaba escuchar que no se veía bien. — No me gusta admitir cuando no estoy en mi mejor momento, pero confío en tí, Renan, y por eso estoy aquí. Quiero ser transparente, y quiero que tú también lo seas. Quiero escuchar tú opinión respecto a... Todo esto. —. Aferró la mano que tenía sobre la mesa a la taza de porcelana, pues pudo sentir lo propensa que era a temblar.
— Puede que no vea lo que ustedes. No es la primera vez que me dicen que soy víctima de mis emociones, pero genuinamente creo que Maret tiene sus razones para actuar de esa manera. No lo justifico del todo, sólo... Lo comprendo. Y también... —. A pesar de que hasta el momento había intentado cruzar miradas con su contrario, esta vez no pudo evitar fijar los ojos cualquier otro lugar menos en el joven frente a él. — Quiero pensar que así como yo me preocupo por él, él también se preocupa por mí. De verdad lo creo—. Y una vez más, terminó por enfocarse en su propio reflejo.
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Post by Nereo Silvereel on Jun 15, 2022 7:59:21 GMT
Desde la asamblea organizada por el Magisterio las cosas habían estado tensas. Había problemas en el trabajo ante los fatídicos casos sin resolver, su pareja se había desaparecido despues de intentar golpearle en la reunión y sus amistades le gritaban que despertara, causando inconformidad de ambos lados. De hecho, Renan, uno de sus conocidos más cercanos, le había dicho que se reunieran para hablar al respecto una vez que llegara de su viaje a Alemania, y así fue.
Nereo llegó temprano a un pequeño café en el Distrito Fauna, donde había citado al albino. Era un local de decoración moderna, con grandes ventanales que dejaban pasar la luz a través de ellos y que dotaban al aura de una sutil calidez. "Es un bonito día" Pensaba esbozando una leve sonrisa al observar el paisaje detrás del vidrio. Sin embargo, la calma en su gesto se borró pronto, dejando escapar un pesado suspiro. — Es un lástima. — Murmuró al repasar el motivo de la reunión.
Para matar un poco el tiempo, el Magistrado se limitó a pedir una taza de café negro, pensando que le ayudaría a que la espera se volviera menos tortuosa, pero no fue así. Estaba nervioso; quizás demasiado. Sabía que el agente era puntual y responsable, por lo que ser plantado no le preocupaba, pero sí algo más. Renan le había dicho de antemano que quería hablar sobre su secretario; sobre sus actitudes y la manera en la que le trataba, por lo que no podía evitar sentirse afligido. Sus manos se aferraban a la taza de porcelana mientras se perdía en su reflejo, poco a poco profundizando en sus propios pensamientos. "Sé lo que dirá. No es la primera vez que pasa" Se repetía, arremolinándose ante sus propias ideas. Afortunadamente, una voz familiar logró sacarle de aquel ciclo. — Ah-... Renan —. Llamó a su nombre entre sorprendido y avergonzado, pues ni si quiera se había dado cuenta de su llegada. — Es bueno verte. Toma asiento —. Propuso señalando el sillón en el extremo contrario.
No era difícil notar que se veía cansado. Tenía las ojeras marcadas, cosa que no era rara debido a la cantidad de trabajo a la que se anteponía pero sí extrañaba ante su peculiar fijación respecto a su propia apariencia. —¿Quieres una taza de... Sangre? Aún me cuesta entender si prefieres eso o café, pero pide lo que quieras. Yo invito — Cuando menos intentó que el inicio de la conversación fuera amena, pues sabía que la platica por venir sería larga; larga y difícil...
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Post by Nereo Silvereel on Jun 7, 2022 8:14:13 GMT
El Magistrado no pudo evitar sentirse expuesto ante la situación. Su cuerpo lo llevaba a sucumbir ante la voluntad de su secretario, y su estricta fijación por seguir las reglas flaqueaba cada vez que Maret le daba una orden. Aunque, ya que seguía tanto las normas ¿por qué no seguir las de su amante?
El moreno procedió a deshacerse de un par de prendas, tanto propias como ajenas. Hecho esto tomó al rubio de las muñecas y tiró de las mismas hasta que ambos se acomodaron en su silla. Maret tomó asiento en la misma mientras que Nereo se mantuvo de pie al mismo tiempo que sus prendas inferiores caían al suelo. La manera en la que se había desplazado hasta dicho punto fue torpe, además de que no podía rehuir el hecho de que sus piernas temblaban. Ahora su piel se veía en su mayoría expuesta , y aunque su apariencia de porcelana era un atributo del que se sentía orgulloso, los nervios le delataban. Afortunadamente, su camisa blanca alcanzaba a cubrir lo suficiente para funcionar como una especie de cortina, aligerando esta sensación.
Desgraciadamente, no se le permitió sentir timidez por mucho tiempo más. Nuevamente, Maret tironeó de sus muñecas para indicarle que se sentara... Sobre él, a lo que el de ojos bicolor expresó su descontento. — Eres un sinvergüenza — Se quejó con las mejillas enrojecidas. Sin embargo, sus palabras y sus acciones eran contrarias; no necesitó que su contrario lo pidiera una vez más, pues tan solo unos segundos después obedeció por si solo.
Al sentir el roce entre sus cuerpos sus jadeos se intensificaron. Hizo lo posible por hacer el menor ruido posible, pero fue cuestión de tiempo para que el sonido de su respiración se volviera más evidente. Entonces los jadeos se convirtieron en gemidos, al principio casi imperceptibles, pero fueron escalando a partir de que el profesor se introdujo dentro de sí. —Maret...— gimió su nombre, no una, sino dos veces, tres veces; tantas que dejó de contarlas. Sus manos buscaron aferrarse al cuerpo ajeno, pero la voz del mayor se repetía en su cabeza, impidiéndolo. "Sin tocar. Sin tocar". Y mientras lo pensaba, su espalda se arqueaba junto al arco de sus pies y sus rodillas buscaban conectarse al sentir la presión dentro de sí.
Por otra parte, el tacto sobre sus caderas, propuesto con firmeza por las manos de la serpiente no hacía más que quemar. Cada parte en la que sus cuerpos colindaban ardía. Se estaba quemando, pero de una manera en la que sólo quería más, más y más... Y así se le concedió.
Para dicho punto le fue imposible mantener silencio. Vocalizó tantas cosas como pudo; tanto el nombre ajeno como su deseo de aumentar la intensidad, así como el hecho de estar llegando al borde de su aguante. No pasó mucho más hasta que el acto culminara, dejando como único rastro el sonido de sus respiraciones agitadas. Un prolongado silencio llenó la habitacion hasta que ambos recuperaron el alhiento. Entonces, cuando el Magistrado se percató de la fija mirada del de ojos ambarinos se decidió a hablar. —No... No me mires— Comentó avergonzado, cubriéndose el rostro con una mano a la par que se encogía. Lo había disfrutado, más de lo que le prefería admitir. Había perdido todo sentido de cordura por Maret, lo había vuelto loco y lo tenía rendido ante sus pies, y como Nereo lo entendía, le era inevitable sentirse abochornado.
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Post by Nereo Silvereel on May 31, 2022 8:30:58 GMT
"¿Qué demonios hiciste ahora, Nereo?"
El ahora pelinegro caminaba desesperado de un lado a otro como consecuencia de su mitomanía e impulsividad. La cabeza le daba vueltas mientras que su respiración se agitaba exponencialmente. Cada vez sentía nerviosismo con más vigor, además de miedo; temor ante la reacción que podría tener Maret, quien en ese momento se dirigía hacia su oficina.
El día anterior se había peleado con Giedrè en uno de los canales públicos. Ahora mismo se reprochaba el haber sido tan incoherente pues, si bien su discusión no lo hacía sentir particularmente orgulloso, la magnitud y sujeto de sus mentiras era lo que mayor preocupacion le causaba. Tal vez las cosas no le hubieran generado mayor remordimiento si aquella conversación se hubiera sepultado entre las demás pláticas, más no fue el caso.
Al final del día, los rumores de su conversación con el solario se esparcieron. Las palabras del Magistrado que aseguraban que había algo entre él y su secretario llegaron a odios de muchos, incluido su propio subordinado. Para su desgracia, no solo había dicho que su relación con Maret era superior a la del alumno y su maestro, sino que casi había asegurado en su totalidad que tenían un noviazgo. Cuando menos, había dado indicios de que una relación amorosa se desenvolvía entre ambos, y si bien habían tenido un par de encuentros... ¿Realmente se trataba de un enamoramiento?, ¿Un noviazgo?
Para su sorpresa, el mayor llegó a asegurar que eran una pareja públicamente, pero eso no hizo más que preocupar al de ojos zafiro. Se planteaba la idea de que sólo había propuesto la posibilidad a manera de venganza por la farsa que él mismo había iniciado. Estaba más que seguro de que estaría molesto, pero lo peor de todo era que no podía hacer nada por evitar la ira del susodicho.
No pasó mucho antes de que tocaran su puerta. El rubio dio un brinco ante el sobresalto y se acercó cautelosamente hacia la entrada —¿Ma-Maret?— susurró nervioso, colocando su mano temblorosa sobre la perilla. Abrió ligeramente la puerta, tan solo para echar un vistazo cuando esta se separó de golpe. La serpiente marina se encontraba ahí, devorandolo con la mirada, por lo que su nerviosismo no hizo más que aumentar. Apretó los labios y evitó cruzar miradas, de pronto sintiéndose mucho más pequeño. —¿A-amor? Jaja. No-...No tienes por qué seguir con eso, Maret. No hay necesidad de fingir...— Pero antes de que pudiera decir cualquier otra cosa, el más alto le robó la posibilidad plantando un beso en sus labios.
La puerta volvió a deslizarse, encerrando una vez más al par dentro de la oficina. El cuerpo de Maret le empujó a adentrarse en el cuarto; a colocarse en el sofá para los invitados. –¿Seguir... As-...? — Nereo no logró comprender del todo sus palabras antes de ser estimulado por Maret. Su rodilla chocó contra su entrepierna, provocando que un leve gemido se escapara de entre sus labios. Se cubrió la boca de inmediato, avergonzado, aunque su contrario no hizo más que ensanchar la sonrisa ante ello. Solo entonces el moreno se dignó a hacer un comentario sobre su apariencia, específicamente, sobre el nuevo color de su cabello, razón de su reciente inseguridad. El Magistrado frunció el ceño a la par que sus mejillas se coloraban, tan solo dándole la razón al selenita sobre la ternura de su gesto, aunque solo pronunció palabra cuando mencionó el encanto de sus pupilas bicromaticas. —¿Sí? Pues tus ojos son más lindos cuando los usas para mirarme— comentó, más a modo de insulto que de halago. Casi como si sus palabras le hubieran ofendido, el maestro volvió a tomar acción.
En un abrir y cerrar de ojos, el pelingro se encontraba a medio vestir frente a su escritorio. Los papeles rondaron ante los ligeros roces contra la madera, pero eso le importaba poco ante las caricias proporcionadas por el de cabellos ondulados. Dejaba exhalar grandes cantidades de aire de acuerdo a los movimientos que realizaban los dedos de su amante; recorriendo las curvas de su cuerpo y chocando contra su piel de porcelana. Aunque sus piernas flaquearan, se le erizara la piel o curvara la espalda, intentaba aferrarse al orgullo que le caracterizaba; siempre en vano.
Nuevamente, conforme el placer gobernaba su cuerpo y el empuje de su amante dentro suyo se profundizaba, Nereo volvió a demostrar su total sumisión ante Maret. Este último terminó cuando así lo quiso, y aunque demostró gentileza al final, no era más que una fachada.
Al terminar el acto el miope se marchó con una imagen tan perfecta como con la que había entrado a la habitación, descripción que no encajaba con la serpiente marina restante. —¿A dónde irás?— preguntó conforme recogió su ropa tendida en suelo, con el sentimiento contrario a la calidez de hacia unos segundos. Sin embargo, no obtuvo ninguna respuesta.
Una vez más, la puerta volvió a cerrarse frente a él, evidenciando tanto su falta de control como de conocimiento sobre aquel otro individuo. Nunca obtenía respuestas, sólo preguntas; preguntas en las que pensaría ante la creciente soledad que Maret le hacia sentir...
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Post by Nereo Silvereel on May 14, 2022 5:24:56 GMT
A diferencia del estrés de hacía unos minutos, ahora entendía la sensacion de tener la cabeza entre nubes. El cúmulo de sensaciones le atontaban; le prohibían pensar, por lo que a pesar de su carácter rígido no pudo hacer mas que dejarse llevar. Podía sentir el deseo acumulándose en la punta de sus dedos, anhelando acariciar el cuerpo del castaño, al mismo tiempo que podía sentir su cuerpo cada vez más ardiente, anhelando igualmente ser acariciado.
Para su fortuna, Maret le permitió continuar con su recorrido. Se movió desde sus orejas hasta su clavícula, a lo que se dio la tarea de aflojar su corbata, además de desabrochar el cuello de su camisa. Estaba claro que dejaban los valores profesionales por un lado, y aunque no era lo más correcto, sí que era lo más emocionante.
— Más tiempo del que me gustaría — admitió el rubio una vez que la union entre sus labios culminó, aunque no por mucho tiempo. La distancia entre ellos volvió a cerrarse casi al instante, aunque la actitud de las caricias cambió de manera drastica. A diferencia de las proporcionadas por Nereo, estas eran más salvajes, más pasionales y más directas. A Nereo le fue inevitable soltar un gimoteo al sentir la lengua del más alto golpeando contra la suya, aunque pronto se niveló a su altura, batiendo sus lenguas y mordiendo sus labios de vez en cuando.
El Magistrado sintió una pizca de alivio cuando se dieron tiempo de tomar aliento. Conforme las caricias se intensifican, la cabeza le daba vueltas y su propio corazón arremetía fuertemente contra su pecho. Sentía que de continuar así explotaría en cualquier momento, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar. Al final, conseguir lo que quería siempre seria su prioridad. Tan solo un momento despues la mano de su contrario despeinó sus cabellos. El rubio frunció el ceño mientras un tono rojizo teñía sus mejillas. No dejaría pasar aquel acto. —Y tú te ves lindo cuando estás debajo de mí— Se mofó ante el comentario de la serpiente, quien sabía bien que al ojiazul le irritaba tener un aspecto desordenado. — Dejaré pasar lo de mi cabello esta vez. Puedes desordenarlo tanto como quieras, y soy taaan generoso que incluso te daré la libertad de hacer lo mismo con mi ropa. — Replicó el policía, apagándose a su rol gracias a la actuación del "delincuente". — Te dejaré ser libre el día de hoy, me estoy sintiendo como el policía bueno — bromeó portando una sonrisa ladina.
Por otra parte, cuando Maret descansó su rostro en sus muslos, Nereo acarició sus cabellos. Sus yemas se deslizaron en mociones circulares, más tan pronto sintió la mano del mayor explorar su entrepierna el rubio tiró ligeramente de su cabello. Su respiración volvió a agitarse, a lo que se mordió los labios para poder responder con algo de compostura. — No. — Negó con firmeza cuando el moreno propuso retirarse, suavizando nuevamente el agarre de su cabello — Me gusta. Me gusta mucho — Confesó un tanto avergonzado, aunque su respuesta era evidente debido a sus señales corporales. — ¿Podemos... Continuar? — Preguntó un tanto desesperado. La mano que le quedaba libre se deslizó por su mejilla, anhelando explorar más del cuerpo de su amante. — Yo tambien quiero complacerte. Dime lo que quieres y... Lo haré —. Maret mismo lo había dicho: había esperado mucho porque ese día llegara.
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Post by Nereo Silvereel on May 2, 2022 7:59:31 GMT
A pesar de sus esfuerzos por mantener una conversación, Nereo había dejado de entender el objetivo de la charla desde hacía mucho. Escuchaba, sí, pero le era difícil prestar atención mientras intentaba resolver tantas preguntas que, si eran formuladas explicitamente, no eran más que evadidas. "¿Qué es lo que ganas con esto? ¿Entretenimiento?" No dejaba de preguntarse una cosa tras otra, siempre en vano.
Aún cuando ejecutó su papel como interrogador, el mayor se escapó con facilidad, aunque no de la manera en la que el magistrado esperaba —¿Q-Qué haces...-?— Las manos de Maret aprisionaron sus caderas para levantarlo; colocarlo sobre su escritorio y acorralarlo. El rubio se aferró a los brazos del maestro como instinto, aunque tan pronto se encontró sobre la madera su rostro volvió a enrojecer. De un momento a otro, el fastidio se convirtió en sorpresa y la sorpresa en bochorno. Odiaba sentirse así: avergonzado y vulnerable, pero Maret no le dejaba otra alternativa más que lidiar con esos sentimientos.
El docente escabulló una de sus piernas entre las suyas, a lo que sintió una ligera presión sobre su entrepierna. Casi parecía un acto inocente de parte del de ojos dorados. Casi. Pues el brillo juguetón de su expresión felina le dejaba en claro que todo había sido con intención.
— Podría pedirte que te arrodilles — dijo fastidiado, aunque su voz flaqueó tan pronto sintió la caricia de Maret en su espalda. Sus músculos se tensaron y sus manos continuaron aferradas a las prendas ajenas. Agachó la mirada para evitar que viera su expresion, cubriendola en una cascada de cabellos dorados. El Magistrado se arraigaba al orgullo, pero el dominio del selenita sobre él no podía ser más que claro.
—Bésame.— Murmuró tras un breve silencio, de manera tímida; como si no pudiera resistir más a sus propios impulsos. Entonces se atrevió a cruzar miradas, revelando una expresión enrre suplicante y determinada. —Si de verdad soy el único para el que tienes ojos, demuestramelo— le murmuró al odio. Presionó ligeramente sus labios contra su oreja para después bajar hasta su cuello y repetir la misma acción. El rubio le dio un par de besos en la zona, primero suaves y después más agresivos, añadiendo pequeñas mordidas y lameteos, dejando despertar el deseo que llevaba ya varios días acumulándose dentro de sí.
Sus manos comenzaron a deslizarse hacia su pecho, deshaciendo con dulzura la corbata que no podía faltar en el atuendo del secretario. Entonces tomó distancia, observando las marcas notorias pero fáciles de esconder que había dejado en el cuello del otro. Esbozó una sonrisa brevemente; pasando de triunfal a atontada, pues para el ojiazul era como obtener un premio más que anhelado.
Su mirada se dirigió una vez más hacia la puerta, repasando el recuerdo de cómo el moreno la había enllavado antes de decir sus siguientes palabras —Cómplaceme, Maret— Murmuró antes de sellar su petición con un beso.
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Post by Nereo Silvereel on Apr 21, 2022 8:02:47 GMT
Nereo decidió pasar por alto las frases de Maret que le aceleraban el corazón. No lograba entender si todo lo decía de manera irónica, o si en realidad solo estaba jugando con él, pero podía entender que de una u otra manera se sentía molesto.
Pretendiendo que estaba enfocado, se dedicó a repasar los papeles en la mesa. Les daba hojeadas rápidas y sorteaba los folders en los archiveros de la oficina. Debido a la brevedad de la revisión y la ayuda de su secretario, la pila de papeles desapareció en algunos minutos. Normalmente aquello le brindaría alivio, más en esta ocasión había un factor que se le impedía: el tacto de Maret.
El rubio se inmovilizaba por completo cada que sus manos rozaban, e intentaba restarle importancia continuando con su trabajo. Sin embargo, una vez que la serpiente marina entrelazó sus manos no hubo vuelta atrás. El Magistrado entendió que todo aquello era a propósito, aunque no le quedó claro el motivo. —Maret-... — intentó interrumpirle, fastidiado, más el selenita continuó hablando sobre un tercero. Mientras tanto, su mano fue guiada hasta el rostro de su subordinado, quien irónicamente era quien llevaba el control de la situación.
Por un momento, el ojazul se mantuvo completamente quieto, a penas alcanzando a procesar lo que estaba pasando. La distancia entre ellos era escasa, y cada acción que llevaba a cabo el otro selenita lo incitaba a acariciarle, a romper los pocos centímetros que los separaban. Con algo de atención podía escucharse la respiración alterada del Magistrado, quien empezaba a sentir cierta tensión ante los hechos.
—Maret...— Volvió a llamarle, esta vez con más suavidad, a la par que acariciaba su mejilla con gentileza. —¿Por qué me comparas con él? ¿Quieres decirme que romperas contacto conmigo también? ¿Qué me ofenda por lo que dices?, O a caso...— Un par de segundos antes de que dijera lo que pensaba, el movimiento de sus ojos lo delató. Su mirada paseó por los labios de su contrario, evidenciando el lado travieso de tus pensamientos — ... O a caso solo me haces saber que te gustan los gruñones? — Cuestionó curzando miradas, esperando que no se percatará de tan pequeño detalle.
No mucho después, el de cabello ondulado retomó su distancia. Nereo se limitó a observarle, aunque de vez en cuando daba uno de otro paso en su dirección, como si esperara que Maret realizara "otra de sus jugadas".
Contrariamente, su secretario optó por hablar de un tema del que el rubio no estaba muy orgulloso, además de agregarle otro asunto que le resultaba agridulce: el que su acompañante fuera tan popular en el trabajo. — Esos rumores son falsos— se apresuró a decir, frunciendo el ceño nuevamente —Lo de mis ex parejas, quiero decir. O de parejas en general. No soy un casanova, ni ningún experto en el amor, y tampoco le agrado a muchos como para tener una larga fila de pretendentientes —Dijo dejando escapar una risa burlona. El comentario no le pareció más que un chiste.
Por otra parte, su rostro se endureció un poco más en cuanto a su siguiente respuesta. Burlarse de sí mismo era fácil; su pan de cada día, pero hablar de la posible vida amorosa de su secretario no le resultaba igual de sencillo. — Por dios, Maret, no me digas que no has visto como te miran las chicas al entrar al Magisterio. Pareciera como si te comieran vivo. Entero. — Espetó en conjunto a un gesto disgustado. —Margarita, Adelaide, Jean-Claude. Diría que de los pocos nombres que me sé al menos 4 sintien algo por ti — Pronunció mientras contabilizaba con los dedos. Un bufido después se tomó la libertad de acortar la distancia, tal y como lo había hecho Maret anteriormente. — Pero dime, Maret, ¿por qué el afán de hablar de Giedrè? ¿O de Rosa, o de Jean-Claude? ¿Qué pretendes haciéndome hablar de eso? — Tal vez era la costumbre de los interrogatorios policíacos, pero su tono de voz se volvió ligeramente más agresivo; intimidante, como si aquello le ayudara a conseguir una respuesta. En compás a la pregunta presionó su dedo índice contra el pecho de Maret, dedicándole una expresión entre retadora y anhelante. No solo quería una respuesta, sino que la necesitaba, y aunque no se percatara de ello, ya Nereo ya la tenía. Sus celos eran el motivo de todo. Eran la razón de ser de un juego en que no había hecho más que caer, un juego en el que Maret era el rey y Nereo un simple peón.
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Post by Nereo Silvereel on Apr 15, 2022 8:02:14 GMT
En un intento de mantener la discreción esperó pacientemente las respuestas de Maret. No quería verse desesperado, así que aunque pudo notar que evadió algunas respuestas, decidió no presionar.
En cambio, le pareció curioso el ver cómo enllavaba la puerta. Por una parte pensó que se trataba de un gesto considerado, aunque contrariamente, no pudo evitar sentirse inquieto.
"Pasé mi tiempo escogiendo flores para ti, es obvio. De haber llegado antes, estaría, no sé, hablando con la chica de recepción. Es muy guapa y parece que le agrado"
Hasta ese punto, Nereo había logrado mantener la compostura. Por alguna razón, ante su última frase pudo sentir una oleada de calor recorrer todo su cuerpo. Apretó los labios y los papeles en sus manos, quedando estático un par de segundos. No mucho después se dio la tarea de sonreírle a su contrario. El resultado evidenció que se trataba de un gesto forzado, pero hizo lo mejor que pudo por disimular. — Le agradas a muchas personas, Maret. Si supieras la cantidad de jóvenes que suspiran cuando te ven pasar.— Pronunció acompañando con una leve mueca, como si le disgustara recordarlo. — Incluso la recepcionista que tiene tres veces nuestra edad no para de preguntarme por ti. ¿Cómo se llamaba?... ¿Carmen? – Paseó las yemas de sus dedos sobre su sien, masajenado el área en un intento de recordar a pesar de que sus esfuerzos fueran en vano.
Fue hasta escuchar los pasos del de ojos ambarinos que se dio cuenta de lo mucho que había hablado. Solía dejarse llevar de más por sus emociones, y por más que se lo hubieran recalcado en el pasado volvía a cometer el mismo error una y otra vez. "Ignora lo que dije, Maret. Dime que no lo escuchaste" rogó para sí, presentando total atención a los movimientos de su acompañante.
Para su desgracia, eso mismo provocó que hasta el gesto más sutil se intensificara. Su cuerpo se tensó completamente al sentir al selenita tan cerca; el roce de su barbilla contra su hombro y su aliento contra sus orejas. El rubio no hizo más que enrojecer ante sus acciones, enmudeciendo por completo hasta que se reanudó la distancia entre ellos. — Lo siento. — respondió cual can bien entrenado al escuchar los reclamos del mayor. No obstante, colocó sus manos entrelazadas contra su boca, nuevamente esperando que el castaño ignorara por completo la manera en la que había reaccionado.
—¿Giedrè? — Cuestionó a su secretario, observando detenidamente como las comisuras de sus labios se elevaban — No me suena, ¿es alguien que te desagrada? — Volvió a cuestionar con genuina curiosidad.
Sin embargo, la fracción restante de su cordura le centró nuevamente en las tareas a realizar: aún tenía que acomodar las carpetas viejas, repasar el papeleo modificado y firmar nuevos documentos. "Un paso a la vez" se decía para aligerar la carga sobre sí. Finalmente se levantó de su asiento para tomar una pila de folders. Les dio una breve hojeada, asegurandose del contenido para comenzar a ordenarlos en diferentes categorías — Hiciste un buen trabajo el día de ayer. Revisé las carpetas y todo parece en orden, así que solo acomodaré las cosas y podremos revisar la carga de hoy— Retomó, aparentemente enfocado en la tarea, aún si se trataba de una historia completamente diferente dentro de su cabeza. — Sólo espero no convertirme en "el Giedrè de oficina" por hacerte trabajar. O peor, en una de esas personas que taaanto disgusto te causan— Soltó de manera sarcástica aquel par de probas que si bien parecían inofensivas, en ese contexto parecian ocultar algo detrás.
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Post by Nereo Silvereel on Apr 13, 2022 7:58:06 GMT
Realmente no entendía por qué estaba tan molesto. En realidad, no entendía por qué siempre estaba molesto, pero eso era lo que sentía en ese momento: fastidio; molestia.
Desgraciadamente, su rostro podía llegar a ser sumamente expresivo, especialmente cuando de enojo se trataba, y ese día no fue la excepción. Llevaba el ceño fruncido y casi podía escucharsele gruñir con tan solo ver su expresión, por lo que no fue de extrañar que pocas personas le saludaran al entrar al trabajo.
Desganado, atendió los buenos deseos de sus compañeros para encerrarse lo más pronto posible en su oficina.
Tan pronto cerró la puerta tras él, un quejido y una larga exhalación salieron de lo profundo de su pecho. Sentía el estrés carcomerlo tan pronto pisaba el lugar: había tantas tareas en las que trabajar que no hacían más que apilarse, así que la llegada tardía de su secretario sí que volvió notoria.
No muchos podían ver a través del mal carácter de Nereo, pero quienes lo hacían, podían notar que era pulcro, organizado. Tal vez demasiado. Y tal vez por ello siempre esperaba ver esas cualidades en los demás, Maret incluido.
"Llegas tarde" pensó en reprocharle tan pronto lo vio entrar a la oficina, más observar lo que traía entre manos le hizo permanecer callado, por lo menos hasta que el más alto habló primero. — Sabes que considero la puntualidad una cualidad muy importante, Maret, así que no vuelvas a llegar tarde.— Recalcó con seriedad sin sin quiera cruzar miradas. Sin embargo, tan pronto expulsó aquellas palabras sus ojos reflejaron algo de culpa. Exhaló una bocanada de aire e intentó probar su bienvenida de nuevo. — Las flores... Son lindas. — Logró acomodar. Claro estaba que la amabilidad no era su fuerte, pero al menos lo intentaba. No podía dejar de pensar en que el selenita había sido amable con él, por lo que quería esforzarse en que fuera un gesto recíproco.
— Tengo una reunión con los demás magistrados en unas horas, así que deberíamos empezar a acomodar el papeleo — se apresuró a cambiar de tema. No le gustaba ser sincero con lo que sentía, especialmente si no comprendía tales sentimientos. Ciertamente, Maret entraba en esa categoría: pensar en él le causaba conflicto, por decir lo menos. Seguramente esa era la razón por la que últimamente no le dirigía la mirada, pero las cosas seguían sin estar del todo claras hasta para el propio magistrado.
— ¿Dónde estabas? — preguntó entonces, más inseguro que autoritario, cosa que pronto le pesó. — No es que me importe-... — Carraspeó para disimular — Pero si tienes problemas con algo, puedes decirme. Somos amigos ¿no? — Intentó incorporar un tono casual, además de restarle importancia al hojear los papeles de la mesa. Su cabeza, en cambio, no hacía más que darle vueltas al tema.
Casi podía sentir como comenzaba a enloquecer.
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